Libros y ciclismo: Un encuentro con Henry “Cebollita” Cárdenas
Por @eskrraga
Henry Cárdenas fue uno de los principales apoyos para la consecución del título de la Vuelta a España de Luis Herrera en 1987. Al final de dicha edición, se clasificó como noveno en la tabla general y continuó con un camino profesional en donde se destacó como escalador.
Ese mismo año ocupó el segundo puesto de la clasificación general del Dauphiné Libéré que ganó, tras una feroz lucha, Charly Mottet. Tuvo un fugaz paso por el equipo Carrera (Italia), liderado por el memorable Claudio Chiappucci y, por lo tanto, fue uno de los testigos privilegiados de aquellas batallas entre el diablo y el inexpugnable Miguel Indurain. Sin embargo, su paso por Europa tuvo el sinsabor de la explosión del dopaje que caracterizó a la última década del siglo XX y cuya sombra se acrecentó en la década del 2000, por eso regresó a Colombia, en donde se retiró en 1997.
Hoy día es dueño de almacenes de venta de bicicletas en Bogotá. Fue en la bodega de uno de estos donde me atendió luego de haber llegado de México tras un corto viaje vacacional. Al llegar al local, me topé con un padre y su hija con síndrome de Down; ella observaba las bicicletas que colgaban del techo. Cárdenas parecía conocer al señor; pactaron un próximo encuentro, quizá en las carreteras, pues el exciclista aún sale a rodar con varios clientes que terminan convirtiéndose en amigos.
La ironía de apodarse “cebollita”
Yo corría por Isla San pedro, un patrocinador proveniente del municipio de Aquitania (Boyacá). No me gustaba ese pueblo por el olor a cebolla, detestaba que me dijeran cebollita. El apodo me lo pusieron cuando gané una etapa en Anserma; a mí me daba mucha rabia, no me gustaba la cebolla. Ahora la como con gusto.
El reloj ausente
Empezó como una pasión; tenía un tío ciclista y un hermano. Yo gozaba viéndolos y comencé a entrenar. Fue un proceso. Uno se vuelve un enamorado de la bicicleta, es un vicio sano. Todavía monto y hay clientes con los que salgo y les gusta. Hoy día disfruto la bicicleta porque ya no tengo un reloj para dar tiempos.
Un sparring para el último
Yo era el más malo de los 27 que corríamos en Sogamoso. Entonces conseguí un sparring al que le pudiera ganar y luego fui mejorando. Él era muy apasionado al ciclismo, pero no subía muy bien. Marlon Plazas se llamaba; creo que hizo su carrera universitaria. Me desconecté porque a los 12 años empecé a viajar por el país. Con San Pedro Isla de Aquitania hice algunas carreras y luego fui a Argentina, Panamá, Chile, Guadalupe y después me contrató Cafam que, con el tiempo, se convirtió en Café de Colombia Ascenso y llegué a Café de Colombia.
La primera competencia
Toda la vida he visto bicicletas, piñones, pachas; mi papá, desde que yo era pequeñito, me llevaba a trabajar y yo pintaba y arreglaba las máquinas. Un día llegó un señor que organizaba un bazar y necesitaba hacer unos números para una competencia ciclística; yo le pregunté que de cuántos años y me dijo que había varias categorías. Le propuse hacer los números, de modo que compré una tela y cartulina y le informé que iba a coger el dos y me inscribí. Fue mi primera competencia y la gané, ya estaba entrenando.
Las primeras salidas del país
Creo que estuve en Venezuela y después en Martinica. Son carreras a las que mucha gente acude varias veces, pero yo escalé rápido: pasaba a mejores equipos e iba a competencias más grandes. Pronto fui a Europa, a un Tour de l’Avenir, donde estaba toda la élite del momento.
El entrenamiento
En el ciclismo hay una especie de egoísmo en donde nadie le enseña a nadie. Uno tiene que buscar sus propias condiciones y aprende viendo a los otros. Tuve muchos entrenadores que me entregaban un plan de trabajo, pero a mí eso me retrocedía; los echaba a la basura y seguía haciendo lo que me había hecho profesional. Eso también hicieron (Luis) Herrera y (Fabio) Parra.
1985: el primer triunfo en una etapa de la Vuelta a Colombia
Corría por Cafam, pero ese equipo era casi lo mismo Café de Colombia y Pilas Varta, entonces nos tenían para trabajar para Lucho y Fabio. Recuerdo que Miguel Ángel Bermúdez, presidente de la Federación en ese entonces, me llamó y me dijo: “usted no tiene por qué trabajarle a ellos. Usted trabajó para Herrera en el Clásico y ¿qué le dieron? Nada”. Ese día de la Vuelta a Colombia Herrera tenía que coger la camiseta. Empezaron a arrancar todos, yo me escapé y duré unos diez kilómetros en solitario; en la Plaza de Toros de Manizales me alcanzó Chizabas y pasó de largo, yo me le pegué en el embalaje y le gané.
