Por Oscar Trujillo Marín
Acaba la segunda semana del Giro de Italia 2023 con un halo de decepción generalizado difícil de ocultar. Mucho tendría que ocurrir en el último tercio para que esta edición de la ronda transalpina no sea recordada como la más triste, lamentable y de menos protagonismo por parte de los corredores llamados a luchar por la victoria final. Nunca los grandes medios especializados de los países con tradición ciclista tuvieron una lectura tan unánime acerca de un “espectáculo” tan vacuo.
Cuando el público asiste a cine o un festival de rock, no lo hace por ver a los extras, a los actores secundarios con relevancia mínima en la trama o teloneros anónimos con presencia testimonial que tocan a primera hora de la mañana. Se valora su presencia, se les desea suerte, se les reconoce que animan y entretienen mientras aparecen los estelares, pero poco más. Si no actúan las cabezas de cartel los asistentes se sentirán, con razón, estafados.
La gente va por Meryl Strep, Jessica Chanstain, Al Pacino, de Niro… o similares dependiendo el género, y, esperan de ellos que desplieguen su arte en cada fotograma que aparezcan en escena dándolo todo, conforme a su historial, caché y enorme talento. Bueno, en el Tour de Francia, Vuelta a España y Giro de Italia nunca ha sido diferente. El gancho y objetivo de esta edición era ver la lucha de Thomas, Remco, Roglic… y quienes aspiran a ocupar su lugar en la élite. Con todo el respeto del mundo, la gente no se conecta a la trasmisión para ver como Gavazzi o Tonelli luchan por mantenerse en la fuga cuyo pelotón desentendido marcha a 15 minutos.
Cuando lo más destacado de una semana a nivel noticioso en una prueba de tal calibre son los rifi rafes y puyas entre el mánager de un equipo (Vaughters, del EF) y un par de corredores que se disputaron con estilos antagónicos una etapa, es que el listón de emociones deportivas anda en el infra fango.
Se agradece que la poca acción reseñable se haya podido encontrar entre combativos y voluntariosos ciclistas de esta segunda y tercera línea de profesionales. Aventureros, gregarios (del equipo “B”, los del “A” siempre los reservan para el Tour) algunos ya sin líder y caza etapas, que al estar muy lejos en la general -y con el abúlico beneplácito del lote- se han jugado a muerte cada fuga que ¡siempre llega! cada etapa. Bien por ellos, honrando su profesión, cumpliendo con los patrocinadores, ofreciendo dignidad y decencia ante los espectadores y aprovechando su cuarto de hora, como diría Warhol.
Bien por Nico Denz, un fiel escudero que, en circunstancias normales, si su líder no fuera fumando con los demás en el lote, jamás hubiera mojado, ha sacado petróleo en sus dos escapadas. Admirable la constancia y motor de Tom Skujins, Pinot (viejo rockero que cuando está sano, siempre va a la ofensiva) De Marchi, Derek Gee (corredor versátil muy interesante) maravilloso despliegue de valentía y calidad de una de las revelaciones de esta temporada (Ben Healey) Loable el coraje de Rubio al reincidir en el esfuerzo ¡tres veces! obtener una etapa y descontar los 11 minutos que perdió en el día malo. Su esfuerzo le da chances de luchar por un top 10 y, con suerte, llevarse el jersey de la montaña. Aunque no lo consiguiera, y pagara el precio de su osadía, ya sería una gran confirmación de su talento para cazar etapas de montaña, con lo mostrado en los Emiratos en febrero y en lo que va de carrera.
Mención de honor para McNulty, Cepeda, que han tenido su mejor actuación en una grande. Ellos y algunos coequiperos que los acercan o ayudan dentro de las fugas han sido lo rescatable. Como equipo, las palmas se las lleva una formación “modesta” comparada con las de más presupuesto, el EF Easypost, protagonista casi todos los días con varios nombres. Los hombres de Vaugthers, por suerte, han recogido los frutos de su audacia, agresividad y tesón.
Sin embargo, esta lucha -en etapas con nula implicación de los capos-, con total indiferencia de las escuadras más poderosas, (da igual que sea montaña, quebrada y o llano) con unos hombres de la general ausentes en plan ciclopaseo cada día, no es lo que se espera de una gran vuelta. Quizás como excepción o descanso circunstancial en una etapa de transición si, más no como norma diaria. Para eso tenemos un variado calendario de clásicas, pruebas de un día, extendido a lo largo del año donde se suelen apalear en plan guerrillero y medir corredores (salvo pocas excepciones) sin cualidades ni opciones para la general en esfuerzos de tres semanas. Enhorabuena por ellos, que son de los únicos que han corrido con ambición. Los favoritos siguen sin atacarse y menos hacerse diferencia. Es como si en un combate de boxeo a 15 asaltos, los contendientes hubieran consumido diez mirándose a los ojos y bailando el lago de los cisnes. No vaya a ser que se rompa la dulce armonía.
De cara a la tercera semana y en coherencia con la “fiera” y trepidante actitud de los vueltómanos especialistas, las expectativas no son nada halagüeñas. Los candidatos al podio -o top 10- hasta ahora han hibernado con una disciplina digna de niños de jardín infantil formados rumbo al parque tomaditos de la mano. Ellos, tienen las credenciales, talento contrastado en carreras de tres semanas, deberían pelear el podio y la general… en algún momento… suponemos. Ojalá antes de llegar a Roma. Visto lo visto con esa actitud tan conservadora y soporífera, no se pueden esperar mayores alardes ni derroches.
Ganará alguno con el mínimo esfuerzo posible, quizás Roglic o Thomas, un corto acelerón al final del último puerto relevante o una contrarreloj inspirada antes del cierre. Bienvenidos a este ciclismo posmoderno pródigo en tecnología y carente de alma. Donde la actitud agresiva y ambiciosa en carrera es anatema. Si esto sigue así. quizás sea bueno plantear hacer amables circuitos bajo techo, (muchos jeques árabes estarían encantados) con aire acondicionado siempre a 18 grados, bajadas suaves y pendientes mesuradas. El miedo a defraudar el límite dictado por el potenciómetro y esa costumbre tan fea de correr a campo abierto se está cargando el principal deporte… a campo abierto.
Un ciclismo cada vez recortado en kilometraje, cosa que se agradece respecto a las salvajadas de hace 50 años; con más concesiones a los corredores y mayores ayudas en equipos e indumentarias adecuadas que, no obstante, ha hecho de la reserva y la resignación un espectáculo de suspenso que nunca tiene desenlace, que no llega a ningún lugar. Un “espectáculo” deportivo que ha convertido en virtud el triste arte de guardar fuerzas siempre para un mañana incierto. Un ciclismo en grandes vueltas donde, citando la letra de “según el color” de Ruben Blades, “todo es relativo / para todo hay excusa o motivo…” Más aún cuando se trata de argumentar el absurdo de por qué la competencia por ser el mejor se ha convertido tan solo en esperar con paciencia cuál de los rivales cae en desgracia o se derrumba primero… por su propio pie, solo.
Oscar Trujillo
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