Por Oscar Trujillo Marín
A raíz de la irrupción del precoz fenómeno deportivo Remco Evenepoel y el consecuente revuelo mediático creado a su alrededor, hay muchos aficionados -y no pocos periodistas- que dan por hecho que -sin haberlo demostrado todavía- es y será un vueltómano de época y un escalador de élite en la alta montaña. De hecho, ya lo dan de favorito para ganar el próximo Giro de Italia.
Todo esto, aunque dentro de sus admirables prestaciones no se le conozcan exhibiciones en alta montaña y mucho menos haya participado en gran vuelta alguna. En este apartado, sus máximos esfuerzos destacados registrados como profesional en cuestas son una cota de tres km en la vuelta al Algarve y una fracción unipuerto de 12 km al 4% en la Vuelta a San Juan que, a punta de potencia y ritmo, aguantó el mismo Filippo Ganna. Las tres cimas de Lavaredo en la Adriática Ionica Race donde llegó 8° a 1:30 de el ganador Mark Padun y Dayer Quintana, y un cuarto puesto en una cuesta de 10 km del Tour de Turquía, donde para ilustrar el nivel escalador de los rivales los mejores fueron Grosschartner y Kudus, buenos, sin duda, pero muy lejos del nivel de los escaladores de élite. Es lo único que tenemos en cuestas largas para valorar su nivel. Todo esto en carreras menores y rivales de segunda o tercera linea de jerarquía que en una grande llevarían solo como gregarios.
Por esa misma especie de anhelo esotérico, lo dan como candidato firme a ganar el Giro de Italia situándolo a la altura del contrastado mito Nibali o del poderoso escalador de raza y monarca vigente Richard Carapaz. Desde luego, pruebas objetivas para suponerle un nivel superlativo en alta montaña encadenada o en esfuerzos de tres semanas no hay.
El chico cae bien y se ha exhibido en algunas rondas menores de una semana y una clásica World Tour ganada de forma brillante (San Sebastián). Eso es indudable, aparte de avasallar como juvenil en Bélgica y ser campeón mundial en la misma categoría en ruta y crono ganando con superioridad insultante.
Pero no estamos hablando de juniors ni de rondas menores, ni de clásicas, ni en cronos llanas en lo que se ve que es excelente. Si en algo se sustenta ese favoritismo o infundada consideración como temible vueltómano o escalador de alta montaña es en el deseo de que eso llegue a ocurrir… ¡nada más que en eso! Nadie (ni él mismo) sabe todavía cuál será el nivel de Remco en el Stelvio o el Gavia, a 2500 msnm; o en el Mortirolo encadenado, en 12 km al 10% tras dos semanas de desgaste, sin equipo, intentando responder a los ataques de Nibali y Carapaz, por ejemplo.
O ese favoritismo infundado como vueltómano también puede nacer en ese gregarismo de buena parte de la humanidad que se apunta siempre a lo que se considera como caballo ganador. De la misma forma que la Juventus de Italia, el Bayern Munich, el Real Madrid o Barcelona tienen millones de seguidores apasionados por todo el mundo por la simple razón que son los que -salvo raras excepciones- siempre suelen ganar en sus ligas y en las casas de apuestas son un valor casi seguro. Es un poco más difícil adorar o sentir devoción por la Fiorentina o el Villarreal. Muchos aseguran que Remco va a a ser el nuevo Merckx, eso genera una “plusvalía emocional” y gana adeptos por contagio mediático, aún sin demostrarlo.
¿Pero qué hay detrás de esa eufórica y militante subjetividad? en el caso de Evenepoel, elevada a indiscutible realidad sin estar contrastadas esas cualidades como vueltómano y escalador. El carácter precoz de sus victorias y las exhibiciones que ha hecho en las categorías juveniles y en un par de pruebas de élite (Clásica San Sebastián y mundial de crono) y su botín (admirable para su edad) en un puñado de carreras menores (al igual que en su momento lo hicieron Pogacar, o Bernal) ya contra profesionales. Logros que evidencian unas portentosas condiciones como rodador y croner, muy por encima de la media de sus contemporáneos. Es un hecho.
