Ciclismo Internacional

Análisis: Las claves del título de Froome en la Vuelta

Por @pmpalermo

Terminó la Vuelta a España 2017, una edición histórica debido al retiro de Alberto Contador y a la conquista del doblete de Chris Froome, tras haber pegado en el palo en tres ocasiones previas.

Para empezar, hay que hacer honores al campeón. Si resulta una hazaña coronarse en una ronda del género, la misma toma tintes épicos desde el momento en que el protagonista de la misma lo hizo por duplicado, algo que nadie había conseguido con el formato actual del calendario.

Froome hizo buena su difícil apuesta de llegar “crudo” al Tour, donde incluso lució vulnerable, sufriendo como nunca antes para llevarse el amarillo. El británico sacó rédito de su frescura en la semana inicial de la Vuelta (colmada de muros), de la que salió con casi todos los rivales a más de un minuto. Una renta a la que -previsiblemente- adosó otro tanto en la crono, tras haberse defendido en la alta montaña de Calar Alto, La Pandera y Hoya de la Mora, donde sus adversarios directos no le descontaron más que unos segundos (Nibali bonificando y Zakarin con permiso)

El ciclismo trata de aprovechar los momentos buenos y gestionar los malos. Y Froome lo hizo a la perfección, ya que en sus jornadas difíciles casi no le hicieron daño, con Los Machucos como principal escenario de sufrimiento. Y allí entregó 42″ a Nibali, su escolta, de los cuales recuperó 21″ en una cota al día siguiente.

Justamente las paredes que tanto proliferan en la ronda hispana fueron la referencia de su condición física. Su explosividad y cadencia no son ningún misterio, aunque se los echó en falta en julio, obviamente, por no estar al 100%. Eso cambió y fue crucial para sentenciar aquí, porque los demás gallos dejaron el tramo de muros con la general perdida y a distancias que oscilaban entre uno y tres minutos.

“Falta la alta montaña”, era la frase más escuchada por ese entonces, como si el capo de Sky no subiera bien. Quizás no fue el más sólido en la misma y no lo sabremos, porque sus citadas rentas le valieron para controlar y dosificarse a sus anchas.

Por supuesto, el rey de la Vuelta contó con el mejor equipo en carrera, solventando la falencia de años anteriores. Moscon (magnífico debut), Nieve y Poels fueron auténticas garantías, y el de Sky estuvo siempre acompañado, excepto por el cierre del día que Miguel López estrenó su palmarés y Nibali puso presión.

Y hablando de presión, el “keniata” es un experto en aguantarla, porque no cualquiera sostiene la camiseta de líder de una gran vuelta desde la etapa 3, con el desgaste adicional que eso conlleva -conferencias de prensa, controles, etc- una vez completada cada jornada. Froome no sólo lo hizo, sino que venía de conseguir algo parecido en Francia, hecho que marca el temple de un campeón subestimado por muchos.

¿A qué nos referimos? Creer que sólo gana por su escuadra es un error grande. El oriundo de Nairobi es un seguro de vida y, así como sus gregarios maravillan sobre la ruta, él está siempre listo para rematar cuando es necesario. Es casi ridículo tener que explicarlo, ¡si ostenta cinco grandes en su palmarés!

Sus méritos pasan por ser profesional al 100%, realizando largas concentraciones y entrenamientos lejos de la familia; no relajarse, fijándose nuevos retos; aguantar críticas y agravios; contenerse en las competencias preparatorias al punto de lucir mal para encontrar su mejor versión en el punto deseado, o perfeccionar sus falencias año a año.

El capitán del conjunto de Brailsford es un inconformista obsesivo, dueño de un instinto que sólo los grandes poseen. La muestra más gráfica de ello se vio en el epílogo del evento ibérico, donde se coló en los sprints -intermedio y masivo final- buscando alzarse con una camiseta verde que, a la postre, quedó en su poder.

Sobre ese último ítem hemos mencionado ejemplos clarísimos, porque sin voluntad de crecer, no hay equipo que lleve a un ciclista que baja mal a ser un experto, ni a pasar un calvario en el pavés o el plano a atacar en dichos terrenos. Froome no deja nada librado al azar, y así como progresó en dichos apartados, se pueden citar otras evidencias, tales como la cantidad de veces que reconoce las cronos antes de partir, mientras los oponentes descansan en el hotel.

Las ganancias marginales deberían dejar de ser motivo de burla, porque el británico ha obtenido beneficios permanentes de las mismas, y no sólo en cuestiones científicas. No es casual que, en días planos y nerviosos, sea vea al bloque negro siempre bien ubicado, sabiendo de dónde pegará el viento y hasta forzando abanicos. Que le pregunten a un zorro viejo como Contador por el 1:33 que se dejó en la etapa 16 del Tour, o al propio Nairo Quintana en el arranque de ese mismo evento pero de 2015.

De los errores se aprende y el ahora campeón de la Vuelta es la máxima expresión de ese dicho. Un último ejemplo pasa por la alineación que lo acompañó en su camino triunfal a Madrid, pasando de estar casi aislado en 2016 al imponente bloque actual.

Eso da pie a otra consideración: en Sky hay un sólo amo y el resto está supeditado a él. Los pedalistas de la formación británica cobran muy bien y, al firmar, saben a qué van (salvo por Landa). Así, “Froomey” se dio el lujo de gozar de dos equipazos en Grande Boucle y Vuelta, fundamentales pero no excluyentes en la obtención de su doblete. Es evidente que, semejante respaldo, resultó vital para explotar sus virtudes, aunque eso no debe opacar las cualidades individuales antes enumeradas.

En definitiva, la última grande del curso se decidió en los muros, no sólo por la diferencia obtenida por el puntero para dosificarse luego, sino por el golpe moral que implicó para todos el verse descolgados -sin excepción y desde los compases iniciales- cuesta arriba, por un atleta recuperado respecto de su versión del Tour. Y eso ratifica que, en realidad, la conquista empezó hace meses, en el invierno europeo, cuando se decidió el cronograma competitivo del vueltómano top del último lustro.

Chris Froome dominó la Vuelta 2017 de punta a punta, concretó el primer doblete consecutivo de un corredor en 19 años y, más importante aún, eliminó cualquier sospecha en torno al posible inicio de su debacle deportiva, algo sugerido por parte del ambiente durante la campaña, cuando no mostraba la cara en carreras preparatorias, otrora ganadas por él con facilidad.

SECCIÓN VUELTA A ESPAÑA

Pablo Martín Palermo

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