Ciclismo Internacional

Análisis: Froome no tiene la culpa

Por @pmpalermo

El Tour de France 2016 es historia, o lo será en unas horas cuando el pelotón llegue a París. Pero con la general sellada y a falta del paseo triunfal de Chris Froome por los Campos Elíseos, ya se pueden analizar los motivos que catapultaron al de Sky a lo más alto del podio o a que esta sea una de las ediciones más pobres de la historia del evento.

Inicialmente, se puede hablar de una preparación y estrategia perfectas por parte del ‘keniata’ y los suyos, o de su instinto de campeón para marcar tendencia en terrenos adversos como el plano o los descensos, pero también es obligatorio marcar lo poco competitivo que fueron los contrincantes.

Básicamente, se trató de un Tour sin equivalencias, en el que Sky dominó gracias a un plan impecablemente diseñado que nadie tuvo el arrojo, inteligencia o piernas para desestabilizar, permitiendo una suerte de paseo de tres semanas hacia el tricampeonato.

A modo de ejemplo, los únicos momentos de zozobra del campeón del evento se vivieron en la 19° jornada, cuando se fue al suelo en una bajada tan compleja y resbaladiza que se cargó al propio Vincenzo Nibali, experto en ese terreno. Reincorporado sobre la bici de Thomas y lastimado, Froome escaló todo un puerto de 1° categoría como el Mont Blanc y cedió apenas 10 segundos en el arribo sin que nadie pudiera o quisiera agredirlo.

Con el triplete en el bolsillo, camino del Olimpo ciclista y con varios años más al máximo nivel para solidificar una dinastía, el de Sky mira a todos desde arriba y, como nunca antes, puede vanagloriarse de haber atravesado las tres semanas sin que su liderato fuera puesto en entredicho, dándose el lujo de contar con menos suerte que otras ocasiones, porque no hay que olvidar el incidente del Ventoux o la mencionada caída del viernes.

Froome ya saborea su 3° amarillo, sueño que se creía de otro y quedó para él, humilde en su grandeza, respaldada en 44 jornadas portando el preciado maillot… y contando.

El miedo del resto

Cuando la Grande Boucle finalizaba su primera semana cayeron las caretas y se marcó tendencia respecto a lo que vendría: un Froome con ánimos de ganar y un lote que salió a no perder. Fue entonces que, mientras el de Nairobi sacaba algunos segundos en el descenso y el llano, sus oponentes sólo hablaban de la 3° semana, como si todo el resto no existiera.

Pero fue justamente en el tramo intermedio del Tour -para varios zona de tránsito- donde el pupilo de Brailsford enterró las pocas ambiciones de sus contrincantes, que nada pudieron hacer en el Ventoux y mucho menos en la crono larga para impedir el mazazo del omnipotente puntero.

Así, ingresaron a los esperados Alpes a unos 2 minutos como mínimo, situación que, sumada a las declaraciones generales, hacían presagiar una lluvia de ataques contra el Sky. Lamentablemente, eso nunca sucedió y lo único que hubo fueron excusas de todo tipo y color.

Circunstancias ciertas en muchos casos, pero poco válidas o dignas según la talla de los protagonistas. Mientras los principales ocupantes del top 10 y sus directores pujaban por idear el mejor atenuante a su fracaso, Froome seguía enfocado en lo suyo y ganaba la prueba.

Uno de los puntos más a remarcar para explicar el título del “keniata” fue la supremacía de su escuadra, lo cual es en parte cierto, como también lo es que nadie trató de aislarlo desde lejos para que el líder no contara con su tren cargado de vatios a la hora de la verdad.

Una muestra del ritmo al que se rodó en la mayoría de los parciales llega de la cantidad de abandonos, apenas 23, de los cuales tres fueron voluntarios y de cara a los JJ.OO. El hecho de que se llegue a París con el pelotón más nutrido de la historia habla a las claras de su mediocridad.

Lo mismo que la diferencia entre el campeón y el 10° clasificado. Los 7:11 que separaron a Froome de Kreuziger ya son el margen más estrecho entre los citados puestos, aunque el de Sky pudo haber incrementado su ventaja a gusto, lo cual no es un dato menor ya que distanció al 2° en 4:05.

Lo que sí habla de paridad o mesura, son los 3 minutos que aglutinaron a los nueve ocupantes restantes de la decena de avanzada, muchos de los cuales, optaron por no moverse y preservar su mejor logro histórico a buscar más y, quizás, perder lo ganado.

