Por @pmpalermo
Apenas se conoció su decisión de participar en el Giro del centenario, desde esta redacción afirmamos que era un error de cara al Tour pero que el escarabajo era el favorito número uno a ser campeón porque, físicamente, estaba un escalón por encima de los adversarios que allí tomarían la salida.
Además, después de Nibali, era el que más lauros ostentaba en grandes vueltas y, excepto por Froome, es el corredor más poderoso del pelotón mundial actual. Eso, en lo que la mayoría coincide aunque con algún matiz, hizo que el sudamericano fuera el eje del Giro.
Todos los ojos se posaron sobre él y también las exigencias. Y en el arranque no decepcionó, con un recital en el Blockhaus, brillantemente arropado por Movistar, donde envió un mensaje de amenaza que, lamentablemente para sus intereses, luego se diluyó.
Lejos de ir a más, el boyacense se desinfló progresivamente, luciendo terrenal al lado de corredores a los que otrora hubiera dejado tirados cuesta arriba sin dificultades, o respondiendo con lo justo los contragolpes de escaladores con capacidades menores.
Ahora bien, fue Quintana el que no marcó las diferencias usuales en su terreno y eso no es culpa del campeón. La aclaración cuenta para quienes apuntan a un recorrido con mucha crono y dejan de lado la brutal acumulación montañosa mencionada más arriba. Los mismos que, durante meses, pidieron a gritos que el pupilo de Unzué priorizara el Giro, sabedores que pasaría por Apeninos, Alpes, Dolomitas y las montañas del Friuli y del Véneto, tocando alturas cómodas para el “Cóndor” donde los europeos sufrirían un calvario.
No obstante ello, esperó en el Etna, fue batido en Oropa y se contentó con seguir la estela de la Maglia Rosa en Pontivei cuando sus ofensivas fueron neutralizadas. Poco para un campeón como el sudamericano (el corredor más importante en liza), que encima no tenía margen de maniobra con 70 kilómetros cronometrados en su contra.
Nairo acudió al Giro sabiendo lo que le esperaba y es su problema, sobre todo considerando que en julio aguarda el Tour con menos crono de la historia. Por algo hablamos en su momento del doblete como la peor equivocación de Quintana en la programación 2017.
Para acabar con las excusas en torno al trazado y entender que las piernas del colombiano no estuvieron finas, vale la pena recordar que, en el Giro de 2014, era 6° a 3:29 luego de la monumental crono de 42.2 km ganada por el puntero, Urán. Para la etapa 18, antes de la cronoescalada, el de Cómbita ya aventajaba a su compatriota en 1:41 y, finalmente, sería campeón con 2:58 de margen, es decir, que recuperó 4:18 en la montaña pura y 6:28 en total.
Dicho esto, queremos señalar que él es humano y, ya sea porque enfermó (afirmó haber tenido fiebre), la caída o un fallo en su preparación, careció de la explosividad de siempre. Los que no lo ayudan están en su entorno, con declaraciones como las que hizo Arrieta al colega Carlos Arribas.
En ese sentido, la teoría del director de los azules y los planes de su entrenador se fueron al tacho por las incidencias sucedidas, que impidieron un progreso en su condición pensando en la semana conclusiva y en la Grande Boucle.
Probablemente, de haber estado en plenitud de facultades, Nairo hoy vestiría de rosa pese a las cronos, porque tenía todo para duplicar rentas en las trepadas y ceder menos contra el reloj. Pero eso nunca lo sabremos y sería restar méritos a quien hizo todo bien, desde los entrenamientos hasta llegar a Milán a tope.
Sería interesante que sus técnicos analizaran la posibilidad de estar cometiendo alguna equivocación. Casi sin excepción, de 2014 a la fecha el escalador cafetero enfermó en las grandes, en tanto que otros jamás padecen ni un resfríado. ¿Salud frágil? ¿Exceso de actividad previa? ¿Mala suerte? Sólo ellos tienen la respuesta.
En cuanto a Movistar, formación normalmente conservadora a la que hemos criticado en el pasado, hay que sacarse el sombrero. Corrieron muy bien, seleccionando el lote, preparando puentes o lanzando a su capo, que no tuvo el resto necesario para rematar.
Subcampeón en un evento brutal -la 3° edición más rápida de la historia- que cerró con una excelente performance sobre la cabra, Quintana no debe arrepentirse de lo realizado si fue lo máximo que pudo hacer. Es más, hay que resaltar que su nivel de base es altísimo si sigue acumulando podios aún en sus jornadas más terrenales.
Nueve Grandes Vueltas disputadas, seis en el podio final y dos de ellas en lo más alto, son estadísticas que hablan por sí mismas. Con lo bueno y malo que implican, porque luego es lógico que se le exija en consecuencia.
Párrafo aparte de cara al Tour, donde otra será la canción, porque salvo un milagro que cambie los paradigmas del ciclismo moderno y limpio, echará en falta la frescura que dejó sobre el asfalto italiano. Allí lo aguarda un Froome descansado, quien probablemente sea el que consiga un doblete en 2017, si repite la campaña 2016.
Pablo Martín Palermo
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