El más contento era Bermúdez. Los capos estaban bravos porque no les ayudé; tampoco me preguntaron, me hacían mala cara nomás, pero yo tenía orden del presidente de la Federación.
De cómo fue llamado a correr la Vuelta a España 1987
Yo no quería ir por el frío y por la edad que tenía (21 años). Vino el gerente hasta Duitama, Saulo Barrera, a una reunión; me citó y me aclaró que lo que me iba a decir era sin discusión: iba a la Vuelta a España y punto. Afortunadamente hizo buen calor; solo hubo un día de frio, creo que era subiendo el Escudo; empezó a caer como agua fría con nieve.
La etapa Grau-Roig y su asunto con Patrocinio
Con Patrocinio no tenía muy buena amistad. Cuando comencé, él era mi ídolo por la forma como escalaba pero, cuando entré a Café de Colombia, tuvimos nuestros agarrones. En la Vuelta a España, en la primera etapa de subida, yo iba bien clasificado; arranqué y me fui y Patrocinio me alcanzó y me trató mal y me gritaba groserías, entonces yo me fui con Belda y hasta hace poco vi en YouTube que él intentó alcanzarme y no fue capaz. Después me llegó Lucho y ahí me ubiqué séptimo; me entrevistaron todos los periodistas por ser el mejor sudamericano después de esa etapa.
El gran apoyo a Herrera en la Vuelta a España
En la etapa que, si no estoy mal, tenía siete premios de montaña observé a muchos campeones del mundo; me grabé los números para ver cuál era cuál. Ya iban adelante todos y yo no podía alcanzarlos y no me dejaban pasar en el pelotón: taparon la carretera. Ellos esperaban a que yo explotara. Entonces pasamos un pueblo donde no había andenes, pero casualmente había uno chiquito y no había gente; me monté y me escapé. Pasé a muchos de largo.
Cuando llegué a donde Lucho, él iba perdiendo paso. Le pregunté que qué quería y me dijo que se le volaron algunos, entonces le ayudé y, apenas llegamos a donde los fugados, me pidió que le trajera líquido.
En eso estábamos cuando Fignon, Delgado y Dietzen se pusieron de acuerdo para que no entrara de nuevo a ese grupo. Entonces Óscar Vargas se cortó, me agarré de su camiseta, tomé impulso y llegué. Le dije a Lucho:
-¿Qué quiere? ¿Líquido o agua?
Lucho me miró sorprendido y los demás pararon: la intención era dejarme a mí. Rafael Antonio Niño, el director del equipo, me ordenó que arrancara; Lucho me alcanzó y me regañó. Yo le dije que había sido una orden y él me contestó que no le hiciera caso a ese señor sino a él.
Dauphiné Libéré de 1987
Yo venía de la Vuelta a España. El gerente del equipo hizo una reunión en donde estaban Alfonso Flórez, Rafael Acevedo y Condorito y dijo que yo iba a ser el capo. Todos me miraron mal. Fuimos a ese Dauphiné y mis compañeros me hacían el feo. En la primera etapa de montaña intentaba arrancar y no podía. Me estaban marcando. Yo quería una fuga para sacar tiempo; llegó un momento en que entré en crisis y los capos empezaron a marcarme y le dije a un compañero que suave, que iba muy mal. Fue decir eso y apretaron y me dejaron y perdí tiempo; yo llegué y boté la bicicleta furioso porque fue el mismo equipo el que jaló.
En las otras etapas me tocaba ir por agua a mí. Hasta que llegó Valfréjus, una prueba de altísima montaña; yo le dije a Neira que pusiera el paso y Neira me dijo un poco de palabras. Yo solo contaba con él porque era de Sogamoso, pero ese día no me quiso ayudar. Me fui solo y gané el premio de montaña; en la bajada me alcanzaron y luego volví y arranqué y gané la etapa. El segundo mejor colombiano llegó a ocho minutos. Ahí sí vinieron a saludarme todos y se cambió otra vez el concepto y ya volví a ser el capo.
