Por @pmpalermo
A medida que el Tour de France avanzaba, y con él las etapas de montaña, se profundizaba una tendencia que acabó por ser realidad. Sí, ni Alpes ni Pirineos ni escaladores pudieron desplazar de la cima de la clasificación general a los contrarrelojistas que, aparentemente, ya no son tal.
La situación no es completamente nueva, con Chris Froome dominando cronos y montaña a lo largo de un lustro o Tom Dumoulin maravillando al mundo en el Giro de Italia 2017. Pero el cambio de paradigma se concretó en la ronda gala que dijo adiós hace unas horas.
Basta con mirar la clasificación general, para observar que el top 4 lo componen atletas vinculados a la cabra, ya sea por su estructura física y/o especialización al explotar en el mundo del deporte pedal.
Paradójicamente, estos croners han tomado el poder en una época en la que las cronos son cada vez más cortas y escasas. Pero, pujando por sobrevivir, los rodadores trasladaron su estilo de pedaleo del llano a los puertos. Así, además de sostener sus prestaciones en citas contra el reloj, ahora también controlan en las montañas donde, por contrapartida, los escaladores casi no marcan diferencias.
Ahora bien, ¿cómo explicar esta realidad que amenaza con eliminar a los diminutos grimpeurs de los primeros planos? Consultando a varios expertos, incluidos ex corredores profesionales, la idea general fue la misma: es más sencillo eliminar sobrantes de un cuerpo más fornido y trabajar en la escalada, que conseguir de un organismo pequeño más potencia en el plano. Potencia relativa vs. potencia absoluta.
En ambos casos, termina primando el contrarrelojista. Al reducir masa corporal, se dispara el consumo máximo de oxígeno (VO2máx) con el consiguiente incremento en el rendimiento. Bien realizada la transformación, el mismo cuerpo sigue siendo más potente en el plano y crece exponencialmente ante el desnivel.
Por supuesto, las fibras predominantes en las piernas de los Dumoulin y compañía, seguirán siendo lentas, por lo que su punto débil son los cambios de ritmo. Al menos por ahora, porque ya se han visto ataques de estos colosos, como los del propio Tom a Quintana en Oropa o varios en 2018, ya sea en Giro y Tour. Casi siempre, luego de haber sido descolgado y llegando desde atrás… a ritmo.
¿Y qué pasa con los escaladores?
Sabiendo que perderán siempre sobre la cabra y que ahora los contrarrelojistas incursionan en cimas en las que era impensable verlos tan cómodos, es necesario que los delgados grimpeurs hagan valer esta condición en sus cotos de caza.
Rodando a rueda de Sky, al paso de Rowe, es imposible hacer daño. Durante el Tour se viralizó la idea de que Rowe y Castroviejo escalaban de un modo espectacular, algo bastante alejado de la realidad. La dupla se dedicó a trepar a una marcha cómoda que permitiera al bloque británico llegar lo más lejos posible con la mayor cantidad de gregarios disponibles. Así lo confirmaron miembros de otras escuadras a esta redacción, señalando además, que eran los rivales quienes movían menos vatios de lo normal.
Volviendo al hilo inicial del artículo, fue el vapuleado Movistar quien mostró destellos de lo que debe hacer un equipo sin contrarrelojistas modernos. Rápidamente, recordar las tácticas de puente que iniciaron en los Alpes, donde a los capos telefónicos les faltó coraje y/o piernas luego de los sacrificados esfuerzos de Valverde, Amador o Soler.
Y luego, el accionar de Quintana primero, y de Landa después en Pirineos. Nairo ganó con un ataque desde la base del Portet donde, pese a gozar de cierta libertad por su desventaja en la tabla, exhibió unas piernas fantásticas (50′ a 5.9w/kg). En caso de haber sido neutralizado, Landa iba a rueda, presto para contragolpear. Claro, en los papeles, porque luego el vasco reconoció ir justo.
Otra metodología quedó expuesta en la última fracción montañosa. El vasco saltó desde lejos, a más de 80 km de meta, algo casi impensable en los tiempos que corren. Con gregarios delante, el valiente y verborrágico ciclista se lanzó sin mirar atrás y hasta lideró virtualmente la general. La movida no salió, aunque hubo factores inesperados que atentaron contra él, como el ingreso de Katusha a escena para defender un 10° lugar.
No obstante los fracasos finales, de haber habido más escaladores con piernas y coraje para agitar el árbol desde lejos, otro pudo haber sido el desenlace. Cuanto menos, algo como lo que se vivió en Italia el año pasado, cuando fue el rodador -Dumoulin- quien llegó a la crono conclusiva obligado a remontar, y no al revés, como aconteció en este monótono Tour.
Analizando el top 10 y quitando a Kruijswijk, compañero de Roglic, hubo más de tres minutos entre el último de los croners -‘Rogla’– hasta el mejor de los escaladores -Bardet-. Hasta hace unos años, era impensable que los reyes de las montañas no pudieran meter minutadas en las alturas.
Y, lamentablemente para ellos, Dumoulin se enfocará en la cita francesa la próxima campaña, cuando tendrá apenas 28 años y un bloque ostensiblemente superior a los que lo han arropado hasta ahora. Añadan que Thomas, Froome y Roglic aún estarán vigentes y la victoria de los Bardet, Quintana, Landa se antoja imposible.
Para colmo de males, Egan Bernal, quien amenaza con romper todos los esquemas, corre en Sky. Sí, el colombiano no es un contrarrelojista pero ha demostrado ser superior en los puertos, defenderse sobre la cabra y, sobre todo, tener un coraje que casi todos sus compatriotas echan en falta.
Las cosas pintan mal para los escaladores. Sin importar cuantos miles de metros de desnivel dispongan los organizadores, ni la cantidad de llegadas en alto, o la casi desaparición de las pruebas contra el tiempo, los rodadores han tomado el poder y su hegemonía amenaza con extenderse.
Pablo Martín Palermo
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