Ciclismo Internacional

Análisis: Nairo tiene historia con el viento

Por @pmpalermo

Muchas veces, los estereotipos son acertados. Pero generalizar nunca es bueno y eso podría ser aplicado, por ejemplo, a la capacidad de un escalador para manejarse en los abanicos. Así lo demostró hoy Nairo Quintana, con una soberbia demostración en las rutas de la París-Niza.

foto: Bettini

Y, aunque no es la primera ocasión en que se muestra solvente en “territorio enemigo”, su performance rumbo a Plaisir tiene mucho más valor si se considera el nivel de su nuevo equipo y las condiciones climáticas dantescas que el pelotón padeció.

Nada mejor que rememorar su currículum del género, porque el liviano grimpeur se ganó a pulso el reconocimiento, así como en su momento fue criticado por perder un Tour de France en el viento. Sí, la relación de Nairo con el dios Eolo tiene historia, y de varios capítulos.

Casualidad o no, su salto al estrellato fue -además de por unas piernas monstruosas en la montaña- merced a obra y gracia de la fortuna y las ráfagas. Transcurría la etapa 13 del Tour 2013, cuando Alejandro Valverde tuvo una avería en el peor momento posible.

El viento arreciaba y jamás pudo reintegrarse al pelotón, arribando a una minutada del mismo. No así el rookie Nairo, que ingresó a salvo escondido en el mayoritario, salvó un parcial complejo y luego explotó cuesta arriba, doblegando circunstancialmente a las estrellas de la época para ascender al podio.

Pero, así como le dio, el mito griego le quitó. Su siguiente participación en la Grande Boucle fue en 2015, edición en la que más cerca estuvo de Froome y en la que, guste o no, entregó un enorme porcentaje de sus posiblidades en la etapa 2.

Froome y el Sky brindaron una lección de cómo se rueda en este tipo de días siendo vueltómano, y ya no los volvieron a ver hasta el hotel. La marca quedó en el escarabajo, que desde entonces, empezó a crecer en la especialidad. Porque sí, los abanicos son un arte dentro del ciclismo.

Esa misma prueba también tuvo adoquines, que sin ser lo mismo que los cortes por el viento, tienen un alto componente de similaritud por el modo en que se compite. Y Quintana, agarrándose como pudo al manillar, resistió. Eso sí, estuvo (y Movistar también) recurrentemente mal colocado.

La ronda francesa de 2016 tuvo menos, o casi nada, de estos escenarios. No obstante ello, Quintana sumó algunos cachetazos más que completaron su educación. Froome y Thomas la liaron junto a Sagan en el nervioso camino hacia Montpellier, y por más que la brecha en meta fue mínima, el desgaste físico y psicológico dejó un mensaje: ir mal posicionado merma a cualquiera. El pequeño Nairo tuvo que rodar entre los codos de los velocistas, poniendo en riesgo su integridad casi en cada kilómetro.

No fue un abanico pero casi. No fue él quien lo propició, pero estuvo donde debía. La Vuelta a España de esa misma campaña fue escenario de una emboscada de Alberto Contador a Chris Froome, el ya famoso día del Formigal. Y el castigado Quintana estuvo atento, iniciando un camino favorable en la disciplina. Porque nunca más quedó en offside.

Poco que decir de los cursos subsiguientes. En 2017, estuvo en un corte durante el Giro, con Dumoulin como víctima; en 2018, el tunjano y sus compañeros superaron el pavé del Tour, donde Landa fue el que peor lo tuvo. Nairo, constantemente cerca del “Bala”, no cedió allí lo que sí en su amada montaña.

2019 fue, quizás hasta hoy, la más brillante exhibición del ahora líder de Arkéa en el viento. Aconteció en París-Niza y, claro está, quedó tapada por una sensacional presentación (y título) de Egan Bernal en su primera vez en estas lides. Nairo apenas cedió cinco segundos con su compatriota y principal contrincante en los abanicos del evento. Atento, sólido, en todo momento adelante y bien cuidado por Roelandts y Erviti, Nairo conservó sus opciones de general donde otrora las hubiera perdido.

Y, por último, la jornada que expira en breve. Con ráfagas de viento tremendas, lluvia y un frío que helaba, hizo la carrera en lugar de seguirla de atrás, como hace un lustro. En un parcial loco, en el que muchos especialistas penaron por la dureza y se limitaron a sobrevivir, se codeó con Alaphilippe y Benoot, a la postre los dos máximos animadores.

Quintana salió fortalecido (más que otros de su clase que firmaron el mismo tiempo, como Higuita, Nibali o Pinot), reafirmando sus chances como uno de los principales favoritos a la victoria global. Todo eso, como parte de un Arkéa que, con respeto, carece de la potencia de INEOS, Deceuninck o hasta el propio Movistar.

Nairo tiene historia con el viento. Le dio y le quitó. Aprendió a tratarlo, a quererlo y hasta a usarlo. Porque lo que hizo hace unas horas, sin exagerar, fue una clase magistral de abanicos por parte de un peso pluma diseñado para otras funciones.

Pablo Martín Palermo

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