Uno por uno

El primero bajo la lupa es Romain Bardet, escolta gracias a su valentía, que enseñó en cuentagotas y en el momento preciso. Su maniobra en la bajada previa al Mont Blanc y la posterior ascensión a éste, le valió el cajón, pero tampoco fue un dechado de virtudes y su mérito fue la regularidad, coronada con algo más de decisión que todo el resto.

Bardet alcanzó el máximo logro de su trayectoria por ser menos conservador que sus colegas y podrá disfrutar un año de la foto en el podio. Sin embargo, lejos está de ser candidato serio al título compitiendo así.

Distinto el caso de Nairo Quintana, favorito de muchos en la previa –incluidos nosotros– que fracasó malamente, por más que en su patria se quiera ver el vaso medio lleno enumerando estadísticas vacías. Sí, es cierto que acabó en el podio, pero el colombiano llegó para ganar la competencia y jamás estuvo cerca, penando de principio a fin en su terreno.

En el cierre del Tour maquilló el 3° lugar alegando una enfermedad, pero a nadie escapa que jamás en las tres semanas lució como un campeón. Se dejó dominar por Froome en el llano y los descensos, viajando siempre a rueda, y luego regaló situaciones como la de Arcalís, donde no hubo alergia pero tampoco piernas.

Para algún desmemoriado, aquella fue la única trepada en la que el líder de Sky quedó aislado, sin una rueda amiga que seguir. Además, el tunjano tenía la lluvia y a dos gregarios por delante, pero optó por ingresar a rueda, marcando a los más ofensivos Martin, Porte y Froome.

Que cada uno saque sus conclusiones, pero nadie se escudó en su juventud para justificar la derrota en 2015, cuando parecía llevarse a todos por delante y poco le faltó para someter al británico. El ciclismo no es lineal y no debe tomarse en cuenta el calendario solamente, sino la progresión de cada organismo, y el de Nairo está listo para vencer, aunque no su cabeza.

Si no crece en su mentalidad y sigue siendo conservador y sumiso, no habrá modo de batir a su bestia negra -nunca más literal- y tres veces verdugo, Chris Froome. Sin Contador, sólo él tenía el potencial para hacer daño a su enemigo principal y se le exige o critica en consecuencia.

Finalmente, respecto a su forma, es bueno repasar la preparación, prácticamente calcada en comparación con la del curso anterior, con la misma puesta a punto en Route du Sud y un desenlace similar en julio:

*2016: San Luis, Nacionales, Catalunya, GP Indurain, País Vasco, Romandía, Route: 33 días de competición

*2015: San Luis, Nacionales, Tirreno, Dwars , E3, GP Indurain, Pais Vasco, Flecha, Lieja, Romandía, Route: 36 días

Con diferentes matices de una temporada a la otra pero, a idéntica planificación igual resultado. Evidencia adicional de que era el campeón defensor quien tenía mayor margen de maniobra.

Adam Yates culminó 4° un año después de su estreno en la cita francesa (fue 50°), motivo por el que debe estar entre los más felices del lote. Con eso en vista desde que apareció en el podio, era de esperar que se defendiera y no era responsable de mover el top 10.

Mejor joven de esta edición, el futuro se le presenta brillante, especialmente por su poca experiencia y la falta de equipo. El de Orica, siempre solo en los puertos, hizo más o casi lo mismo, que otros con múltiples gregarios y más recursos.

¡’Chapeau’ para Bauke Mollema y Fabio Aru! El primero llegó a ser 2° de la general gracias a sus generosos esfuerzos, un ataque en el Ventoux y una crono monstruosa.

Lamentablemente, pagó los esfuerzos y se hundió (la caída de la 19° jornada lo mermó aún más), pero lo hizo luchando, incluso en la etapa 20. Allí, pasó de quedar cortado a aventajar a los gallos durante un rato, puesto que se reincorporó debido al patético ritmo del pelotón en Joux Plane y luego lo atacó, intentando recuperar posiciones.

Situación similar pero con más atenuantes la de Aru, debutante en el Tour que, con menos piernas que sus gregarios, probó algo distinto y perdió todo en el último puerto, cuando se apajaró y cayó del 6° al 13° lugar.

Los más pragmáticos dirán que fue un error, pero del mismo modo el italiano se hizo con parciales en Giro y Vuelta, podios en la general de esos eventos y hasta un título. El Tour 2016 será recordado por el dominio Sky y la alternativa que intentó darle Astana.

Richie Porte fue, detrás del campeón y Poels, el hombre más fuerte de la competencia en las montañas. El aussie tuvo también ambición y, si no acabó en el cajón, fue por la mala fortuna y las impericias de su escuadra, que lo dejó tirado en la 2° etapa (perdió casi 2 minutos) y falló en otras ocasiones.

