Elia Viviani y como intentar ser ciclista mientras tu país colapsa - Ciclismo Internacional

Elia Viviani y como intentar ser ciclista mientras tu país colapsa

Por Oscar Trujillo Marín

En “la Peste” de Albert Camus, un grupo heterogéneo de personas confinadas en una ciudad (Oran en Argelia) bajo el devastador efecto de una plaga, puesta en cuarentena y aislada para todos efectos con el resto del mundo, intentan dar su mirada cada uno de como sienten la epidemia, cómo les afecta, buscan solidaridad en las condiciones de miedo paranoia y zozobra más extremas. Lo que no se nombra no existe.

El símil viene a cuento por que, se quiera o no y guardando las proporciones, Italia entera está en cuarentena por culpa de un virus. Elia Viviani ha sido el primer corredor profesional que ha mostrado el lado más humano, más vulnerable de este negocio ¿Puede uno concentrarse para intentar ser competitivo mientras una amenaza incierta se cierne sobre su casa y patria, sumiendo a todo el mundo en la más absoluta incertidumbre y con el respectivo temor a lo desconocido añadido?

“Es difícil, si no imposible, permanecer enfocado en una carrera cuando mi país está pasando por un momento realmente complicado, con decisiones drásticas para evitar la expansión, continua de un problema de salud grave” publicó esta mañana en su cuenta personal el sprinter italiano, cuyo presente, de momento, en su nuevo equipo Cofidis es igual de oscuro que el panorama que se divisa en Italia y amenaza con extenderse por toda Europa y por consiguiente el resto del planeta.

Viviani pasó de ser uno de los tres mejores y más ganadores embaladores del mundo en la últimas tres temporadas en el equipo todopoderoso y especialista en esas lides Deceuninck, a no conocer la victoria en lo que va de curso con su nueva escuadra francesa y verse alejado por completo de su anterior protagonismo.

El acoplamiento y natural traumatismo de un cambio de formación, modelos y compañeros ha coincidido con la explosión de la crisis del coronavirus que amenaza, no solo con acabar con la temporada ciclística -aún sin haber empezado del todo-, si no que está afectando, trastocando la vida, economía y rutina de cientos de millones de personas en el mundo ya.

Ni siquiera por su reducida y focalizada tasa de mortalidad en su segmento de edad específico de la población con patologías previas o por carecer de cura, que no es el caso, sino por la saturación de los centros de salud, y las terribles consecuencias de la alarma, el miedo y la especulación de inescrupulosos especialistas en sacar réditos económicos o políticos del caos que tienen a las bolsas del mundo contra las cuerdas.

¿Importa el ciclismo cuando tu familia no tiene libertad de movimiento? ¿Es vital arriesgarlo todo en un sprint cuando en la tele dicen que se han doblado los contagios de un día para otro? ¿Si Italia y un mundo casi en recesión sigue cayendo en números rojos y tus activos pierden un 20% de un día para otro, dan ganas de pedalear cuando ni siquiera pueden garantizarte que vas a terminar la competencia que corres? ¿Ser atleta o ciclista de élite inmuniza contra la angustia propia y los efectos de la incertidumbre y el terror ajeno? ¿Hasta que punto el pragmático profesional puede suplantar a la persona?

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