El sino del recién llegado
A todo el que llega le hacen el feo; ahora que tengo los almacenes, cuando llega un empleado nuevo le hacen el feo. Me toca organizar reuniones para que lo acepten. Yo creí que era en el ciclismo, pero es en todo lado. Eso es por todas partes
Los consejos
He puesto mi conocimiento a ciclistas y solo uno me escuchó, los otros sacaban pretextos. El que me hizo caso me abraza cuando me ve: Chepe González. Él tuvo más libertad, a mí siempre me tocó con Lucho. Salí de ahí y me tocó con Chiappucci.
Roche y su ayuda en las tres cimas de Lavaredo (Giro de 1989)
Yo era muy amigo de Stephen Roche; le pregunté con qué piñones subíamos y él me indicó cuáles. Yo le dije a Lucho y fuimos a cambiarlos. Rafael Antonio Niño se opuso, pero nos negamos. Ese día Lucho ganó y yo quedé octavo.
La nieve como castigo por no estudiar
Al otro día salíamos de una cima. Recuerdo que estábamos en el camión de Café de Colombia y llovía. Nosotros creíamos que no iban a largar la etapa, pero salió un juez con un pito y una sombrilla. Casi nos dan ganas de llorar de ver la etapa que nos esperaba y salimos. En la bajada se rompió el lote; nosotros íbamos bien abrigados, pero empezó a calentar el sol y yo quedé como en un cuarto grupo. Me quité todo lo que pude y empecé a subir y cazar gente; llegué al lote de Lucho y me dijo que siguiera a cuatro volados y los alcancé. Faltaba un kilómetro para el premio de montaña cuando empezó a caer nieve; vi los copitos y me parecieron chéveres. Esa fue la primera vez que la vi, pero, después, ya se me escapaban los manubrios, no me podía ni colocar los guantes y paré para que la gente me ayudara. No pudieron colocármelos y no podía frenar. Se congeló la pacha, yo solamente usaba un piñón, entonces vi que un ciclista empezó a golpear la bicicleta contra el suelo hasta que cayó un bloque de hielo. Lucho tuvo que cambiar de rueda. Ese día llegamos emparamados. Apenas subí al bus, se burlaban; me quitaron la ropa, me dieron la cobija y yo carraqueaba. Cuando llegó el siguiente, yo me reí de él. No hacía falta el que le dijera a cada recién llegado: ¡tanto le dijo su mamá que estudiara!
La tortuosa experiencia en Carrera (1992)
Claudio Chiappucci me llamó y me preguntó si quería correr con él; me dijo que ya había hablado con Francesco Boifava, mánager y fundador del equipo Carrera, y que me lo presentaría al otro día. Cuando lo conocí, yo me sentí avergonzado; siempre he sido sencillo, cuando son “picados” se los digo, siempre critico eso, pero, un día, después de una etapa de la Vuelta a España, me subí a un ascensor; yo iba a donde el médico o masajista y había un señor que me saludó.
– Cárdenas, ¿cómo está?
Lo saludé y le di la espalda. Cuando vi a Boifava me di cuenta que era el del ascensor. En Carrera no había masajes para mí, me llevaron a competencias que no tenía que correr, me tocó hacer las contrarreloj en bicicletas normales.
El extraño Laurent Fignon
Cuando llegué a Italia, Fignon era jodido con los colombianos y con la gente, pero Abelardo Rondón, que era compañero de él en Gatorade, me dijo que era buena gente. Yo me acerqué y lo saludé en italiano y él me contestó con amabilidad; nunca antes habíamos cruzado un saludo, duramos charlando un rato. Fignon era muy serio; muchas veces yo vi a niños que le pedían autógrafos y él les tiraba los papeles al piso, pero, al final, cambió.
Un cálido pirata
Pantani venía de ganar el Giro de Italia Sub 23. Nos hicimos amigos desde el primer día. El único que no le hizo el feo fui yo. Conversamos mucho. Él me contaba historias y me presentó al papá; corrí con él cuatro meses nomás, competimos juntos unas cinco carreras. En el mundial de Colombia (1995) yo fui a saludar a Chiappucci; me dejaron seguir al hotel y Pantani me vio y me abrazó. Él era muy buena gente.
Dopaje
En los últimos tiempos se notaba que estaban casi todos dopados. Ya se sabía todo. En un Giro de Italia yo me quedé y Dimitri Konyshev se puso a hablar en italiano con otro ciclista riéndose de mí porque antes era de los que mejor subía y ahora me quedaba en los primeros arrancones; lo miré muy feo, apreté un poquito y lo pasé y, cuando él me alcanzó, me dijo que era mejor andar mal que estar botado en una cama; “no se aplique nada”, me recomendó.
