Por Oscar Trujillo Marín
¿Qué tienen en común Nelson “Cacaito” Rodriguez, Vicente Belda, José Rujano, Domenico Pozzovivo o Esteban chaves?
Que por más que quisieran, no hubieran podido ser pivots de los Angeles Lakers. Bueno, aparte de haber sido ciclistas profesionales en los ochentas y noventas, (algunos están vigentes aún) de ser muy buenos escaladores todos y obtener parciales montañosos en rondas de tres semanas y en grandes vueltas, incluso destacadas figuraciones en la general, aparte de eso… ¡que todos están por debajo de los 165 centímetros de estatura!
En el caso de Belda 1.54m y “cacaito” 1.57m más abajo aún, con físico talla y peso quizás más común y propicio en un Jockey de carreras hípicas. Sin llegar a extremos como los de el español y el colombiano, la baja estatura y poco peso han caracterizado desde siempre al escalador puro en el ciclismo, por razones apenas lógicas que explica la física muy fácilmente y se resumen en que siempre a alguien liviano y que oponga poca resistencia al viento le va a costar menos pedalear en una carretera muy empinada. Pero por esas mismas leyes de la física, su ventaja la pierde en llano o bajando.
Para un corredor muy bajo y liviano, ganar el Tour de Francia se antoja una empresa demasiado complicada. No lo decimos por capricho, y menos manía, lo dice la historia. En cien años largos no ha habido más de un puñado de ganadores que estén por debajo de 1.72m en lo más alto del podio parisino. El Tour es una carrera que exige excelentes condiciones versátiles y destacar no solo en la alta montaña: también en bajada, contrarreloj, a veces pavés, llano con mucho viento; factores para los que, desde luego, una anatomía liviana y baja es una desventaja evidente.
Pero muy cerquita de ellos y por debajo de los 170 centímetros o por ahí, están Purito Rodríguez, Nairo Quintana, Chiappucci, Van Impe… y buena parte de los mejores escaladores natos, puros de todos los tiempos.
Es iluso pensar que Quintana en las tres veces que compartió podio con Froome no hizo hasta lo imposible por ganarle. O que Van Impe cuando fue derrotado por Merckx y escoltó también a Hinault siendo segundo lo hizo por gusto o falta de garra y voluntad. O que a Chiappucci -que no se cansaba de atacar en montaña- le gustaba quedar siempre detrás de Lemond o Indurain…
No, no es así. Es más sencillo. El espigado y completo monstruo de su generación con evidente ventaja en el llano y la crono ante el escalador puro, los machacaba contra el reloj o en etapas llanas de viento y luego le bastaba con estar lo más bajo de peso posible para su mayor estatura, y aprender a subir al ritmo de ellos para cuidar su renta. Por eso, mientras participe en plenitud de condiciones un crack generacional completo, (Anquetil, Merckx, Hinault, Fignon, Lemond, Induraín, Contador, Froome…) el escalador puro bajo y liviano, por muy bueno que sea, no suele ganar. Pero esto hay que probarlo con datos e historia y eso es lo que vamos a hacer.
En la historia del Tour de Francia, el ciclista más bajo en ganar fue Jean Robic, de 1.61m, (la gran excepción, el único reseñado por debajo de los 1.68 de Van Impe) que después de sufrir una fractura craneal corría con casco de cuero, como Peter Cech el ex portero del Chelsea. Era apodado cariñosamente “biquet” (cabrito) y, tras el largo parón provocado por la Segunda Guerra Mundial, fue el primer ganador, en 1947. Disputó 9 Tours entre 1947 y 1955 y ganó seis etapas. Pueden estar seguros que ninguna fue en llano y menos contra el cronómetro. Por cierto, ni Coppi ni Bartali (los super cracks de le época) participaron en esa edición, habían hecho el 1-2 en el Giro de Italia.
Fue una rareza, por supuesto. La estatura mínima que le permita rendir entre los mejores contra el cronómetro y talla mínima -salvo muy pocas excepciones- para reinar en el Tour es 1.74m, y hay numerosos estudios científicos (y unas estadísticas contundentes) que explican el por qué.
La razón, para resumir, es que una estatura muy baja y poco peso dificultan unas prestaciones superiores en la cabra, en etapas de viento, y bajada donde la inercia, la potencia, y el largo del fémur en su función de palanca ayudan a dar más potencia y velocidad. Un Tour de Francia promedio, de 21 fracciones, suele tener 4 etapas de alta montaña, dos o tres de media, un par de cronos planas, y el resto es llano con viento y emboscadas de gigantes rodadores. Ahí el escalador bajo y liviano sufre lo indecible y se suele dejar sus opciones. Y Eso que ahora las cronos con cortas, hasta hace 25 años se programaban contrarrelojs llanas hasta de 70 o más km, normalmente dos por gran vuelta.
