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Libros y ciclismo: Llegar a la cima. Un perfil íntimo de Nairo Quintana

Por @eskrraga

Artesanía, alienígenas y ciclismo forman parte del perfil de Quintana, hecho por José Ángel Báez a través de testimonios de gente cercana al ciclista colombiano. El hecho en donde confluyen estos tres elementos ocurrió con el trabajo que realizó Nairo para graduarse de bachiller: moldeó arcilla y apareció una figura amorfa que para Rusbel Achagua, su primer entrenador, fue la efigie de un ser de otro planeta. Hoy día, esta pieza tiene un precio que aumenta debido a su ejecutor.

Sobrepasa incluso a la naturaleza del hipotético alienígena, la figura de un alguien que trazó el designio de Quintana, según lo narra su padre: “Don Luis vuelve a invocar algunos paisajes y dice que alguien le aseguró, le predijo con absoluta convicción, que un muchacho que había visto por la carretera sería un gran campeón” (Báez:2019:24).

Este hálito sobrenatural incorpora historias que ni el propio protagonista puede corroborar, como la que abre el libro, en donde Nairo, con 16 meses de nacido, escapó del jardín en donde estaba, consolidando una premonición de las fugas que lo hicieron famoso y le valieron para ser contratado por un equipo europeo y, por qué no, asumir al pelotón como un inmenso jardín compuesto de siniestros caminos. Y esa misma aura irradia la versión de su enfermedad del difunto, en donde “se supone, transmite un moribundo al tocar a una mujer embarazada. Así le habría ocurrido a su mamá, dola Eloisa. Tal vez por eso recién nacido sufrió de diarreas. Y todo aquel que padece este mal ha sido marcado para hacer algo grande, dice la leyenda” (Báez:2019:92).

En torno a este suceso gravita la identidad de Quintana y su consecuente incidencia política. Al identificarse el ciclista como campesino, resultó vinculado con los reclamos de una población que defiende sus formas de vida frente a los embates desarrollistas. O, al menos, así lo fue por un tiempo, hasta que devino el par de fotos con el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el presidente Iván Duque, pues ambos burócratas tienen una perspectiva agroindustrial que contradice a la de las comunidades campesinas. Esto último le ha granjeado chiflidos y aplausos al excampeón de un Giro y una Vuelta.

La ambigüedad entre sus decisiones electorales y su resignificación de lo que es el campesino -sin que ello implique un abandono al ideal de un espacio bucólico y a valores tradicionales que comparte con los cultores de un agrodesarrollismo-, no es algo exclusivo de Quintana sino un síntoma que circula por la sociedad colombiana de esta segunda década del siglo: Nairo traspasa lo ciclístico -algo que no ha ocurrido con otros competidores que, si bien son más dicharacheros, ingeniosos o simpáticos, no engranan en la maquinaria simbólica del proyecto nacional colombiano-.

El título del libro, un hexasílabo con un verbo en infinitivo que refuerza la impersonalidad del enunciado, semeja los recetarios para conseguir el éxito, pero, por fortuna, esto se diluye con la aclaración del subtítulo. El infinitivo también implica que Quintana aún no ha llegado a la cima, sino que está en el camino; otra cosa hubiera sido un “cómo llegó a la cima” o “llegó a la cima”, con lo que tampoco se pretende un libro definitivo sobre el ciclista.

Dicha latencia del presente le permite a Báez explicitar que terminó el texto poco antes de que iniciara el tour de Francia de 2019. Esto dice más del contexto del escritor que del propio ciclista y pone de manifiesto unas características que hacen de la carrera de Quintana algo único en Colombia: la constante amenaza del crepúsculo, el aparente sueño incumplido y la reiterada virtualidad del entierro profesional del escalador con mejor palmarés en la historia de Latinoamérica.

La introducción del libro retoma la propuesta de Barbero de que “gracias al melodrama regional ochentero […] el colombiano descubrió cómo era el país”. A este planteamiento se le puede dar vuelta: más que un descubrimiento, esos melodramas instalaron una forma de entender al país y ficcionar una esencia de “lo que somos”; desde entonces, todo elemento identitario se sustrajo a las imágenes del caribe, manufacturadas en Bogotá, hasta instituirlas en una “marca nación”.

También se le puede dar vuelta al planteamiento de Báez de que el ciclismo es un “mapa de la vida”: más que un mapa, el ciclismo es una ilusoria cartografía de las vidas. Y así es mejor.

Autor: José Ángel Báez.

Editorial planeta.

115 páginas.

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Andrés Felipe Escovar, autor de milinviernos.com

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