El Tour de Francia cumple años: ¿Por qué es la carrera más grande e importante del mundo?

Por Oscar Trujillo Marín

El Tour de Francia cumple años hoy y vamos a hacerle un pequeño homenaje mostrando por qué es -con abismal diferencia- la más importante de las competencias ciclísticas mundiales.

La ronda gala es el equivalente de los Juegos Olímpicos y el mundial de fútbol en un solo evento para el ciclismo profesional. El máximo prestigio posible, la más grande vitrina y la competencia donde se reúnen los mejores en cada puesto en su más alto pico de forma.

Por no hablar de que es la competencia deportiva que supone más del 70% en los ingresos de retribución de publicidad para las marcas que patrocinan los equipos. Cada año, más de 600 medios mundiales, 2000 periodistas desplazados a territorio francés y miles más en los set de retransmisión de cada cadena local, lo acreditan como el tercer evento deportivo de repercusión mundial solo por detrás de las citas olímpicas de cada cuatro años y el mundial de fútbol.

La competición es seguida por 3500 millones de televidentes más los usuarios de otras plataformas tecnológicas. Su señal se vende a 130 países donde se retransmite en directo. Al menos 100 canales de todo el planeta emiten unas 6500 horas por edición. Desde luego, las cifras de cualquier otra prueba ciclista no solo palidecen, sino que están muy lejos de la colosal dimensión del Tour.

Su origen se remonta a 117 años (que se cumplen hoy) atrás; un delirio loco para impulsar la venta de un periódico francés fue el detonante del nacimiento de un mito. 1903 vio su primera edición, solo 6 etapas de 400 km cada una, con un día intermedio de descanso. Fracciones de 18 horas y comisarios de incógnito para evitar la inmemorial proclividad a la trampa de la humana condición.

En el palmarés de países por número de victorias, Francia es la primera, con 36 ediciones ganadas, seguida de Bélgica (18) y España (12). Solo Froome nacido en Kenia, Lemond en los Estados Unidos, Evans en Australia y Bernal den Colombia han roto la hegemonía europea.

La cantidad de negocios que se hacen cada verano durante la prueba, la cantidad de millonarios que se mueven en coches VIP, que siguen la carrera como invitados o se reúnen al final de las etapas en los hoteles mueven más dinero con diferencia que cualquier economía de un país pequeño.

El impacto a nivel turístico en pleno verano en Francia se estima que atrae cada año a dos millones de turistas que, junto a 10 millones de franceses, suelen seguir la carrera a pie de carretera dejando unas ventas de escándalo por donde quiera que pasan, salen o pernoctan, en tiendas, transportadores, agentes turísticos, restaurantes y hoteles.

La caravana publicitaria que lo acompaña está compuesta por unos 180 vehículos y 700 personas que reparten a lo largo de los 21 días, 18 mil objetos de obsequios en forma de marketing sobre ruedas. Su página web es seguida durante la competencia por unos 40 millones de visitantes diarios. 28 mil agentes de policía se encargan de que todo funcione como es debido.

Los premios en que se reparten no tienen comparación en el resto de pruebas. Ganar una etapa significa cobrar 11 mil euros. Ganar la camiseta por puntos de la regularidad supone 130 mil euros. La de la montaña 112.000. El mejor joven 20 mil euros. El ganador final, que puede acumular más dinero por sus posiciones en cada etapa, en la clasificación de la regularidad, montaña etcétera y al final se lleva 500 mil euros. El segundo 200 mil y el tercero cien mil. Pero eso no es todo, los primeros 15 en la general y el resto de clasificaciones y fracciones también ganan dinero. Para el mejor equipo el monto es de 58 mil euros en el podio de París, más 2800 que se suman tras cada etapa que lideren el ranking.

Hablando en lo estrictamente deportivo, es el máximo objetivo de los mejores corredores del mundo en cada posición (caza etapas, escaladores, sprinters, croners, hombres para le general, gregarios, puncheurs etc) y todos llegan en su mejor y más trabajado pico de forma, seleccionados con escrúpulo por sus directores para aspirar a la más alta difusión de marca posible.