Pero ese triunfo de Robic, unido al de Van Impe (1.68) en 1976, Pedro Delgado en 1988 (1.71), Marco Pantani 1998 (1.72) y Carlos Sastre 2008 (1.72) han sido auténticas excepciones para conseguir la victoria en la carrera ciclística más importante del mundo, con diferencia; y así mismo en la prueba por etapas más difícil de ganar por la gran cantidad de corredores top y gregarios de lujo que se presentan en su mejor estado de forma posible.
Puede que a veces o en los últimos años, -casi siempre- el recorrido del Giro de Italia sea más duro, compensado y emocionante, pero es infinitamente más difícil ganar en Francia: por la tensión, la presión mediática, el demencial y estresante ritmo al que se corre desde el primer día, y por encima de todas las cosas, la enorme calidad -no de un par como en Giro y Vuelta-, sino al menos 10 de los mejores y más completos corredores del mundo en plenitud de condiciones y con la ronda gala como más prestigioso y codiciado objetivo.
Sometido a un escrutinio desapasionado y ante las frías cifras, nos vamos a centrar en los últimos 50 años para no irnos a la prehistoria del ciclismo, donde no hay tantos datos completos o fiables-, estos escasos triunfos admirables de corredores muy bajos están marcados por matices nada desdeñables, a un escalador bajo y liviano se le tienen que juntar muchas, demasiadas cosas a favor para llevarse la Grande Bouclé. Veamos los últimos que lo han podido lograr y sus circunstancias.
En 1976 hubo un bache sin un gran corredor completo dominador tomando la salida. No hubo ese año el típico fuera de serie que sube, llanea y contrarrelojea mejor que todos. Merckx estaba ya en inevitable y natural decadencia y ese año ni siquiera participó. Hinault apenas hacía su primera temporada como profesional a los 22 años (en esa época solían debutar más tarde); los dos grandes y máximos rivales posibles de la década, el decadente genio belga y el naciente bretón, que a su vez fueron los mejores de sus respectivas generaciones, no participaron en el Tour de Francia de 1976.
Van Impe, el mejor escalador puro de su época aprovechó su oportunidad sin el monstruo de rigor y se impuso a un veteranísimo escalador ya de salida como Raymond Poulidor, y a otro escalador puro el neerlandés Zootemelk. Muy meritorio sí, por supuesto. Pero si no participa nadie que te vapulee en la crono y suba igual a ti, siempre es un poco más fácil para un grimpeur ganar el Tour. La prueba de ello es que cuando Hinault maduró y empezó a ganar en 1978, desaparecieron los escaladores puros de lo más alto del podio.
Pedro Delgado en 1988, más de lo mismo: se produce un bache en el que Hinault ya se había retirado y los dos cracks más completos de su generación (Lemond y Fignon) no participaron por lesión. Le tocó a Perico jugársela con otros dos excelentes trepadores (Rooks y Parra) y de los tres, sin cocos súper clase que les metieran una minutada en la cabra, el español fue el mejor. Obviamente, al regresar Lemond en 1989, ganando de nuevo, también en el 90; y llegar luego el largo reinado de Induraín, los escaladores bajos volvieron a quedar sin muchas opciones con un par de excepciones -con matices- hasta nuestros días.
En 1998, en el escandaloso Tour de la vergüenza después de ser expulsado el FESTINA entero en la séptima etapa, los cuatro equipos españoles pocos días después dieron la espantada también y se retiraron en “solidaridad” con los buenos muchachos de Zulle, Virenque y compañía, cuyo único delito fue llevar una farmacia itinerante con ellos y más sustancias prohibidas en su sangre que Keith Richards y Ozzy Osborne juntos tras una animada fiesta setentera de tres días con barra libre pócimas mágicas.
Tras la vergonzosa “solidaridad” de las escuadras españolas (ONCE, Vitalicio, Kelme, y Banesto) con las carmelitas del Festina que daban positivo por EPO y demás delicatesen química milagrosa hasta parpadeando, por supuesto que no hubo ningún mal pensado que creyera que lo habían hecho más bien por evitar los masivos controles y riguroso escrutinio de ese bochornoso y tenso Tour, donde efectivamente de las muestras aleatorias recogidas años después dieron positivo por EPO casi 40 corredores, incluida la totalidad del podio y buena parte del top 30.
Todo este caos con un pelotón diezmado, la mosca detrás de la oreja y más mal rollo en el ambiente que una reunión entre Donald Trump y Greta Thunberg, dejó el camino despejado para Pantani, que sin Virenque ni Zulle ni los escaladores españoles para incomodarlo, se impuso ante un desconcertado Ullrich sin vitaminas y Bobby Julich (hasta ese momento apuntado siempre al top 130 en grandes vueltas) que iba pasando por allí, y nunca supo qué diablos terminó haciendo en el podio de París.
Sobra decir que Jullich también dio positivo por EPO en ese Tour. Cuando llegó la alta montaña y al ir todos tan faltos de gasolina extra, con los gendarmes respirándoles en la nuca, que no los dejaban solos ni para ir a mear, Pantani el mejor escalador puro de todos, simplemente exhibió sus naturales y mejores dotes de agresivo grimpeur y se llevó el Tour ante su único rival completo, Ullrich. Que absolutamente incompleto y paralizado por tanto revuelo no pudo rendir igual que el año anterior, que fue mucho más tranquilo para las rutinas de los corredores, sin duda.
