Por Oscar Trujillo Marín
Más predecible que el argumento de fast and furious o una película de Marvel. Más cliché que el reggaetón (con monotemática de despecho victimista-empoderado) que mantiene como superventas a las infumables Shakira y Karol G. Con menos suspenso que predecir el campeón de la liga francesa de Fútbol o a qué partido político votarán los miembros de la asociación nacional del rifle en USA… Así se han tornado las carreras por etapas de una y tres semanas desde la irrupción del fenómeno Tadej Pogacar. Cuando este acude, da igual que sea febrero, primavera, julio u otoño, siempre hay paliza calcada para los demás acudientes, que no llegan a la categoría semántica de rivales.
En menor medida sucede con Roglic otro virtuoso excepcional, (ya le dedicaremos un capítulo a este Lázaro de las bielas) Primoz, al menos se cae siendo el mejor… ¡a las mismas puertas del cielo! como cualquier hijo de vecino. Se enferma y parece -de vez en cuando- un terrícola en chanclas, griposo. Por mucha calidad que tenga, Roglic es ganable, hay esperanzas. “Humano demasiado humano”, como diría el bigotudo alemán que mató a Dios. Pero con el actual ciudadano más ilustre de Klanec, es a otro precio. Esto, como al polemizar acerca de la conveniencia de la Melena larga en un tipo que empieza a calvear adelante, como el nivel de cocción recomendado de un entrecot, chuletón o la dureza ideal del arroz de la paella, tiene muchos defensores y detractores conforme a las filias, fobias o prejuicios de cada quien y cada aquella.
Sí, es incontrovertible, -mientras no se demuestre el truco o trampa que sustentó la avasalladora hegemonía del innombrable -, el joven ciclista esloveno es admirable, su condición física natural es digna de un semidios de la mitología griega. No tengo motivos para dudar de su portentosa condición física y mentalidad depredadora. Algo de Perseo, de Teseo y de Hércules se le puede advertir al derrapar en cuesta o atacar de manera frenética pero eficaz. Por no hablar de las alitas tipo Hermes que le sobresalen en sus zapatillas cada vez que pasa a la ofensiva. Lo tiene todo, cualidades innatas -y por encima de la media del profesionalismo que ya es mucho decir- para dar pedaladas; le sobra aguante, coraje, ímpetu, ambición, osadía, desparpajo y esa rebeldía juvenil que va a punta de pulsaciones y sangre caliente, que aún no contamina la táctica especuladora, marrullera y recaudatoria. Indudable.
Tadej, es el mejor vueltómano desde hace tres temporadas. Al igual que Breaking Bad, Los Soprano y The Wire son las tres mejores series de la historia. De lejos, también es el mejor escalador del mundo ahora mismo. El mejor cuestacabrero, (ahí les dejo el neologismo). El más eximio rematador en grupos reducidos en jornadas de alta y media montaña. Uno de los más avezados contrarrelojeros (no especialista, entre los vueltómanos). El esloveno es capaz de ganar con verdaderas exhibiciones monumentos y carreras de un día. No es suposición ni parecer, sus estadísticas lo respaldan. Aunque las piedras del norte aún se le resisten, nada de raro que caiga un monumento rocoso en breve. De momento, puede meterse en el abanico o póker final de quienes definen, lo cual para alguien no especialista belga, neerlandés o francés, nunca ha sido fácil. Es simpático, amable, estiloso, registra bien ante las cámaras. Si tuviéramos que encontrarle un “pero”, sería ese indómito pelo de pincho que es casi imposible de peinar por más gomina “moco de gorila” que se ponga. De manera objetiva es el corredor -diferente al prodigio Merckx- que más se le asemeja hasta ahora por versatilidad en sus victorias, insaciabilidad, frecuentes exhibiciones y por resultados en todos los terrenos a pesar de su juventud. Sé que muchos belgas -y Arturo, fiel lector de este espacio-, quisieran que ese sucesor de “el caníbal” fuera Remco Evenepoel, sin embargo de momento atesora mayor, mejor y más valioso palmarés el mocetón esloveno.
Habrá quien se deleite todavía con Tom y Jerry y el correcaminos aún a sabiendas que el veloz pajarraco y el sádico ratón siempre se saldrán con las suyas. Que sus antagonistas nunca podrán ganarles, siquiera empatarles por más capítulos que vean. Sé que en el gremio de los cronistas deportivos se lleva mucho el no mojarse… el no marear la perdiz, cotiza, por lo general alto la tibieza. Jamás plantear ambigüedades que afecten el bussiness, es pecado no adular al emperador de turno… para no perder lectores, audiencia y quedar bien con todo el mundo. Pero a mí, tan proclive a patear la lonchera por idealismo kamikaze, aunque le admiro bastante al señor Pogacar, me aburre sobremanera ver a alguien tan infinitamente superior a los demás en carreras por etapas. En las clásicas más duras con los otros dos prodigios van der Poel y Van Aert es otra cosa, pero hoy toca hablar de hegemonía en carreras por etapas.
