Por @pmpalermo
Horas después de acabado el 104° Tour de France, y sin darse tiempo para festejarlo, Chris Froome confirmó su participación en la Vuelta a España, ronda con la que tiene un fuerte compromiso y, en simultáneo, una deuda pendiente.
El británico empezó su camino al estrellato en la ronda hispana, allá por 2011, y desde entonces, acabó tres veces en la 2° plaza. Está claro que le sobran motivos para acudir a la última grande del curso, incluso porque habría modificado su preparación para tener más frescura en la misma.
No es fácil mantener la concentración una vez acabada una ronda de tres semanas, y la mejor forma de lograrlo es oficializar su presencia desde el podio mismo de París. El primer paso está dado y el nacido en Nairobi buscará que la cuarta sea la vencida.
Pero las circunstancias han variado algunas consideraciones en torno a su doblete, convirtiendo la Vuelta 2017 en una edición clave de cara a entender un poco mejor los motivos de sus prestaciones inferiores en la Grande Boucle y, por qué no, en previsión de lo que pueda deparar el 2018.
Froome logró su gran reto estacional y es tetracampeón del Tour, aunque es una realidad que no brilló prácticamente en ningún apartado y concluyó en la cima con los márgenes más estrechos de todas sus coronaciones, dejando algunas dudas.
Y aunque los números finales lo respaldan, las sensaciones nunca estuvieron a la altura de lo esperado de su parte. Es que, así como se entendió que no rindiera el resto del curso, aquí no se consagró a su estilo, jamás superó a los contrincantes en la montaña y sus cronos tampoco deslumbraron. Para verlo de otro modo, Froome nunca lució como Froome.
Dicho panorama invita a la ilusión de quienes se batieron con él mano a mano, como también de Dumoulin, un Quintana fresco, Chaves pletórico, Porte o el mismo Landa, donde sea que corra. Si este fue su máximo, el de Sky tendrá sumamente complejo alcanzar la quinta corona.
Sin embargo, si su ajustada conquista responde al citado plan para gozar de mayor frescura, ninguna de esas conjeturas tendrá validez y, en 2018, los aspirantes aún volverán a tomar la salida pensando en pujar por el segundo puesto.
Por eso, la próxima Vuelta será crucial para determinar si el nacido en Kenia empezó su declive o manipuló la forma correctamente, algo que ya tratamos previamente.
Hilando más fino, la Grande Boucle entregó algunas pistas, que así y todo, no son concluyentes. Comenzando por el hecho de que sólo en una ocasión haya movido más w/kg que sus rivales, más precisamente el día de su avería, cuando tuvo que perseguir en Peyra Taillade.
¿Más? Hubo algunos récords en determinados puertos, y ninguno le correspondió: La Planche des Belles Filles (Aru), Col d´Agnes (Contador & Landa), Croix de Fer (Contador) e Izoard (Barguil). Puede ser casual, aunque también un indicativo.
Incluso, en un aspecto más amplio, el “keniata” pasó de arrasar los meses previos a julio (2013), a acotar cada vez más su programa competitivo, enfocándolo exclusivamente en la carrera de sus sueños. No en vano, su primer triunfo de 2017 fue en los Campos Elíseos.
Todo apunta a que Froome no es el mismo de antaño cuesta arriba, y difícilmente vaya en ascenso a los 32 años. Durante las pasadas tres semanas intentó poco y nada y, cuando lo hizo, apenas si descolgó a sus oponentes, que siempre pudieron reponerse.
Encima, se vieron algunos simbolismos propios de “fin de era”, como el hecho de que haya cedido el maillot jaune en plena montaña (Peyragudes) ante un gallo, algo que nunca antes le había sucedido, con el agravante de sus muestras de debilidad en dicho muro.
Afortunadamente para él, cada vez que tuvo un apuro surgió alguno de sus hombres para echarle un cable, y eso dificulta cualquier lectura, porque el modo de correr de los capos de Sky es ese, mimetizados constantemente con sus formidables escuderos.
Froome alternó buenas con mediocres, le sumó un gran dominio táctico, gregarios imponentes y aprovechó el excesivo respeto que le tuvieron para llevar a buen puerto su cometido. ¿Le servirá eso en España?
Tras perder la Vuelta 2016 -en parte- por no haber acudido con un bloque decente, este año el panorama será otro. A modo de muestra, Wout Poels y Diego Rosa serán de la partida, listos para suceder a Landa, Nieve y Kwiatkowski. Probablemente, Froome tenga el mejor equipo y, en los papeles, rivales de menor jerarquía, por lo que la presión será mayor, puesto que estará casi obligado a imponerse.
En primer lugar, para hacer bueno el arriesgado asalto al doblete. Porque incluso con matices, difícil ser puesto en duda con las metas alcanzadas. Y a continuación, para acallar los rumores alrededor de la disminución en su rendimiento.
En el peor de los casos, si no lo consigue, le servirá volver a correr como hasta 2016, con algunas de sus espectaculares aceleraciones cuesta arriba o su abrumador dominio sobre la cabra. Es muy claro: Froome necesita volver a ser para enterrar cualquier atisbo de duda respecto a él.
Aunque derrotados, hoy todos los jefes de fila dejaron Francia con una luz de esperanza de cara al futuro inmediato. Dependerá del capitán británico apagarla y continuar su dinastía o exponer un bajón real de sus facultades, con todo lo que eso puede implicar para su trayectoria.
Pablo Martín Palermo
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