Además de un instinto depredador y un fondo realmente sorprendentes. Esos son los argumentos que se utilizan para intuir (¿o predecir? ¿sobrestimar?) ese supuesto reinado también en grandes vueltas y nivel superior en la escalada que le permitiría rodar mano a mano junto a Bernal, Simon Yates, Thomas y Roglic, por decir algo, en el Iserán o el Tourmalet tras un brutal encadenado en altura. Premisa loable, pero que no sirve para avalar las condiciones de valía y fiabilidad que se le quieren atribuir sin demostrarlas, y que en cualquier caso serviría solo para intuirle dominio en las cronos y clásicas además de rondas de una semana, nada más.
No obstante, en esas victorias –admirables- sigue sin aparecer una sola evidencia o muestra que nos invite a pensar que esas fantásticas prestaciones como portentoso rodador las puede tener también en encadenados de montañas, puertos de largo aliento o compitiendo ante el top de escaladores mundiales en 21 días seguidos. ¿Es suficiente el sentimiento positivo, la afinidad, el gusto o la emoción para valorar las condiciones reales de un corredor? ¿Se podría establecer el ranking de mejor corredor del año teniendo en cuenta las condiciones no demostradas que sus aficionados le auguren y las expectativas sobre un potencial inédito que en él hayan puesto?
En aras de la mayor objetividad posible y partiendo de la base que, aún sin mayores pruebas que demuestren ese favoritismo y presuman esas condiciones de genial escalador, buena parte de los aficionados del mundo ciclístico ya lo dan como el futuro Merckx, ese corredor total y completo en llano, cronos, genial en montaña y grandes vueltas, intentaremos acudir a lo único cierto y conocido al respecto, como lo son las frías cifras que dejan poco lugar a la especulación y menos al sentimiento.
Mostraremos el desempeño y precocidad de algunos grandes nombres de la historia y de otros corredores que pintaban muy bien y arrasaban de juveniles para establecer qué nos muestra la tendencia a lo largo de los años y qué opciones dictan las estadísticas tiene de brillar, llegar y tocar el santo en su primera participación en una grande. De él, por supuesto, no podemos decir nada por que nunca ha participado en ninguna.
Números
El récord absoluto de precocidad en grandes vueltas lo ostenta el francés Henri Cornet, con 19 años y 352 días en 1904, ¡en la prehistoria del ciclismo! y en el Tour de Francia. Lo forjó entre tranvías, carretas tiradas por caballos todavía, caminos polvorientos, etapas de 400 km y 14 horas con de duración, con paradas de 1 hora para almorzar, media para beber coñac y café, y media más para visitar al herrero del pueblo en plan mecánico en carrera. Pero hubo un par de corredores precoces más por los mismos años y en la misma carrera: 1909: Francois Faber 22 años y 187 días (Holanda) 2019: Octave Lapize 22 años y 280 días (Francia). Obviamente, en esa época casi amateur, modesta y precaria, el Tour no era el gigante multinacional que terminó siendo.
Siguiendo con la Grande Boucle, fue preciso que pasaran muchos años (un puñado de décadas) para que un joven menor de 22 años y 9 meses, el italiano Felix Gimondi en 1965, y posteriormente el francés Laurent Fignon en 1983 con 22 años y once meses, se acercaran siquiera a esos registros de prematura supremacía. Y fueron necesarios ¡110 años! para que otro chico despuntando la veintena emulara aún más a los jóvenes franceses de principios del siglo pasado: Egan Bernal el año anterior venciendo en la ronda gala con 22 años y seis meses, en la que se ha convertido en las mejor marca de precocidad en más de un siglo en la ronda gala.
El italiano Felice Gimondi -para más detalles- lo hizo en 1965, con 22 años y 289 días ¡lográndolo en su primera participación! y tras haber ganado el año anterior el Tour de L’Avenir. Luego venció en una Vuelta a España, en tres Giros más y rara vez salía del top 5 o como mucho 10 en una GV. Un verdadero crack.