Si alguien opta a la general se encuentra con mínimo los dos mejores vueltómanos de cada escuadra. Mientras que el Giro o la Vuelta se la pelean siempre dos o tres grandes nombres del pelotón mundial, entre el resto de jóvenes y corredores de menor jerarquía, al Tour asisten cada año -al menos- 10 o 12 nombres con el mejor palmarés contrastado condiciones experiencia y pedigrí en esfuerzos de tres semanas, para a poco que la carrera se les ponga de frente, lograrlo.

Aunque se escuche a veces que los recorridos del Giro son más bonitos y compensados, o hay “más emoción”, quizás por la misma anarquía y falta de poderío en los equipos que asisten para controlarlo, al Tour van los mejores y eso se nota. No es tan fácil dinamitar la carrera. El nivel de los gregarios es muy alto. Otra cosa es la dureza que la da el nivel de los participantes -parejo por lo alto- y el infernal ritmo de carrera cada día hasta en la más anodina de las jornadas que en el Tour es brutal. Ganar una etapa en la ronda francesa salva la temporada de cualquier equipo y por supuesto corredor. Esto hace que la pugna por cada puerto de montaña, cada sprint intermedio, cada parcial sea encarnizada.

Para no ir más lejos, en la pasada edición ganada por Bernal, sin ser ni mucho menos una de la más rápidas el promedio de la carrera fue de 40.44 km/h. -2.11 km/h es la diferencia entre el primer y el último clasificado. 57,202 km/h del Jumbo Visma en la crono, es la segunda velocidad más rápida en una contrarreloj por equipos en la historia del Tour de Francia, aunque eso pudo ser una coincidencia favorecida por factores múltiples.

43,5 km/h fue la velocidad media de Peter Sagan para obtener su séptima camiseta de los puntos. En la etapa séptima del Tour, Dylan Groenewegen esprintando llegó a alcanzar los 74,1 km/h. El rey de las fugas largas, De Gendt cuando ganó su etapa, la 8ª etapa dejó la marca de su promedio de 39,96 km/h a lo largo de los 200 kilómetros fugado. Impresionante.

Thibaut Pinot completó los últimos cinco kilómetros de la durísima ascensión al Tourmalet a una velocidad media de 21,2 km/h. -En la 18ª etapa Nairo Quintana estableció el récord de ascensión del Galibier a una media de 26,5 km/h, mientras que Nils Politt alcanzó en el descenso la velocidad más alta del Tour: 101,5 km/h.

Egan Bernal fue 2,6 km/h más rápido que Julian Alaphilippe en los últimos seis kilómetros del Col de l’Iseran, con el plus de dificultad de estar por encima de los 2200 metros en lo que terminó siendo su asalto definitivo a la general.

Como si esto fuera poco, a nivel de excelencia de los participantes, trepidante y estresante ritmo de carrera, dinero movido en premios, turismo, y negocios es un icono identitario y cultural orgullo de los franceses, a la altura de su Torre Eiffel, la Marsellesa, o la catedral de Notre Dame… es algo que está en el corazón de esta nación que se identifica plenamente con el Tour y hace parte de lo más profundos de sus raíces e idiosincrasia.

Se han escrito cientos de libros a lo largo de estos 117 años acerca de la gran carrera francesa, además de decenas de películas y documentales. Se han hecho canciones aposta para el Tour, como mencionábamos en otro artículo hace unos días, incluso emblemáticos grupos del punk como Buzzcocks o de la electrónica como Kraftwerk.

Por todo esto y mucho más, el Tour de Francia es la carrera más grande, importante, más difícil de ganar, la más prestigiosa, la que mejor palmarés en sus campeones acumula en su larga historia, la más mediática y la prueba que supone el máximo honor posible para un corredor profesional. ¡Enhorabuena Grande Boucle!

Oscar Trujillo Marín¿Te gusta lo que hacemos? seguínos en Instagram y TwitterSumate en facebook: Ciclismo Internacional

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