Ciclismo Internacional

Adoquines en el Tour: ¿clasicómanos en el top 10?

Por @pmpalermo

Pasados varios días de la histórica jornada de pavé que dejó fuera de carrera a Chris Froome, la polémica sigue y lejos de aminorar, sube de tono a medida que se conoce el pensamiento de los integrantes del pelotón, en su mayoría contrarios a este tipo de recorridos en una vuelta de tres semanas. 

Es que el grupo insiste que no deben incluirse días como el que la organización estipuló para el quinto parcial, y con el resultado puesto, es cierto que el evento se quedó sin el campeón defensor, algo que pudo haber sido mucho peor si otros hubieran corrido la misma suerte.

En ese sentido el pensamiento de ASO es que el vencedor del Tour debe ser un pedalista completo, capaz de superar todos los escollos, y desde Ciclismo Internacional coincidimos en ese aspecto, pero no a cualquier costo y en contra de la lógica.

Para entender mejor pondremos un ejemplo claro y más habitual: no puede pedirse a Kittel que suba un puerto al ritmo de Nibali, entonces tampoco es justo que un ciclista de 60 kilogramos rinda bien en el adoquín contra gente de 80, que además se prepara específicamente en estas lides con entrenamientos especiales de fortalecimiento y musculación que así y todo, no impide que sufran o se lesionen durante las Clásicas de primavera, período en el que recorren miles de kilómetros sobre las centenarias piedras.

Sobre el punto anterior bien vale aclarar que los velocistas no suben las montañas a la par de los escaladores y no sufren más de la cuenta esos días, rodando en el “autobús” al límite del fuera de control, mientras que en el pavé se obliga a los favoritos para la general a combatir codo a codo con los especialistas.

La historia se repite una y otra vez, ya que en la oportunidad previa (en 2010) también se pasó por esto y aquel día fue Frank Schleck quién se fue a casa con fracturas de clavícula, mientras que Contador perdió valiosos segundos.

Dicho esto, también es real que el espectáculo fue grandioso para los espectadores y que los corredores conocen el trazado hace meses y no se quejaron, y eso implica que lo aceptaron desde el momento que decidieron participar. Tampoco puede obviarse la cuestión comercial, puesto que todas las marcas de bicicletas preparan y publicitan con bombos y platillos el material utilizado durante la Roubaix.

Si las cosas fueran más equitativas, y los atletas son responsables en esto también, debieran aunar posiciones y viajar agrupados a un ritmo seguro mientras que sus colegas rodadores dirimen diferencias en el barro, gozando de la solitaria etapa que la ronda gala puso para ellos.

El problema es que no habría show, fin último de cualquier competencia deportiva, y tampoco morbo, algo que los propios fanáticos alimentan; la mejor prueba de ello es la innumerable cantidad de videos de caídas que circulan por la web, ¿o acaso alguien va a negar que se vio más veces la caída de Froome que el triunfo de Boom?.

Las dos caras de la moneda, Boom pletórico, Froome a casa.

Nuestra conclusión es que no deben mezclarse las cosas, es decir, las extremas clásicas con los pequeños escaladores, pero de hacerlo, debieran estipularse otros parámetros que resguarden la integridad física de los mismos, que definirán la Grande Bouclé en los incontables kilómetros de montaña restantes.

O si no, tomar una determinación más radical, acabar con la tradición que estipula que sólo los escaladores y contra relojistas pueden vestir de amarillo y poner más jornadas de pavé que darían más chances a los clasicómanos, aumentarían el show y abrirían el abanico de aspirantes, posibilitando incluso, que los poderosos rodadores trepen al top 10 de la general.

Pablo Martín Palermo

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