El de BMC se confirmó como un hombre Tour y volverá el año próximo con más confianza, un buen grupo de gregarios y la capitanía absoluta, ahora que Van Garderen ratificó todo lo opuesto que su compañero.

Del resto de los ocupantes del top 10, ninguno tuvo opciones reales de podio, salvo por Alejandro Valverde. Aquí entraremos en el terreno de la conjetura, pero el murciano lució mucho más entero que su capitán durante toda la carrera y, en un Tour con estas equivalencias, dejó la sensación de que pudo haber logrado más.

Yoan Valat / EFE

Pese a ello, cumplió su palabra, trabajó para su capitán aún viendo la debacle de éste y, por si alguien tenía dudas, confirmó la clase que atesora en las piernas. Pocos en el mundo pueden rendir como él lo hizo tras haber disputado el Giro.

Allí quedará para quien quiera discutirla, la táctica de Unzué, que tuvo a mano dos alternativas mejores que las que tomó: la primera hubiera sido llevar al “Bala” en plan gregario, como Nibali, para tenerlo a tope en la semana conclusiva. La segunda, ya que le pidieron que no perdiera tiempo, debió haber sido darle vía libre cuando Nairo se enfermó y no quemarlo tirando de un capo que no atacaría.

Louis Meintjes (8°) nunca trastabilló, corrió como un veterano y dio más de lo que se esperaba de él, manteniendo la progresión que lo llevó a ser 10° en la Vuelta. Dan Martin (9°), muy agresivo en busca de una etapa, hizo buenas las previsiones de su director, quien afirmó que el irlandés tenía las “mejores piernas de su carrera”. Para un pedalista hecho para las Ardenas, este galardón es un triunfo.

Joaquim Rodríguez (7°), que anunció su retiro, honró la competencia y movió ficha en los Alpes y hasta el final. Sus ganas le valieron un hueco en la decena de avanzada y poco le faltó para levantar los brazos en Mont Blanc.

Por último, Roman Kreuziger, a quien muchos quisieron atar a una causa perdida desde el comienzo del evento. ¿Qué hubiera sido de Tinkoff y el checo en la general si éste se quedaba esperando al maltrecho Alberto Contador en el Macizo Central? Sin grandes demostraciones, se coló en la escapada del día en la 20° fracción y llegó a ser podio virtual, para luego cerrar su actuación en el prestigioso y anhelado top 10.

Conclusiones

En definitiva, sólo un ciclista corrió para ser campeón y lo logró. Froome sacó tiempo cuando pudo, jamás habló de la 3° semana y utilizó todos sus recursos en pos de un objetivo. Los hechos le dan la razón hasta en lo temprano de sus ataques, porque afrontó con calma la adversidad durante los Alpes y será coronado en París.

Cuando se profesa un ciclismo científico, sólo los imprevistos pueden afectarlo, y la lluvia fue el máximo oponente del “Rey”. Mal por los rivales en no probar antes, con o sin equipo, porque sólo quienes arriesgan encuentran premio.

Y ya que lo mencionamos, la fortaleza de la escuadra es un pretexto y allí están los casos de Yates (4°) o del propio Esteban Chaves en el Giro. Los dos estuvieron casi solos en las montañas y alcanzaron resultados sorprendentes merced a sus prestaciones individuales.

El caso de Movistar es el más importante y criticable, porque si bien los números los avalan, las tácticas y sensaciones dejan mucho que desear: etapa de Izagirre, podio de Nairo y general por equipos. Excelente para los patrocinadores, pero poco para ingresar a ningún libro de historia.

La ambición, el coraje o el instinto asesino no se entrenan y Froome fue el único que los ostentó, justificando largamente las razones de su exhibición ante un pelotón mediocre, entregado y conformista.

En conclusión, el británico no tiene la culpa de la miseria ajena, ha batido a todos en sus tres campeonatos, modificó los errores de preparación que lo hicieron flaquear en la última semana de los Tours de antaño y no pasó ningún apuro, bien resguardado por un equipo que compitió como tal y se exprimió íntegramente por su jefe.

Ante una supremacía tan apabullante, en el pico de su trayectoria y con un grupo de contemporáneos muy inferior, no es ilógico pensar en varios años más de hegemonía por parte del “africano”, encaminado a igualar o superar los récords de sus más afamados predecesores.

SECCIÓN TOUR DE FRANCE

Pablo Martín Palermo

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