Jack Haig: “Como atletas hemos perdido nuestro propósito”
Por Oscar Trujillo Marín
Jack Haig estaba “volando” en Valencia y Andalucía, su nivel fue impresionante. Se presagiaba una gran actuación en París-Niza en su año de dar el gran paso adelante como vueltómano, Pero su equipo Mitchleton decidió no participar en la caótica y extraña carrera del sol.
El mismo corredor apoyó la decisión de su escuadra “Deberían haber dado el gran paso y cancelarla. Estaban corriendo el sábado cuando se cerró toda Italia y se anunció que España estaba entrando en el cierre. Parece ridículo”
El australiano es un corredor muy interesante sube muy bien pero es versátil, completo. En el momento que las victorias seguidas le den ese plus y confianza que le falta, puede meterse entre los más grandes. Sin embargo, en una entrevista con Cycling Weekly nos muestra su lado más vulnerable y existencialista, la crisis y el confinamiento que vive en Andorra (su residencia europea) ha puesto a Jack a cuestionarse ya no solo acerca del obligado parón, sino del mismo sentido de la vida.
“Al final del día, solo estamos compitiendo con bicicletas y algo mucho más grande está sucediendo en el mundo” Se despacha Haig. Tal vez consciente de que esto no es solo un virus que tarde o temprano pasará, (cobrándose de paso miles de bajas) es más bien la ruptura con una época y un forzado cambio de paradigmas y dinámicas para la humanidad, lo que está cocinando a un precio muy alto. Pero quizás, tal y como veníamos en una nefasta e irresponsable deriva, necesario. Urge construir un mundo más justo y sostenible y esta es una gran oportunidad.
“Es un desafío mental no saber cuándo será la próxima carrera, como atletas hemos perdido todo nuestro propósito” sentencia Haig, que tiene madera como ciclista de élite, pero parece tener también la cabeza muy bien amoblada por que los aforismos contundentes le brotan con facilidad.
Jack, admite que ha perdido buena parte de su motivación y en materia de “optimismo” sus influencias parecen ir más por el lado de Schopenhauer o Ciorán, grandes pesimistas, por que no guarda muchas esperanzas siquiera en que el Tour de Francia se pueda correr, a este paso. Muy a mi pesar he de decir que estoy de acuerdo con él.
“Creo que estamos viviendo un momento histórico en la humanidad, para ser honesto, como atleta, esta no es una muy buena situación para estar, todo es tan desconocido. Esto es lo más difícil” matizó el australiano.
Supongo que para mí que me gano la vida en mayor parte escribiendo desde mi casa o para tantas personas que pueden hacer teletrabajo sin mayor dificultad esto no es tan grave, total ya lo hacíamos desde mucho antes. Pero hay demasiada gente en el mundo a la que quitarle la oportunidad de salir es quitárselo todo en materia laboral, y de paso con un alto coste psicológico que repercute en depresiones y frustraciones. Quitarle a un ciclista las salidas al campo es como encerrar en un apartamento a un pastor de cabras transhumante.
“Hemos pasado por toda nuestra carrera deportiva desde niños siempre teniendo objetivos físicos por superar, siempre teniendo algo por lo que trabajar, afuera, en contacto con la naturaleza, pero ahora nadie sabe cuándo será el próximo evento; finales de mayo, junio, julio…. ¿Quién sabe? ¿Qué hace un ciclista sin carrera en casa en cuarentena indefinida? Ese es el problema con el que nos estamos encontrando”, añadió Haig, quien terminó segundo en la Ruta del Sol y el mismo lugar en la Volta a la Comunitat Valenciana en febrero, siendo uno de los más destacados corredores de la corta temporada.
“Es difícil tener algún tipo de enfoque, y se complica por no poder salir al exterior a entrenar, y saber que unos si lo harán, en algunos sitios y otros no” admitió el australiano a quien le afectan las restricciones españolas y andorranas. Con respeto al entrenamiento en casa, lo ve necesario, pero no se muestra muy convencido de su eficacia para mantener un nivel decente.