Angelino Soler de 21 años y medio ostenta el récord de precocidad como vencedor en la Vuelta a España, en la edición de 1961. Aparte de él, en territorio ibérico es muy raro que alguien la haya ganado antes de los 24 años. Pedro Delgado, por ejemplo, se impuso en la Vuelta a España (su primera grande) en 1985, con 25 años y tras cuatro participaciones previas en GV.
Con 20 años ocho meses y 25 días, Fausto Coppi ostenta aún el récord como ganador más joven en el Giro de Italia desde 1940. Más allá del mito azurra, los demás vencedores precoces en la carrera transalpina, salvo alguna que otra excepción, suelen estar por encima de los 24 años ya.
Giuseppe Saronni, por su parte, fue una de esas raras excepciones en la corsa rosa, en su segunda participación; con 21 años y seis meses (1979) ganó el evento más tres etapas, y luego reinó en otro más ya en 1983.
En 1967 -con 22 años- el joven belga Eddy Merckx, que ya brillaba entre los profesionales tras haber arrasado en categorías inferiores, en su primera participación en una gran vuelta fue noveno en el Giro de Italia y ganó dos etapas. Lo que fue el preámbulo de su categórica hegemonía total en el ciclismo. Para entonces, Eddy ya había recolectado parciales en alta montaña y demostrado su condición de temible corredor completo.
Bernard Hinault, en su tercera temporada como profesional y con 23 años en 1978, ganó el Tour de Francia ¡en su primera participación! aunque ya había demostrado enormes condiciones ganando la Vuelta a España ese mismo año antes, en abril, y también en clásicas, cronos llanas como en pruebas montañosas. A esa edad ya había ganado un Dauphiné y una Lieja-Bastoña-Lieja antes de ganar en el Tour: era una auténtica estrella. Sus condiciones de genio completo y excelente escalador en alta montaña ya estaban contrastadas.
Laurent Fignon debutó en el ciclismo profesional a los 21 años, después de más de cincuenta victorias como amateur y juvenil. En 1983 tocó el cielo venciendo en esa edición del Tour con 22 años y 11 meses Era su tercera participación en una grande.
Greg lemond ganó el Tour Francia de 1986 con 25 años, era su cuarta grande corrida ya había ganado un Dauphiné y logrado podio en el Giro y el mismo Tour.
Vincenzo Nibali, en su cuarta participación en una ronda de tres semanas (año 2010) ganó su primera grande, la Vuelta a España, a la edad de 25 años.
Damiano Cunego se impuso en el Giro de Italia de 2004 con 23 años era su segunda participación en una grande. Yevgueni Berzin ganó también la ronda translpina en 1994, con 24 años.
Alberto Contador, en su cuarta temporada como profesional, con 24 años y tras estar considerado ya como uno de los mejores escaladores del mundo habiendo ganado etapas de alta montaña en Vuelta a Suiza, Romandía, País Vasco y una París Niza, atacando siempre en montaña se llevó el Tour de 2007, confirmándose como el futuro rey completo de las grandes rondas.
Conclusiones
Este ejercicio de repaso por algunos de los campeones más precoces de los últimos 60 años (y del resto de la historia ciclística en grandes vueltas) y por la trayectoria de los más emblemáticos campeones también (prematuros con respecto a la media algunos, otros no tanto) de la historia permite sacar unas cuantas conclusiones desapasionadas y objetivas.
Muy rara vez una gran vuelta (la que sea) la gana un debutante en ese tipo de esfuerzos o alguien menor de 23 años. Incluso, los más grandes de todos los tiempos (con la excepción de Hinault y Gimondi) han necesitado al menos dos o tres intentos en rondas de 21 días o varias temporadas como profesionales para adquirir experiencia y dominar en una grande.
Los que han sido ganadores precoces suelen ser corredores que venían ya dando buenos resultados contrastados en todos los terrenos, no solo en una especialidad, caso de Hinault, Merckx, Contador, Bernal, Lemond Fignon y tantos más.
