Entrevista – Carlee Taylor: “Parte de mi silencio fue por respeto”
Por David Hunter
“Hubo momentos en los que tenía dudas sobre si sería lo suficientemente buena. Las primeras carreras en Europa fueron un escalón enorme, con detalles insólitos como las rutas angostas -comparadas con las de Australia- para pelotones tan grandes”, arranca Carlee Taylor para Ciclismo Internacional.
“En un instante pasaba de rodar adelante al último lugar, con 150 chicas separándome de las atacantes de turno. Encima, yo a tope sólo para no perder rueda”, añade la pedalista, repasando sus complicados inicios en el ciclismo grande.
Su relato, lejos de ser extraño, es la sucesión de pasos de casi todos los que se dedican a este deporte, y en esa misma línea, también lo es la cuestión familiar. “Tuve mucho apoyo a mi alrededor, especialmente de mi padre y mi entrenador. Me decían que esto le pasa a todos y, aunque tenía mis dudas, luego aprendí que es así”.
Si lograr un hueco en el pelotón profesional es duro para los hombres, para las mujeres lo es todavía más, con menos equipos y dinero disponible. Con eso en vista, Carlee rememora sus inicios en esta aventura que hoy la tiene consolidada.
“Mi padre me llevaba a un club junto a mi hermano, cuando tenía 8 años. Y lo que más nos gustaba era volver a casa y pedirle que nos sacara a pasear en bicicleta. Allí nació mi amor por el ciclismo”, dice.
“Recién a los 14 me volqué de lleno, cuando mi padre me regaló una equipación completa. En esos tiempos hacía algo de triatlón y corría carreras en el colegio. De a poco empecé a ingresar en los equipos regionales, aunque nunca fui ganadora o dominante”, continúa.
“A los 18 tuve que decidir, y pese a mis títulos en triatlón, aposté por el ciclismo. Poco después fui campeona nacional sub23 y 7° en una prueba que otorgaba becas, con las que pude viajar a Europa con la selección. Fue entonces que empecé a creer en un futuro profesional”, completa.
Por más que la mudanza al “Viejo Continente” suene como un cuento de hadas, no es nada sencillo alejarse de casa y sobran los ejemplos de atletas que fallaron por el desarraigo. “Fue brutal en el inicio. Me mudé a Francia y era la única en el equipo que no hablaba el idioma. Además, nos dieron 100 euros por mes, ¡a repartir entre tres!. Para colmo de males, me rompí la muñeca y luego quedé sola, pasando días enteros sin hablar con nadie”.
“Todo eso me ayudó a valorar más lo que tengo hoy. Vivo en Girona hace cuatro años, tengo amigos y me siento en casa. De todos modos siempre es hermoso volver a mi país”, mantiene, al tiempo que descubre el punto en el que las cosas cambiaron para ella. “Fue cuando firmé contrato con el Lotto-Belisol en 2013. Hasta ese momento, no cobré jamás un sueldo y no estaba enfocada exclusivamente en Europa como quería. Pero un día, en plena competencia, se me acercó Marianne Vos, me llamó por mi nombre y se puso a mi rueda. Con el respeto que le tengo, esa fue la señal de que ya era una más en el pelotón”.
Un factor interesante en torno al ciclismo es la motivación para sufrir, y Taylor encuentra la suya en las carreras. “La sensación de ganar o de hacer una buena prueba. Saber todos los sacrificios que condujeron a eso, es la satisfacción más grande de todas. Otra es cuando gana una compañera y el plan sale perfecto, y todo eso funciona como un motor para superar los días malos, que son muchos”.
Nuestra invitada tiene un entorno ideal para el ciclismo en Girona, y repasa para los lectores un día normal en su vida profesional. “Desayuno muy bien, quizás con algún omelette y mucho café, y salgo a rodar entre 3 y 5 horas, según la planificación. Vuelvo a casa y tomo un batido de proteínas antes del almuerzo, y me pongo a bajar los datos del potenciómetro. Soy obsesiva con los números y me ayudan a motivarme si son positivos. En la tarde me enfoco en los estudios universitarios en ciencias de la salud y el día se esfumó. Sólo me queda cenar, usualmente algo liviano como ensalada y pollo, y si siento deseos, algo de chocolate”.
En un sentido más deportivo, la aussie hace referencia a su 2016, curso en el que pasó del Lotto al Liv-Plantur. “Ha sido difícil porque nunca me encontré en forma. Llevo 10 años en esto y aprendí sobre mí más que nunca antes. El cambio de entrenador (uno del equipo) repercutió y tomó tiempo hasta que descubrimos los problemas. Es duro competir y no poder hacer tu labor cuando te toca, pero estuvieron muy comprensivos conmigo y me permitieron entrenarme sola”, explica.