Qué quieren que les diga: ¿preferirían una NBA (que la hubo en los ochenta) donde coincidieran: Larry Bird, Magic Jhonson y Michael Jordan, incluso Kareem Abdul Jabbar (integrantes del top 10 histórico) y fuera muy complicado ser el MVP de la temporada o una NBA en que solo acudiera uno de los anteriores cracks “disputándose” el premio anual con excelentes jugadores, pero más… vulgares para semejante talento superlativo.
Me generan más simpatías los Bardets, Pinots, Simon Yates, Enric Mas, Uranes… en fin gente más humana que en el Tour de Francia ya no podrán aspirar jamás a mejorar su antiguo lugar en el podio. Gente como usted, como yo. Como la guapa señora de negro que va en el Metro, o en el autobús cada mañana con gesto atribulado. Que nunca será como Monica Belucci en Malena y ni falta que le hace. Gente que carece de mecenazgo divino, patrocinio de la lotería genética, sin la unción de una deidad que, en forma de don, le hayan concedido unas cualidades inalcanzables para los demás mortales. Por mucho que estos atletas entrenen, se cuiden, posean también ambición y talento natural, jamás llegarán al actual nivel del señor Blade Runner Pogacar.
La esencia del ciclismo profesional y cualquier deporte ídem es la competencia. La etimología y significado de esta palabra no deja lugar a interpretaciones subjetivas o equívocos: el verbo deriva del latín competere “aspirar” “ir al encuentro de” “buscar o pretender algo al mismo tiempo que otros”. En su forma de nombre abstracto, viene de competentia, “cualidad de luchar para conseguir un premio”. Desde hace tres años –salvo muy, muy pocas excepciones- apuntarse a una prueba por etapas donde participe Tadej Pogacar significa luchar para que la evidencia en la brutal disparidad de talento y potencia para el ciclismo no sea tan escabrosa. Es decir, con suerte dejarlo todo… para ser segundo. De lejos, con el hígado en la boca, sin haber tenido jamás chances reales de derrotarlo.
De antemano, todos ya saben que, en condiciones normales, el premio se lo suele llevar él. Sería algo así como encontrar cada fin de semana en la barra de un bar de jazz a la persona de nuestros sueños y tener que resignarnos a emparejarnos con su mejor amiga que adora a Maluma, que para colmo es escorpión y no hay compatibilidad astral y esas cosas de modernos/ancestrales new age. A su antojo, el amigo Tadej domina: de lejos, de cerca… solo o acompañado les gana. Aún siendo el más marcado en cada carrera y principal favorito con diferencia. Su táctica es la inmemorial violencia del más fuerte: el que pega primero pega dos veces. No por predecible, deja de ser infalible. Es el más fuerte, el mejor, poco que añadir.
No es que triunfe, es que sin querer humilla, arrasa. Algo así como el 10 – 0 que le propinó Hungría a El Salvador de Mágico González en el mundial de España 82, da penita, incluso con retrospectiva. Esas carreras con un Pogacar siempre inspirado parecen una “competencia” en lírica, profundidad literaria, metáforas y extrañamientos entre las letras de las canciones de Leonard Cohen, Tom Waits y Nick Cave contra Anuel AA, J Balvin, Maluma y Bad Bunny. Para la muestra este fétido botón: “Me la’ voy a llevar a to’a pa’ un VIP / Un VIP, ey / Saluden a tití / Vamo’ a tirarno’ un selfie, say cheese / ey / Que sonrían las que ya se la metí…” Esta introspectiva estrofa –o lo que sea-, estimadas aficionadas y amantes del ciclismo, es el mundo y música que le esperan a los hijos de Pogacar. ¡Qué el espíritu de Coppi y Bartali los coja confesados!
Por supuesto, que hay excepciones que solo han agrandado su leyenda. Haber perdido el pasado Tour de Francia, siendo el más fuerte, en lugar de restarle crédito o valoración generó aún más admiración y empatía por el nacido en la ex Yugoslavia utópica que soñó Josip Tito. Pocas dudas que el corredor más poderoso, el que más propuso, el que más espectáculo dio y quien tenía las mejores piernas desde el principio fue él. Si el frío y taciturno danés Vingegaard, tan frágil en su aspecto como una heroína del lúgubre romanticismo inglés -tipo Emily Brönte-, le birló su tercer triunfo, fue posible gracias (aparte de sus virtudes que también las tiene Jonas y haber aprovechado esa oportunidad) a un equipo impresionante. Donde, para no utilizar adjetivos, sus lugartenientes eran Primoz Roglic y Wout van Aert.
A ver, para ilustrar con metáforas pop, es como si Terminator fuera a pelear contra los malos malísimos y sus ayudantes para dar plomo, pata y puño fueran Chuck Norris, Rambo, Van Damme (y Mac Gyver para las cosas de electricidad, reparaciones insólitas y fontanería). Noooo, ¡así cualquiera! La disparidad en la calidad de los lugartenientes que arropaban a cada uno fue demasiado evidente, determinante.
