Ciclismo Internacional

El discreto ocaso del gran Richie Porte

Por Oscar Trujillo Marín

En menos de diez días se abre oficialmente la temporada ciclística del World Tour. Como siempre, desde hace ya varios años, en territorio australiano. El Tour Down Under dará el pistoletazo de salida para las 19 formaciones de la máxima categoría.

Quizás, junto a Rohan Dennis, el corredor aussie más importante -en ruta- de los últimos años ha sido Richie Porte. El tasmano es uno de esos raros ejemplos de ciclistas “tardíos” es decir, corredores que se iniciaron a una edad algo mayor para la media; y que vienen provenientes de otras disciplinas deportivas (como Roglic del esquí de saltos o Evenepoel del Fútbol) saltándose la evolución natural en categorías inferiores, y no obstante, dando excelentes resultados desde el principio.

En su caso, Richie venía del Triatlón. A los 21 años se inscribió para participar por primera vez en una competencia exclusivamente ciclística en su Australia natal. Y hoy, ya próximo a cumplir los 35, apura sus últimos cartuchos en la máxima categoría después de un par de temporadas para olvidar.

En 2010, con 25 años se hizo un hueco en el Saxo de Bjarne Riis, gracias a sus destacadas actuaciones en carreras menores, sobre todo en territorio italiano. En su primera campaña prometía mucho, y lo corroboró con creces. Ganó una etapa en el Tour de Romandía, (una crono para ser más exactos) y fue séptimo -y mejor joven- el en Giro de Italia.

Alternó estos magníficos resultados -para un neoprofesional-, con servirle a Alberto Contador como voluntarioso gregario. Abandonó el Saxo en 2011 y recaló en el poderoso Sky que estaba formando Brailsford para el 2012. Año en que se partió la historia del Tour en dos, y empezó la tiránica hegemonía del “dream team” con bandera británica por todos conocido.

En sus cuatro temporadas en el Sky, el australiano se destacó como gregario de lujo de Froome para el Tour de Francia. Y se especializó también en ganar con suficiencia, durante la primavera europea,  vueltas menores 2.1 y WT, de las cuales cosecha seis victorias generales y varios podios: 2 París Niza, una Vuelta a Cataluña, una a Romandía, una a Suiza y un Tour Down Under. Esta última, prueba (la de su país natal) en la que se hizo un auténtico especialista en vencer en el corto repecho de Willunga Hill, etapa “reina” que ha ganado en seis ocasiones.

Mientras tanto en 2013 y 2015 fue la mano derecha y el último hombre en la montaña para su amigo Froome en la gran ronda francesa, demostrando un poderío en las cuestas, incluso muchas veces superior al de su mismo jefe de filas. Tanto, que buena parte de la victoria del keniata en el Tour de 2015, se la debe al fantástico trabajo de Richie en los momentos en que Chris flaqueó en la alta montaña.

En esas circunstancias y con su aura de corredor super completo que hacía grandes cronos con Sky, subía -y llegaba- casi siempre con Froome y los mejores -pese a vaciarse como gregario- para el 2016 abandonó la disciplina británica para ser capo absoluto de BMC en grandes vueltas, y por supuesto, para la ronda gala.

Las casas de apuestas, y la prensa especializada, luego de su usual buen inicio de temporada brillando en vueltas menores, lo empezó a dar como favorito. Y ese año, en efecto, en el Tour demostró ser el hombre más fuerte de todos en la montaña. Pero cuando disfrutaba de la mejor forma de su vida, una moto de la organización lo tiro en pleno ataque en el infernal ascenso del Mont Ventoux (el día de los 400 metros “planos” de Froome corriendo cuesta arriba) Aunque, infortunios aparte, y tras haber perdido 1:45 en una avería durante la primera semana, logró terminar quinto en la general.

Ese año, por desgracia para él, también empezó su leyenda negra de gafado, de salado; su serie de catastróficas desdichas, caídas decepciones y contratiempos que desde entonces no abandona. Eso, a pesar de haber vencido en un par de vueltas de una semana (Suiza y Romandía 2017, su última temporada más o menos rescatable para su cartel y caché).

El gran problema de un vueltómano por bueno que sea, es que si no se lleva al menos una grande (Giro de Italia o Vuelta) sus triunfos en rondas menores se irán devaluando, ya al final de su carrera: se olvidarán, sabrán a poco. Y si no gana el Tour de Francia, no entrará al selecto Olimpo de los elegidos.

Richie Porte, un tipo simpático, super profesional, risueño, muy educado; poseedor de unas condiciones demoledoras para el ataque en forma de rush sostenido en cuestas cortas, perfectamente capaz de “esprintar” -en sus mejores tiempos- un par de kilómetros sin descansar, parado en los pedales en Paracombe o Willunga hills, capaz de pasar muy bien la alta montaña, de hacer cronos muy decentes, -incluso algunas destacadas-. Un tipo con un enorme potencial y fondo para las grandes vueltas que, con todo y eso, probablemente terminará su carrera de vacío: sin haberse subido jamás al podio de una grande. Y lo que es peor, sin haber siquiera estado cerca de ganar ninguna. Esto a pesar de haber sido siempre muy bien valorado durante casi un lustro por crítica y aficionados como uno de los mejores y más completos vueltómanos del pelotón.

Durante el Tour pasado, sin problemas físicos declarados por él o su equipo, ya defendiendo los colores del Trek, dejó ver que hay una camada de jóvenes con demasiado brío y poderío a la que ya no le puede seguir el paso en la alta montaña. Y que, incluso para los que aún se destacan de su generación -o alguno mayor- (caso Valverde, Thomas, Urán y Kruijswijk, los cuatro top 10 en el pasado Tour, y ya también por encima de los 33 años) le superaron con facilidad.

Una prueba más de que para cosechar la gloria en grandes vueltas no sólo falta trabajo, disciplina, enorme fondo y grandes condiciones físicas: también hace falta un caprichoso componente de azar que sólo toca a algunos privilegiados.

La historia la escriben los vencedores y, salvo milagro este año en Francia, en el futuro Porte, -uno de los mejores vueltómanos de la década -y de su generación- no aparecerá en el podio de ninguna grande.

Nadie duda de las excelentes condiciones y nivel de Porte por más de 5 temporadas, pero quizás, como tantos otros que son seducidos por el poderío económico del antiguo Sky -hoy Ineos-, sus mejores años, -del 2012 al 2015, en los que estaba pletórico de forma y con grandes opciones para ganar una cita de tres semanas- se consumieron tirando del tren para otros; y cuando quiso reclamar lo suyo… ya era tarde.

Oscar Trujillo Marín

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