Por @pmpalermo
Duro fue el golpe para Nairo Quintana en julio, cuando se esperaba que pusiera contra las cuerdas a Chris Froome nuevamente, camino de cumplir con su “Sueño Amarillo”. Pero, en vez de eso, se marchó a casa sin poder salir de la rueda del británico, a la postre campeón del Tour con una superioridad casi humillante.
Tan hondo caló su gris performance, que el colombiano renunció a una cita única para cualquier deportista como los Juegos Olímpicos y se dedicó a descansar con el objetivo de redimirse en la Vuelta a España, la última grande del curso y posible escenario de revancha contra el del Team Sky.
En la otra vereda, Froome no paró luego de su tricampeonato, corrió la Ride London Classic y participó en los JJ.OO, con el desgaste propio de los viajes a cuestas. Y esto no es una excusa desde el momento que el británico aceptó participar en la ronda hispana, pero sí un hecho a señalar para entender mejor el contexto que rodea a cada uno y el desarrollo de las acciones de una competencia destinada a dirimirse entre ambos.
La lógica se impone
Quintana confirmó antes de iniciar el evento que su debacle en la Grande Boucle se debió a la fatiga. Y asumiendo que lo que dijo sea verdad, entonces no hay ninguna sorpresa en lo que se está viviendo en España, ya que el sudamericano se recuperó bien y ahora atraviesa un período de supercompensación.
Esto implica que está rindiendo en su mejor nivel, pero que debe ser mesurado en los esfuerzos, porque puede darle un bajón en cualquier momento. De todos modos, conociendo la actitud conservadora de su equipo, el colombiano irá con pies de plomo y sólo desatará su furia cuando esté realmente seguro, tal como sucedió en La Camperona y los Lagos de Covadonga.
Si así sucede, entonces no debería tener problemas para sostener su estado de forma, que sin ser el ideal, es muy bueno y superior al de los demás jefes de filas. Nairo podrá seguir al ataque en las cimas venideras, donde reconoció que necesita incrementar la ventaja sobre Froome, siempre y cuando la fatiga de la ronda gala no lo visite imprevistamente.
En lo que al “keniata” refiere, hay que hacer algunas salvedades para explicar el modo diferente en el que corre en España y acallar a quienes -mostrando su ignorancia- lo ensucian gratuitamente atribuyendo al dopaje sus resurrecciones, pero sin decir que, por ejemplo, Quintana marcó una de las ascensiones más veloces de la historia a los Lagos.
Lejos de su pico de forma, el líder de Sky no puede darse el lujo de meterse en un mano a mano con escaladores puros como el tunjano o Contador, gente acostumbrada a subir con cambios de ritmo constantes. Si Froome siguiera ese camino, lo invadiría la acidosis láctica y con la misma el bajón de rendimiento.
Así, cuando los saltarines ‘grimpeurs’ se mueven en la montaña, él sigue rodando justo por debajo de su umbral, accionar que limita daños y le permite exprimirse luego en períodos de tiempo previamente estudiados, en los que por cierto, suele recuperar terreno. Poco vistoso, pero sumamente efectivo y motivo por el que sigue con vida en la puja por el título.
Él lo sabe y Quintana también. Y en ese marco, se entiende que el de Movistar sea agresivo y que se mantenga así varios días más, ya que aún con las recuperaciones de su oponente, puede incrementar su renta para llegar a la crono de la etapa 19 con garantías.
A esto hay que añadir la falta de soldados, porque si algo marcó el Tour fue el poderío de los hombres de negro, con varios gregarios al nivel de los jefes de fila rivales, que se encargaron de aislar a Froome de tal modo, que éste sólo tuvo que intervenir un par de veces en primera persona.
Pero la historia no es igual en la Vuelta, donde el “keniata” sólo puede apoyarse en König y Kennaugh, buenos ciclistas pero sensiblemente inferiores a sus compañeros presentes en Francia y, claro está, a gente como Quintana o Contador. A la inversa, Movistar es el bloque más potente y actúan en consecuencia, seleccionando con fuerza para preparar el terreno a su intratable capitán.
