Por @amatiz12
Hace un tiempo se especulaba con la posibilidad de que Tadej Pogacar probase suerte en el Tour de Flandes, más que todo, por lo que significa el esloveno actualmente, lo que puede impactar en la historia del ciclismo y por ya haber estado enlistado para participar allí en 2020, realidad que entonces no se concretó. Pero ahora, siendo de entrada un hecho y conociendo las implicaciones de asistir a RVV, la opinión queda en un limbo, al no estar del todo claro si la imagen que está construyendo ‘Pogi’ como ciclista compensa el riesgo de participar en el monumento flamenco.
Y la respuesta a este cuestionamiento será más contundente una vez se sepa cómo resultó su experiencia allí. Por lo tanto, lo más apropiado es comprender los pros y contras de la decisión, para al menos formular una postura inicial, más no definitiva.
¿Puede ganarlo?
Interrogante indispensable para dimensionar esto. Sin llegar a ser una certeza igual a que si se pregunta eso con un Tour de Francia, es posible afirmar que puede ganar Flandes. Quizá la principal referencia que él tenga sea la de Alaphilippe, Valverde o Nibali, que cuando se animaron a ir al adoquín belga, tuvieron una presentación decente con todas las contras que habían de por medio, en especial con el peso, que siempre aparenta ser un condicionante, pues es fundamental para tener esa potencia y explosividad requeridas para brillar allí.
A base de datos extraoficiales, Tadej pesa 66 kg, que por ejemplo, son 10 menos que el vencedor de 2021, Kasper Asgreen. Notoria diferencia y partiendo además de que al no ser RVV la mayor prioridad de su calendario, no va a subir todos esos kilos, por lo que la afrontará siendo un rutero ligero. Para alguien así de liviano, ya se ha visto que es posible estar adelante contra esos tractores que se devoran esos muros produciendo más vatios con más facilidad.
Se ejemplifica con los protagonistas mencionados. El arcoíris estuvo en el corte bueno en 2020, hasta que el choque contra la moto acabó con sus opciones, en 2021 fue pieza clave del título de su compañero danés. El inagotable murciano culminó 8º en 2019 tras arribar con el grupo persecutor más cercano a Bettiol. Y el ‘squalo’ fue agresivo en 2018 y acabó 24º, aunque hay que recalcar que fue reventado por el campeón aquella vez, Niki Terpstra.
Todos ellos pedalistas versátiles, con esa fogosidad y agilidad necesarias para desempeñar un buen papel en esas complicadas carreteras, pero con una gran diferencia sobre la joya eslava. Ninguno la disputó en su prime, cuando tuvieron su techo o algún rol dominante, contrario a un Pogacar que en un espléndido estado de forma, puede tener un margen mayor para sobresalir mucho más a comparación de francés, español e italiano.
Ahora bien, eso no más por lo físico. Ya después la cosa se antoja más complicada por la influencia estratégica de la carrera, donde influye mucho el tener buena lectura de carrera, un golpe de suerte y de paso un buen equipo, fortalece que no respaldaría al doble dueño del amarillo en esa aspiración. Debe rebuscar sus chances solo y siendo muy listo para determinar qué movimiento seguir, y cuál no. Es un juego muy complejo, donde las probabilidades de éxito son impredecibles.
Aparte, no es que el de Klanec goce de un amplio historial con el adoquín. En su registro aparece una participación en la París-Roubaix Juniors, donde fue 13º en 2016. O el reciente Mundial, con uno que otro paso empedrado, que casi que ni contaría, puesto que la baza ese día era Mohoric. No existe una base sólida de donde partir, aunque conociendo de antemano su habilidad sobre la bici, su seguridad y la explosividad que domina plausiblemente, se prevé qué tiene el material elemental para hacer algo destacable.
El inminente riesgo de las caídas
Este es el punto adverso de que haga el intento en Flandes. Este tipo de competencias comprometen mucho el nerviosismo, la concentración, el saber tener la pericia para rodar en grupos numerosos en carreteras estrechas y por supuesto, el poseer esa suerte de no verse enganchado en algún accidente. Y reitero, Pogacar no es torpe con la bici, pero en especial en estas pruebas belgas, en ocasiones las caídas son algo inevitable.
Acá se asume el riesgo de que un incidente de esos, perfectamente puede enredar el tercer asalto a la Grande Boucle. En el peor de los casos, que derive en una serie lesión de la que no se alcance a recuperar antes del Tour, o en uno muy predecible, que le implique quedarse sin competir uno o dos meses y así altere su preparación, quedando sin garantías de llegar en óptimas condiciones a la ronda gala.
Por algo es que en esta época moderna, ningún vueltómano con serios compromisos se anima a ir a Ronde van Vlaanderen o una cita de ese estilo. Prefieren minimizar los riesgos de caída e ir más a la fija con certámenes que impliquen una menor probabilidad de sufrir ese tipo de adversidades. Por supuesto que este chico de 23 años no arriesgará al máximo y tomará las precauciones posibles, para salir limpio del tanteo.
Ser diferente
Al final este camino está regido por el deseo del ciclista en ser diferente, alguien único. Algunos mencionan que lo hace como una especie de preparación para el pavés del Tour -que puede ser un motivo-, no obstante, sí considero que para él pesa más el explorar al máximo sus límites, que la propia utilidad que tenga la prueba para la defensa de su corona.
Toda la explicación otorgada, que muestra los múltiples retos y riesgos que conllevan el correr Flandes, es la que engrandece y habla toneladas sobre la imagen de Pogacar. Un tipo que en pleno tope de condición, consciente de que puede engordar fácilmente su palmarés enfocándose en otras carreras y que igual decide ir a probarse en una competición de un contexto totalmente ajeno a él cuando por ahora no lo necesita, merece ante todo admiración y respeto.
Racionalmente no sonara como la más apropiada de las opciones, pero precisamente el quebrar esa barrera lógica y entender el ciclismo como un concepto de diversión y descubrimiento propio, muestran a un ciclista especial. Al final son esas cosas las que el aficionado demanda, que haya alguien que lo saque del libreto tradicional y abra nuevos horizontes, que haga lo que para otros mortales es inverosímil. Grato que desde tan joven busque salir de la duda.
La posibilidad de triunfar es compleja, pero es posibilidad. No muchos tienen el privilegio de partir con chances en tantas carreras, así que mejor aprovecharlo, siempre reconociendo las gestas que Pogacar intenta cosechar y rogando que no le salga el tiro por la culata en términos de caídas. Hay contingencias, pero el intento vale la pena.
Alejandro Matiz
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