“Funcionó, porque me sentí bien en la Route de France, lo mismo que en Plouay hasta que me caí. Eso me dejó tocada para Ardeche, cita ideal para mí en la que, otra vez, terminé en el suelo. De todos modos, todo suma y me lo tomé con filosofía”, acota.
A nadie escapa que una relación extensa y positiva con un entrenador influye sobremanera, y el cambio forzado al llegar a Liv afectó a Taylor. “Me pusieron a entrenar mucho en aspectos que no eran mis fuertes. De haber hablado más temprano en la temporada, quizás hubiéramos logrado algo mejor, pero no me arrepiento de nada, ni siquiera del cambio de entrenador”, afirma.
“Parte de mi silencio fue por respeto. No podía cuestionar al nuevo entrenador sin conocerlo, o comprobar los resultados. Es un proceso que debía superar”, señala, zanjando la cuestión.
Para completar el repaso estacional, Carlee habla de algunas carreras que la marcaron. “El Giro es la carrera más dura en el ciclismo femenino. Todos los grandes equipos acuden con lo mejor, hace mucho calor, etapas brutales y traslados extensos. Encima pusieron el Mortirolo, la subida más extrema que hice en mi vida y que no se terminaba nunca”.
La Route de France fue una prueba de fuego porque venía de recibir vía libre para entrenar por su cuenta. Las cosas salieron bien, con un 6° en la general y un podio de etapa. “Sentí presión por lo que conté sobre el entrenador, pero a la vez, las sensaciones eran buenas y lo corroboré en la primera subida, cuando no me descolgaron. Estaba de regreso”, confiesa.
El 2017 asoma en el horizonte y Taylor tiene nuevo equipo, ya que firmó contrato con el Ale Cipollini. “Lo principal es que regresaré a trabajar con mi entrenador de siempre. Un punto en el que nos enfocaremos es en la potencia en subidas cortas, esfuerzos de 10 minutos o menos. Yo soy buena en subidas largas, pero casi no hay carreras que las propongan y debo adaptarme. Ahora estoy en fase de gimnasio y estoy pensando en recuperar mi forma y hacerlo bien en carreras como Strade Bianche y Flèche Wallone”, avisa.
“Ale Cipollini es una oportunidad para volver a ser yo misma. Me gusta como corren y el hecho de que tengan tantas extranjeras. Mi compatriota Chloe Hosking, Romy Kasper (Boels Dolmans), Anisha Vekemans (Lotto Soudal) son algunas de las que se unirán. Estoy entusiasmada, porque hasta correríamos en mi país”, informa.
A diferencia de la gran mayoría del pelotón, Carlee ya acumula muchos kilómetros de calidad en las piernas porque el Tour Down Under es una oportunidad de brillar frente a su gente. Dicho esto, sus verdaderos retos están más adelante en el calendario: “Quisiera ser más consistente y estar siempre en los cortes buenos. De ser posible, obtener algunos top 10 y ganar el Down Under y una etapa. Por último, llegar al Mundial”.
La australiana de 27 años es ya una ciclista consolidada y, por ello, palabra autorizada para hablar de la salud del circuito femenino. “Está en crecimiento, aunque a veces decepciona ver que dan dos pasos atrás. Por ejemplo, La Route no se amplió y supongo que deberemos esperar bastante para que sea por etapas”, dice.
“El calendario sigue progresando y el año próximo tendremos citas como la Amstel Gold y la Liege-Bastogne-Liege. Otra señal de crecimiento es el respeto y, por caso, este año en Liv Plantur, nos juntaron con los hombres (NdR: Giant Alpecin) en los campos de entrenamiento o los directores del equipo masculino nos dirigieron ocasionalmente en carrera. Todo eso ayuda y provoca exposición”, sostiene.
A continuación la charla se distiende un poco y Carlee expone un poco su lado personal. “Uso mi tiempo fuera del ciclismo para estudiar porque quiero temrinar mi carrera universitaria. Además, comparto mucho con mi compañera de casa, Loren Rowney. Soy afortunada de que ella entienda mi extraño humor, porque nos pasamos el día bromeando”.
En el cierre, nuestra invitada enumera sus cinco mejores momentos de 2016:
1. Subir al podio en una etapa de la Route de France.
2. Ser nominada como la más combativa en la etapa posterior al citado podio de la Route De France. Estuve escapada 90km y me cazaron a 10km de meta.
3. La etapa inicial del Giro. Mi compañera ganó el prólogo yse vistió de rosa.
4. Aviva Women’s tour. La mejor prueba del año.
5. Madrid Challenge. Por como corrimos como equipo.
Esto es todo. Una interesante mirada detrás de escenas en el ciclismo femenino. En lo que a Carlee refiere, todo parece acomodarse y, pese a un año pobre, es seguro que incorporó muchas enseñanzas que serán cruciales en un 2017 exitoso.
David Hunter
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