Por @pmpalermo
Llegó la montaña a la Vuelta y lo hizo con un final en alto brutal, una de las “cuestas de cabra” que tanto gustan a la organización y tan poco a la mayoría de los pedalistas. En realidad, la etapa fue un espanto, con 173 kilómetros prácticamente llanos y una pared en el cierre donde los ciclistas se retorcieron en una suerte de calvario personal, que tuvo historias felices y otras no tanto.
Pero, gustos al margen, este es el recorrido diagramado, y en el mismo se batieron por primera vez los jefes de fila de la presente edición de la competencia. Fue allí, en las empinadas rampas de La Camperona, donde se produjo la resurrección de dos estrellas como Alberto Contador y Nairo Quintana, virtuosos atletas que, por un motivo u otro, no rindieron como se esperaba en el Tour y tomaron la salida en España obligados a redimirse.
El madrileño, que llegó a este parcial con casi dos minutos de retraso debido a las pobres prestaciones personales y de su escuadra en la semana inaugural, superó con creces el reto planteado: sobrevivir. Y no era para menos, puesto que no debe obviarse la tremenda caída sufrida ayer en el sprint final, incidente que lo dejó maltrecho y, para muchos, al borde del abandono.
Pero no sólo no sucedió eso, sino que el de Tinkoff apeló a todo su amor propio y, por supuesto, a su calidad, para sacar adelante el desafío de seguir y en la pelea por el título. Que quede claro: aún con 1:39 de desventaja, el de Pinto es un peligro para el líder y si todo se mantiene por un curso normal, irá a más con el paso de los días, a medida que curen sus heridas y gane ritmo de competencia, aprovechando la frescura propia del retiro en el Tour.
Lejos de sus años de esplendor, un peldaño por debajo de la mejor versión de Froome y Quintana, todavía tiene la clase para ponerlos contra las cuerdas y la experiencia para dosificarse. Esto último fue evidente en la cima leonesa, donde fue capaz de recuperar terreno tras haber sido descolgado por el arreón del capo de Sky y la posterior arrancada del colombiano.
Por eso, Contador no sólo salvó el día, sino que demostró estar más vivo que nunca y volvió a presionar a sus oponentes, que saben de la necesidad de rematarlo mientras está convaleciente, si es que lo está.
El otro vencedor del día fue Nairo Quintana, que pudo doblegar a Froome -su máximo adversario generacional- por primera ocasión en mucho tiempo y en una de las grandes. Es cierto, tras el Tour, el tunjano se dedicó a descansar mientras que el británico compitió en la Ride London Classic y luego viajó a los JJOO, pero de no haber tenido éste garantías o confianza en lograr un buen resultado, no hubiera tomado la salida en la ronda hispana, motivo por el que las excusas quedan de lado.
En ese contexto, Quintana fue sumamente inteligente y, mejor aún, muy agresivo. Con un Movistar que corre de un modo distinto -más ofensivo- en su país que en la Grande Boucle, el escarabajo sacó rédito de la selección provocada, dejó que Froome mostrara sus cartas y lo remató a 1100 metros de meta, cuando dio muestras de debilidad.
Si bien es cierto que esto poco tuvo de la montaña a la que ambos están habituados, el hecho de haber tenido éxito en rampas de dos dígitos habla de una buena condición física por parte del sudamericano, que de otro modo, hubiera tenido que conformarse con salvar la jornada.
Tampoco sacó una minutada. Su botín constó de 25″ sobre Contador y 33″ respecto al de Sky, en tanto que sí puede vanagloriarse de los 57″ que lo separaron de Chaves, pero lo más sobresaliente de su ascensión a La Camperona es el aspecto psicológico.
Nairo, 3° en el Tour gracias a su clase, sabe que falló allí porque se esperaba, al menos, que repitiera lo de 2015, cuando fue el único capaz de hacer daño a Froome. Su “mediocre performance” en julio despertó dudas a su alrededor y en él mismo, dudas que ahora despejó y transformó en una inyección de moral que sentirá -y hará notar al resto- en los días por venir.
Quintana es uno de los escaladores más brillantes de su generación y si algo tiene la Vuelta es montaña, por lo que sobra terreno para su lucimiento personal. Eso sí, no debe cometer el error de esperar o ser conservador como habitualmente hace, porque su renta en la general no es abultada como para relajarse, mucho menos contra oponentes de la entidad de los aquí presentes y con una crono individual (más favorable a otros) en el horizonte.
Froome es el recordatorio personificado de esta afirmación, porque sin estar pletórico, se mantiene en zona de podio, forzando a los jefes de fila a dar el 100% para cortarlo. A poco que tome un segundo aire, se lanzará con todo en los puertos españoles, y a nadie escapa lo que el keniata puede generar si se despierta fino.
“Es mejor estar adelante. Ahora tocará defenderme”, señaló el colombiano. Grave error si está tan sólido como pareció en La Camperona, porque necesita sacar ventaja y es el momento correcto para lograrla, con Froome fatigado por el Tour y sus viajes, Chaves falto de ritmo tras el parón post Giro y con Contador tocado por el accidente y sin su golpe de pedal ideal, al menos por ahora.
Con menos presión sobre sus hombros, sabedor de tener buenas piernas y la escuadra más potente, Nairo está frente a su chance de redención. Y eso no implica que debe salir desesperado a atacar, pero sí que debería imitar las tácticas del “Pistolero” en el Giro 2015 o de Froome en el Tour del mismo año, cuando limitaron daños los días finales gracias al abultado colchón obtenido en los compases iniciales de cada competición.
Todavía falta un mundo por transitar en la última grande de la temporada. Pero, aunque más no sea por una noche, Contador y Quintana descansarán con la paz interior de haber superado con creces sus retos personales, ahuyentando sus fantasmas y recuperando parte del brillo de antaño.
Así, con permiso del dueño de la etapa, Sergey Lagutin, y otros héroes anónimos, se recordará la ascensión a La Camperona 2016 como la del resurgir de Quintana y Contador, a día de hoy, dos firmes candidatos al título en Madrid.
Pablo Martín Palermo
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