De igual forma en 2008, el menudo bajo y liviano escalador de raza Carlos Sastre se jugó su merecida victoria con dos cabras de montaña más: Cadel Evans (que también se defendía muy bien contra el reloj) y Bernard Kohl (éste último fue luego desposeído del tercer lugar por su positivo de CERA durante ese mismo Tour) Contador que era el rey super completo del momento corrió (y ganó) Giro de Italia y Vuelta a España ese año, no participó en esa edición debido al veto de la organización hacia el Astana por el escándalo del curso previo. Los otros dos grandes campeones completos de la década ya se habían retirado: Armstrong y Ullrich. Sastre fue el mejor de una edición sin presencia de croners-escaladores fuera de serie.
Conclusiones: un escalador puro, de raza, liviano y bajo que mida menos de 1.74 puede ganar un Tour de Francia. No ha habido muchos en la historia, pero es posible. Es muy raro, se tienen que juntar muchos factores a su favor: un recorrido afín con mucha montaña, sin pavés y poca crono llana. En lo posible que no participen los reyes completos de su generación -o enfermen en carrera o sufran infortunios-.
Si eres escalador bajo y liviano y te tienes que jugar un Tour con alguien como Hinault, Fignon, Lemond, Induraín o Froome, estando ellos en su mejor nivel, ¡te machacan en la crono y el llano! e incluso, como en el caso de Froome, si te descuidas también en bajada y en tu propio terreno apoyado por un equipo de ensueño. Aún así, el escalador tiene que llegar en el mejor momento de forma de su vida, contar con un excelente equipo sobre todo en llano y un par de lugartenientes excelsos en la escalada como mínimo para tener verdaderas chances.
Estos son los datos de estatura y peso de los más grandes y destacados campeones del Tour en los últimos 60 años, en su máximo momento de esplendor: Jacques Anquetil 1.76 m y 68 kilos. Eddy Merckx 1.82m y 73 kilos. Bernard Hinault 1.77 m y 71 kilos; Laurent Fignon 1.74m y 68 Kilos. Greg Lemond, 1.78 m y 68 kilos. Miguel Induraín 1.88m y 80 kilos. Lance Armstrong* 1.77m y 71 kilos. Alberto Contador 1.76m y 61 kilos. Bradley Wiggins 1.90m y 70 kilos. Chris Froome 1.86m y 70 Kilos. Geraint Thomas 1.83m y 71 kilos. Egan Bernal 1.75m y 60 kilos. (*Vale, sabemos que Armstrong es peor que el diablo para muchos, pero en su momento dominó el Tour y es solo una estadística valiosa para la nota)
Rendir entre los mejores contra el cronómetro en el Tour de Francia es vital, determinante desde hace muchas décadas; tanto como tener potencia para evitar cortes en llano con viento o sortear una etapa de pavés. Eso no es un tema de fe, ni de voluntad, ni de falta de entrenamiento, es simple física, la gravedad también cuenta para ayudar a subir al liviano y menudo pero para perjudicarlo en otros terrenos. En igualdad de condiciones, sin percances mecánicos caídas ni enfermedad un ciclista de 1.68 y 57 kilos como Van Impe, Purito o Quintana, por más que quiera y entrene en el túnel del viento, se deja 3 minutos mínimo en una crono llana de 45 km ante un espigado, versátil y completo crack del momento.
El promedio “ideal” de talla y peso -mirando la lista- de ese crack completo dominador de una generación que le permite rendir de forma excelente en crono y alta montaña, analizando las estadísticas e historia sería de 1.78 más o menos y unos 66kg. Primoz Roglic, ahora mismo por talla y peso, sería el ciclista completo de ruta “ideal”. Pero es evidente que un puñado de centímetros arriba o abajo, también alcanza, la historia lo corrobora. Pero más de 10 cm 10 y kilos por debajo complica mucho las cosas.
El gran problema para los escaladores puros, de raza, livianos de corta estatura, es que estos espigados corredores que se mantienen en un peso muy bajo aprendieron a punta de avances tecnológicos y entrenamiento de última generación a subir igual -y a veces mejor que ellos-. Mientras, los siguen vapuleando en llano y crono, un apartado donde al escalador puro por su talla y báscula le queda imposible igualarlo.
Quintana, en un esfuerzo solitario en llano de 40 km, así haga la crono de su vida, estaría tres minutos más lejos que el Induraín, Hinault o Froome de turno. Aún así, si fuera imposible, no les habría mostrado esas 5 excepciones. Eso sí, se tienen que conjugar todas las variables a su favor para que un escalador suba a lo más alto del podio en París. Si hay un año con recorrido favorable para los escaladores es este, pero para soñar con una victoria, los cinco o seis gallos completos (Roglic, Thomas, Bernal, Froome, Dumoulin…) en contienda tendrían que fallar todos a la vez. Llegando igualados a la última crono la victoria iría para un corredor completo.
Oscar Trujillo Marín
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