La partida y el regreso
Las velocidades eran muy altas tanto subiendo como en el plan. Yo llegué muy aburrido de allá. No quise correr más. El Selle Italia me llamó y yo les dije que no quería correr más en Europa. Duré un año y medio (1993-1994) sin correr; fue Chepe González el que me animó. Un día yo estaba en Sogamoso e iba por una calle en donde se celebraba una carrera de ciclismo; el policía me abrió paso y todo el mundo me gritaba cebollita. Me encontré a un médico y le pregunté en qué podía ayudar y él me contestó con una invitación para volver a correr. Le dije que llevaba un año sin hacerlo y me respondió que no había problema. Al otro día me llamaron y poco tiempo después fui contratado.
Las escapadas
Uno tiene la ilusión de ganar la etapa e intenta regularse. Hay mucho dolor y se quiere un descansito. Como le decía a Chepe: no dude; si uno duda, no gana. Él en eso me copió mucho y, en el Tour de Francia, se dijo: hoy gano. Tuvo una escapada con el campeón nacional de España, él lo venció y el primer saludo fue a mí por lo que le dije.
La tenue fama
Un día Lucho Herrera vino a Bogotá y fuimos a tomar gaseosa. El tipo es reconocido y todo el mundo le pide fotos. Eso es mamón. A mí me tocó como uno o dos añitos, pero no me gustó. Me reconocen todavía pero que estén asediándolo a uno es muy cansón.
Dolor
Uno se da cuenta hasta dónde aguanta, entonces se empieza a disfrutar. Uno se dice: me dolía, pero aguanté. Después de 150 kilómetros es peor no soportar; si uno no aguanta, el dolor es el tiempo perdido y ya después para conseguir un contrato es muy difícil.
La fuerza ciclista como ausencia de melodrama
Cuando uno llega tan adolorido por dejarlo todo, no hay dramatismo, uno lo da todo y no puede más: cuando no se puede, no se puede. Es más, estamos saliendo con unos amigos a montar en bicicleta y una vez paramos a ver una etapa del Tour en donde se quedó un colombiano; uno de ellos empezó a quejarse y yo le dije: “esto no es fútbol. Cuando usted se me queda, ¿por qué no me alcanza? Cuando usted se queda es porque no puede”.
Andrés Felipe Escovar, autor de
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Excelente muy bueno
Excelente recuerdo del “Cebollita”
Reportaje muy interesante para los aficionados al ciclismo heroíco de los Colombianos.
Grande cebollita, el gran gregario, excelente entrevista…
Sogamoso la meca del ciclismo Colombiano, del libro King of the Mountains de M. Rendell: Acevedo, Condorito Corredor, Cebollita Cardenas, el gran Fabio Parra, Chepe Gonzales, Alvaro Sierra y tantos otros como los mencionados en el articulo
Buen reportaje. Grande Cebollita
Henry el cebollita Cardenas, uno de los grandes ciclistas de la ciudad de sol y del acero ” SOGAMOSO FUE MECA DE GRANDES ciclistas ” ustedes se han preguntado POR QUE Sogamoso NO volvio a tener corredores de ese Nivel como fabio, condorito,alvaro sierra, cebolla, Ivan parra, chepe Gonzalez … con triunfos de vuelta a colombia y podium en europa …. ESTOS ERAN NUESTROS CICLISTAS SOGAMOSEÑOS !! la culpa no es de los corredores jóvenes … donde estará EL LIÓ DE ESTO ?
Já, qué entrevista esta. No me queda más que despertar envidias a los por acá presentes, y a Pablo Palermo, por supuesto. Esa fue mi época escolar, viviendo cerca a Sogamoso. Saliamos al Aerpoerto de Sogamoso a recibir a Fabio Parra cuando regresaba de Europa. Ciclistas por la vía para el norte para el sur, por todo lado. Inolvidable esa época de ciclismo en Boyacá.
Felipe, excelente reportaje, no conozco mucho de ciclismo, pero que sufrimiento del cebollita, quien práctica y monta una bici en competencia, perdona la expresión “es un berraco”, son de admirar nuestros ciclistas. ! Felicitaciones!
Muy bueno .gracias por desempolvar estos grandes del ciclismo.
Cebollita Cárdenas mi ídolo cuando yo iniciaba a montar bicicleta, luego mi gran amigo y compañero de quien aprendí mucho, que calidad de persona como compañero como amigo y Grande ciclista , Gracias por tus consejos.
Que buena entrevista
Que buena nota,con el gran cebollita. Ricas anecdotas para quienes amamos el ciclismo.
Fue mucho lo que disfrute del ciclismo de la época del gran Henry Cárdenas,no entiendo porque tanto problema con los colegas,si una persona que comparte tantas vivencias únicas,para nada es egoista o envidiosa.
ÉXITOS en tu presente cebollita.