Por Oscar Trujillo Marín
Si Geraint Thomas hubiese querido un trabajo fácil, sin sacrificio y una ridícula carga horaria, hubiera optado por ser político, quizás senador, diputado, actor de cine erótico, concejal o modelo de calzoncillos.
Tal vez funcionario público de esos super cualificados para poner sellos (de mala gana) y que siempre que uno va están desayunando, (aunque sean las 11 de la mañana) o merendando, o simplemente no están en su despacho; trabajos, sin duda, con muy poco carga de esfuerzo físico, estrés, y menos sacrificios angustiosos en tiempo y derroche de energías.
El dolor, el sacrificio y el sufrimiento son inherentes a la humana condición, parte inseparable de la vida que solo es mitigada por oasis de dichas aisladas, por fugaces interludios de placer. Si para colmo uno, -pudiendo escoger ser senador de la república, actor de cine erótico o modelo de calzoncillos- escoge, por ejemplo, al igual que Geraint, ser ciclista profesional, ese sufrimiento y dolor están asegurados, garantizados.
Thomas, (sufridor profesional sobre una bicicleta) tiene todas sus expectativas de este adefesio de temporada (si es que se puede correr al fin) puestas en el Tour de Francia, donde al igual que Bernal y Froome aspira a demostrar dentro de su equipo (que es el mejor del mundo) que él es el mejor a su vez de la pléyade de vueltómanos del universo INEOS. Una pugna (diplomática, con flema británica y zipaquireña) que ni siquiera será contra sus rivales de otras escuadras como el temible Cofidis, sino contra sus laureados compañeros del mismo conjunto.
El galés, en conversación con Eurosport, dijo algo que no por predecible, dejará de ser una colosal rareza… ver desfondarse a tantos grandes. Se antoja con mucho morbo este Tour de Francia, el más ansiado, esperado y necesitado de la historia, esta preparación lamentable con tanta carga negativa psicológica insólita -y nada recomendable- pasará factura, de seguro, a muchos favoritos. Incluso a especialistas en el infortunio curados ya de espantos como Mikel Landa.
En una inédita ronda gala -por época y circunstancias-, en un Tour raro (único de la historia fuera del abrasador mes de julio) donde ya no beneficiará a los ciclistas que corrían bien con mucho calor, pero tampoco a quienes se les da mejor el frío. En un Tour que no será ventaja para quienes nunca padecen alergias, pero tampoco para los que les cuesta demasiado coger ritmo y necesitan muchas carreras previas; en un Tour donde muy probablemente no se alcancen a hacer campamentos de altura decentes para los europeos y los colombianos que se cobijan cada noche con las nubes, quizás tengan que pasar ¡15 días encerrados de cuarentena! al llegar a Europa… en fin, en un Tour incierto como el actual destino de esta humanidad “agobiada y doliente”, -como diría la novena de aguinaldos navideños- puede pasar cualquier cosa. Puede pasar incluso que gane un escalador decente y regular (no consagrado aún) que no se caiga, ni desfallezca, que tenga el golpe de pedal y la suerte de su vida, aunque no parta de gran favorito.
“Creo que muchos corredores explotarán en la tercera semana del Tour”, dijo el bueno de Geraint, y desde aquí le apoyamos, (por desgracia) en esa profecía; y lo auguramos; no somos pitonisos pero no hay que ser un genio para vacticinar el caos y la anarquía luego de venir de una preparación… donde ha reinado precisamente eso: el caos y la anarquía.
Muchos grandes contrastados vueltómanos van a sucumbir ante este insólito año de dudas, carros de supermercado repletos de papel higiénico, encierros y cuarentenas que cortaron la progresión y arruinaron cualquier planificación posible.
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Pero como no hay fin del mundo y apocalípsis que por bien no venga, Thomas ha sido padre recientemente y todo esto, -vaya ironía-, le vino muy bien para poder disfrutar de su pequeño retoño de una forma afortunada, que con la temporada normal hubiese sido imposible: “Curiosamente, he gozado el período pasado, he estado volcado en mi hijo”, dijo. “Pude pasar tiempo con él, lo que normalmente no es posible en absoluto. Además, no ha cambiado mucho en mi vida”, declaró el corredor británico, con lo cual admite el triste y monótono día a día de un ciclista (a diferencia de un senador o modelo de calzoncillos) que en confinamiento: entrena, come y duerme, y sin confinamiento entrena, come y duerme durante 10 meses igual.
“Mi rutina diaria consiste en entrenar, comer y recuperarme. Apenas como fuera y tengo muy poco contacto con la gente (de eso no lo culpamos, “la gente” está sobrevalorada). Tengo familiares y amigos que viven en Cardiff, pero ya no vivo allí”. Geraint, como tantos deportistas con sueldos millonarios, vive en el opulento principado al lado de Carolina, Estefanía y Alberto, pero ni se les ocurra pensar que es por ahorrase un dinerillo en impuestos; hasta hace poco pudo trasladarse a su casa en Mónaco para reanudar sus entrenamientos fuera.
Estas son sus predicciones de “nivel y forma” para un Tour impredecible: “Los primeros diez días no serán un problema, pero en la última semana muchos corredores experimentarán una evidente bajada de fuerzas. Los ciclistas que han tenido una buena preparación tienen menos probabilidades de explotar”, es lo que espera Thomas. Y de paso, también espera que dentro de esa lotería que explote no esté él. Si por alguna razón su oportunidad se pasa y su otrora extraordinario nivel mengua, no tendrá más remedio -ya a los 34 años- en aras de un trabajo más descansado, fácil e inútil, que meterse a la política.
Oscar Trujillo Marín
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