El hecho de que hayan coincidido en el tiempo tres extraordinarios corredores precoces ya dando resultados de postín (dos con claro perfil de vueltómanos contrastados: Pogacar y Bernal) y un potente rodador, clasicómano y croner, (Remco, ¿potencial vueltómano?) no deja de ser una excepción en la historia del ciclismo y de los especialistas en grandes vueltas en particular. Al 99 % de los corredores del actual WT (y del pasado) les sigue costando demasiado conseguir logros de prestigio, realmente importantes, antes de los 23 años. Y más aún, meterse al top 5 de una GV en su primera aparición. No es una opinión, son cifras. Que tres chicos menores de 23 años destaquen hoy entre los grandes no es una tendencia contrastada es una casualidad generacional excepcional.
Las estadísticas y tendencias -lejos de lo que dice el tópico- no son solo “números que están para romperlos” algún día, (aunque esto por supuesto a veces ocurre, como a veces alguien gana la lotería también) es un análisis de probabilidades que se sustenta en argumentos y hechos contrastados a lo largo de muchos años. Cifras que indican, por ejemplo, que si en 120 años solo dos o tres menores de 22 años entre cien mil corredores profesionales de élite que hayan existido (o más) han triunfado en una GV, es porque debe ser extremadamente difícil lograrlo, más no por falta de ganas o condiciones de los chicos: no es por capricho, ni por azar. Es porque, lo lógico, es que tan jóvenes y con tan poca experiencia les cueste mucho ganarlas, regularse, manejar la ansiedad, conocer su cuerpo, sus límites en sobre esfuerzos sin precedentes… por muy genios que sean.
El hecho de que un puñado lo hayan podido hacer a lo largo de 120 años, no sirve como axioma determinista que le otorgue favoritismo a un corredor de 20 años que nunca ha corrido una GV, y menos se le conoce sus prestaciones en esfuerzos de tres semanas y en etapas encadenadas de alta montaña.
Lejos del manido cliché, el ciclismo no es tan “impredecible” como parece, por el contrario al igual que el fútbol los equipos más poderosos con hombres más completos para GV suelen ganar: si eres un corredor completo que subes siempre con los mejores, ruedas en llano siempre con los mejores y estás entre la élite de los croners; si a eso le unes que estás en un excelente y compensado equipo, es mucho más probable que puedas ganar el Tour (o cualquier otra ronda de tres semanas). No en vano con esta infalible receta (predecible hasta la náusea) sustenta su reinado en el Tour el Sky-INEOS desde hace 8 años. Los raros casos como Oscar Pereiro, Chris Horner, o Ryder Hesjedal, corredores muy discretos que de repente se les alinearon los astros, se les “apareció la virgen” con una victoria inesperada e irrepetible, son la excepción, no la regla.
En los 60’s lo normal era que ganara Anquetil, acabado su reinado Merckx. Luego Hinault, después Lemond, seguido Indurain, luego “el gran Fraude americano”, después Contador y en los últimos 10 años el Sky-Ineos con Froome como estelar. Por supuesto que es predecible este deporte, salpicado con algo de azar: los más fuertes y completos en los equipos más fuertes y completos suelen ganar. Misterio en eso, más bien poco.
De la misma forma (para explicar que el ciclismo es más predecible de lo que parece) si mides 1.65 m y pesas 56 kilos, es muy improbable que puedas ganar cronos llanas o el Tour de Flandes o la París Roubaix, por decir algo. Puede ocurrir un milagro, que se caigan o enfermen los 15 primeros favoritos, pero sería eso: un milagro. Está claro que de vez en cuando un Oscar Pereiro puede encontrar oro pateando piedras, pero estando ante Thomas, Roglic, Froome, Contador, Hinault o Mercckx en forma, alguien como Pereiro tiene las mismas oportunidades de ganar el Tour que de ser partido por un rayo.