La importancia de la crono
Mucho se habla sobre la contrarreloj de la 19° fracción, un tramo mayormente plano de 37 kilómetros que, en los papeles, favorece a Froome. Sin embargo, en la semana conclusiva de las grandes vueltas suelen primar las fuerzas por sobre la especialización, y si la norma se mantiene, entonces los jefes de filas serán quienes luchen por la victoria.
No sólo eso, sino que la brecha entre el capo de Sky y su par de Movistar será ínfima o quizás se invierta, porque no debe olvidarse que el colombiano no es malo sobre la cabra y así lo certifican numerosos resultados a lo largo de su trayectoria.
Sin ir más lejos, hace un año fue 6° en una jornada llana de 38.7 kilómetros, cediendo 1’33” con una bestia de la especialidad como Tom Dumoulin. Si a eso se añade que Quintana llegaría con ventajas interesantes -aún sumando de a 25 segundos en las próximas cimas arribará allí con un par de minutos-, entonces no es tan claro el peligro de la mencionada contrarreloj.
Como campeón del Tour y eximio contrarrelojista, Froome merece mucho respeto, pero Nairo debe perdérselo en los puertos venideros, apelando al instinto que lo llevó en 2013 a plantarse frente al poderío científico de los de Brailsford, quizás sin ser consciente de lo que hacía.
Un escalón por encima
No olvidamos al resto de los participantes, pero es evidente que están más atrás en la consideración ante un desatado Quintana y un Froome que, sin estar a tope y con gregarios fuertes, sigue demostrando por qué es el campeón reinante de la carrera más importante del planeta.
Alberto Contador es siempre un peligro latente por su valentía y frescura, pero sus épocas doradas quedaron atrás y, para colmo de males, está algo sentido por las caídas. El de Pinto será un revulsivo y volverá a probar, pero lo más probable es que sus acciones sirvan de lanzamiento a Nairo, tal como sucedió en los Lagos. Dicho esto, jamás debe ser descartado.
Alejandro Valverde es un fuera de clase y tiene la oportunidad histórica de acabar en el top 10 de las tres grandes en un mismo año, algo que se antoja factible pero que no supone un peligro para el puntero de la Vuelta, que además es su compañero.
De Esteban Chaves dijimos en la previa que podría acusar la falta de años en el máximo nivel, factor harto necesario (por el fondo) para afrontar dos grandes vueltas a tope. Sin ser mala, su Vuelta está dentro de lo esperable y no podrá hacer sombra a los dos monstruos que hoy acaparan las miradas, aunque es de esperar que vaya a más y enseñe su talento.
Los demás, con todo respeto, sólo estarán de relleno en un top 10 que parece delineado.
Conclusiones
Quintana tiene viento a favor para quedarse con el título, pero no puede relajarse con un mosntruo como Froome merodeando. Por supuesto que a nadie escapa la entidad de los demás oponentes ni la imprevisibilidad del ciclismo, así que lo más importante en los días que corren es su recuperación mental, una inyección de confianza que se ve plasmada sobre la ruta con ataques a larga distancia como el de los Lagos, espectáculo puro como él y unos pocos pueden ofrecer.
Eso sí, tanto esfuerzo para salir con medio minuto de margen en una trepada como la de la etapa 10 habla a las claras del duro hueso que tiene que roer en el británico, un campeón con todas las letras al que debe aniquilar cuanto antes, aprovechando las diferencias que hoy existen y que, por múltiples factores, pueden esfumarse en un abrir y cerrar de ojos.
Queda muchísimo camino por recorrer en la Vuelta, con cinco llegadas en alto y una crono, pero con la imagen más agresiva de Quintana desde su salto al estrellato, cuesta creer que alguien pueda hacerle sombra. Nunca antes el colombiano movió ficha tan temprano como aquí en una ronda de tres semanas, fiel reflejo de su cambio de actitud y del infierno que puede desatar cuando Unzué le suelta la cuerda.
Nairo Quintana está de regreso y ratifica nuestras críticas y exigencias durante el Tour, ya que al realizarlas, se tenía este tipo de prestaciones en perspectiva. El mundo del ciclismo celebra su recuperación, porque unida al arrojo de Contador, el potencial de Chaves y la inquebrantable voluntad de Froome, la Vuelta promete como ninguna grande en años.
Pablo Martín Palermo
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