“Hoy monté dos horas en Zwift, sin hacer intervalos, solo calentar músculos a ritmo. Tengo que mantener la memoria muscular allí, pero no necesito matarme haciendo intervalos masivos de seis horas en Zwift. Podrías hablar con todo el pelotón profesional y solo el uno por ciento diría que podrían hacer más de tres horas y media dentro de casa” se sinceró el corredor aussie.
“No puedo sentarme en el sofá y mirar Netflix durante dos o tres semanas, pero si subo uno o dos kilos no puedo amargarme, tengo que entender que no estoy corriendo. Lo importante es mantenerse constante y mantenerse en contacto con su estado físico, pero no destrozarse a sí mismo “. Concluyó Haig.
“Destrozarse a sí mismo”, no lo dice solo por exceder un esfuerzo físico inútil con finalidad incierta. La gran amenaza silenciosa que se cierne sobre el pelotón son los problemas psicológicos por ansiedad, depresión, sentimiento de inutilidad en profesionales que su hábitat natural durante más de 300 días al año es pedalear durante muchas horas, una jornada entera al aire libre. Hay quienes su oficina puede ser una prisión y no la echaría de menos jamás. Pero en profesionales de este tipo, (no solo ciclistas, los que se ganan la vida cada día en la calle o el campo) el impacto puede ser de proporciones muy peligrosas, impredecibles, incalculables.
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Macron lo dijo claro, “estamos en guerra”. También lo dijo así Alberto Fernández, presidente argentino, cuya línea política no me gusta nada, pero a quien le votaría porque está demostrando ser un líder articulado, firme, claro, con huevos! Ojalá en Colombia tuviéramos el 1% de presidente que es Fernández.
Jack Haigh, además de ser un gran corredor, con una gran proyección también entendió el contexto de esto. Lo tiene claro. Ya vendrán tiempos para correr y para brillar.
Santini, la legendaria firma italiana fabricante de ropa de ciclismo también lo entendió ya: las prioridades de toda la humanidad ahora son otras. Está reconvirtiendo su fábrica y producirá 10.000 mascarillas diarias para la región de Bérgamo, donde están, y una de la de mayor mortalidad por el virus. Italia todavía no ha llegado al tope de la curva de mortalidad del virus, pero aún había gente encerrada en hoteles rumbeando como si nada.
En el cómodo mundo en que vivimos, ayuda mucho ver documentales y leer historias de guerras, otras pandemias (la de la gripe española de 1918) y otras grandes calamidades humanas.
Ayudaría mucho abstraerse y pensar en los millones de gentes a los que la vida les cambió por completo por un suceso macro.
El gran pintor, el gran escritor, el gran atleta, o el cotidiano transeunte de la Europa, Japón, Estados Unidos, Unión Soviética y otros del 39 al 45 para los cuales de un momento a otro la vida dio un giro de 180 grados y en poco tiempo se vieron desplazados, invadidos, en una trinchera, en un campo de concentración o en un campo de exterminio.
No sé, a mí me obsesiona la historia y sobretodo las guerras. Y siempre que veo o leo sobre ellas pienso en la gente cuya vida cambió diametralmente o se terminó abrutamente por las guerras.
Esto es tan sencillo como la cita darwinista: no sobrevive la especie más fuerte, sobrevive la especie que mejor se adapte a las cambiantes condiciones de su enterno.
Lo que sí es seguro es que de esta inpensada, inconmensurable crisis, saldrán muchas lecciones para la humanidad. Ojalá las aprovechemos.
Por lo demás, la producción de libros, películas, ensayos, obras de arte, políticas públicas, etc.,etc., sobre esta crisis mundial del covid-19 será gigante.
Genial está frase. Me la llevo para Facebook.
“Tal vez esto no es solo un virus que tarde o temprano pasará, (cobrándose de paso miles de bajas) es más bien la ruptura con una época y un forzado cambio de paradigmas y dinámicas para la humanidad, lo que se está cocinando a un precio muy alto. Pero quizás, tal y como veníamos en una nefasta e irresponsable deriva, necesario. Urge construir un mundo más justo y sostenible y esta es una gran oportunidad”, Oscar Trujillo