Hay unos patrones anatómicos, cronológicos, de biotipo, de procedencia geográfica que marcan tendencias muy relevantes, nada desdeñables. Si naces en las llanuras belgas y holandesas entre caminos de piedra y mucho viento y ahí entrenas desde niño (o en los Andes a tres mil metros etcétera) desarrollas unas habilidades naturales específicas que permiten predecir quienes brillaran más -en según qué pruebas- que otros. Es predecible y es lógico intuir que Connor Dunne con 2.04 metros y 84 kilos y Marcel Sieberg 1.97 m y 83 Kg no iban a ser jamás corredores explosivos en alta montaña y mucho menos buenos escaladores.
Evenepoel no tiene el biotipo perfecto para la escalada de largo aliento, ni nació en los Dolomitas ni los Alpes ni los Andes, a 2600 metros. ¿Qué puede hacernos pensar que es un excelente escalador de fondo y largo aliento por generación espontánea? Aunque es bajo 1.71 m (por ejemplo, 4 cm menos que Bernal) pesan lo mismo, por desarrollo muscular y biotipo tiene más planta de potente rodador o clasicómano el belga, que de otra cosa: basta verlo rodar, basta ver su masa muscular más parecida a la de un potente sprinter.
Lo cual no quiere decir que, con arduo trabajo y de cara al futuro, no pueda llegar a escalar parecido al colombiano Bernal, al Quintana inspirado o a Chris Froome, Carapaz o Simon Yates. Es solo que de momento nunca lo ha demostrado y se ha enfocado en pruebas favorables para sus condiciones naturales. Es un hecho también que, si se decantara a ser vueltómano, sus prestaciones y resultados en clásicas se resentirían.
Las épocas en que un virtuoso del pedal podía ganar en primavera Flandes, Roubaix, Lieja y luego en verano el Tour de Francia más tres rondas de una semana se han acabado desde hace muchos años ya. La sofisticada y milimétrica tecnificación del ciclismo requiere especialistas en clásicas si quieren ser los mejores y en vueltas si quieren de verdad disputar las victorias y no solo animar.
Por último, muchos aficionados y periodistas pueden sentir gran admiración por la precocidad de Evenepoel y proyectarle por emoción (en el presente y hacia el futuro) unas virtudes “completas” que de momento no tienen sustento. Es una valoración que está emparentada con su simpatía y deseo, por su ilusión subjetiva propia, es decir es algo muy cercano (idéntico) a la fe. Y la fe como “premisa” para demostrar las condiciones de un ciclista es claramente un argumento muy pobre.
En esta redacción hay diferencia de opiniones y nadie niega que si Remco en el futuro se enfoca en grandes vueltas puede estar entre los mejores. Pero a día de hoy (y esto es mi opinión) por antecedentes históricos y por sus propias destrezas demostradas y experiencia hasta el momento, no lo veo favorito para el Giro de Italia, ni mucho menos doy por sentado (tan solo porque me gusta mucho como corre, como es mi caso también) que pueda llegar a ser un escalador de élite. Lo mismo ni llega jamás a eso, ni falta que le hace, si se consolida y sigue barriendo en cronos y clásicas.
Por eso me mojo con tres meses de anticipación y con la misma libertad que tienen quienes ya lo ven como el sucesor de Merckx, sin experiencia, y sin palmarés contrastado en todos los terrenos y al máximo nivel que lo acredite, yo con lo que ha hecho y lo que se la ha visto y las estadísticas en la mano, creo que si hace un top 10 en el próximo Giro y se lleva un par de fracciones al cronometro ya sería un resultado fantástico. Pero voy más allá y le veo cediendo tiempo importante en etapas de alta montaña, donde para colmo asiste con un equipo más bien precario.
Quizás en el futuro pueda demostrar que es un vueltómano y escalador de época, pero aún no lo es. Me cuesta mucho creer en lo que no hay evidencias, la fe la dejo para asuntos espirituales.
Oscar Trujillo Marín
¿Te gusta lo que hacemos? seguínos en Instagram y Twitter
Sumate en facebook: Ciclismo Internacional
Copyright © 2012-2020 Ciclismo Internacional. All Rights Reserved