Si a este par de prodigios de la escuadra tulipán le sumamos los “obreros rasos” Sepp Kuss, Steven Kruijswijk, Christophe Laporte, Tiesj Benoot y Nathan Van Hooydonck… Habría que venir del Curling -y nunca haber visto ciclismo- para decir que (con todos los respetos por estos grandiosos atletas del UAE) Vegar Sted Laengen, Bjerg, el prometedor pero aún inexperto McNulty, un talentoso aunque irregular Hirschi, George Bennett -en franca decadencia lejos de su versión Jumbo-, y solo sustentado en Majka que corrió con Covid y la experiencia en las cumbres de Soler, se iban a bastar para contener la furia y poderío de las avispas. Equipo correcto el de los árabes versión 2022, envidiable su nómina para Ag2R Citröen, un alicaído Movistar, Intermarché o Jayco. Pero muy inferior, descompensado e inexperto para disputar con garantías un Tour de Francia y atajar los envites demoledores que se veían venir de una formación de ensueño, en estado de gracia como la que traía Jumbo Visma.
Lección aprendida por el crack esloveno (y necesaria para no aburguesar su enorme talento ni el manejo táctico y contrataciones de sus lumpen proletarios patrones). Antes -y después- de la ronda francesa de 2022, donde fue ganador moral al haberse enfrentado casi solo contra la más desatada fuerza mancomunada de sus rivales del mejor equipo en décadas, Tadej ganaba con la gorra y lo sigue haciendo después donde quiera que va.
Juguemos un poco a revolcar la historia, aunque no venga a cuento aunque también, más que nada para desconcertar a la inteligencia artificial y dispersarnos en plan homínido; en los setenta y ochenta cinco monstruos de la raqueta se disputaron la supremacía del tenis mundial. Para ganar el ranquin anual ATP entre 1974 y 1985, había que derrotar a Jimmy Connors, Guillermo Vilas, John Mc Enroe, Björn Borg o Ivan Lend, casi nada. Estamos hablando de 5 genios de las pistas, de los mejores tenistas de la historia, ahí si había competencia en la acepción que le quieran dar.
De la misma forma, si querías ser número 1 en la listas de pop y rock de Billboard o el conteo equivalente en UK entre los sesenta y los ochenta tenías que “competir” para lograrlo con bandas y artistas como The Beatles, The Rolling Stones, Bob Dylan, Van Morrison, Marvin Gaye, Elvis Presley, The Doors, Led Zeppelin, Al Green, Aretha Franklin, Etta James, Nina Simone, La Velvet Underground, David Bowie, Queen, Status Quo, The Clash, The Kinks, Ray Charles, La creedence Clearwater revival, Fleetwood un tal Prince y Michael Jackson entre otros chiflamicas y soplagaitas… Bueno, había que innovar y proponer demasiado para competir con gente tan talentosa, virtuosa o simplemente genial para llegar arriba de las listas. Cuando uno mira que los “artistas” más taquilleros y sonados del año anterior, 2022, en Spotify y demás plataformas fueron el conejo malo, que “competía” en franca lid, como dirían los luchadores mexicanos, con Drake, BTS o Justin Biever… bueno, creo que a estos también les ganaría Pogacar, con una sola pierna, tocando los radios de la bicicleta con sus filosos rizos eslavos. No hay color.
Para no irnos por dimensiones desconocidas para tantas y otros, miremos la hemeroteca mental en el mismo ciclismo, al margen de la tiránica dictadura de Merckx en todos los terrenos de finales de los sesenta y primera mitad de los setenta. Siempre hubo expertos monstruos en clásicas que rara vez o nunca ganaban grandes vueltas (de Vlaeminck, van Looy, Girardengo, Jan Raas, van Steenberger, Sean Kelly, etc.) y uno que otro vueltómano excepcional a su altura -tipo Hinault- que lograba ser brillante en ambos tipos de carreras. Y, en al ámbito que ahora tratamos, el de las competencias por etapas nivel élite, en la década de los ochenta, (quizás la última donde sí coincidieron tres o cuatro genios generacionales) fue claramente más reñido, por lo alto.
Entre 1980 y 1990, se repartieron trofeos en la cita máxima, la Grande Boucle, tres de los grandes de la historia: Hinault (3), Lemond (3) y Fignon (2). Lo mismo en la Paris-Niza, Tirreno, Cataluña, o donde fuera. Jodido. Cuando no ganó el uno, lo hizo el otro, pero no era tan fácil para ninguno de los tres. Incluso estos semidioses tocados con la varita sufrían desmoronamientos en carrera, pájaras, perdían un Tour casi ganado en la última etapa por siete segundos ante alguien igual de bueno. Padecían más de la cuenta con unos rivales “menores” incómodos en montaña como Perico Delgado o Lucho Herrera quienes eran incluso mejores escaladores que ellos. Ahí, había también mucha, mucha competencia.
En las vueltas de una semana de segunda división o WT donde acude Pogacar (y suele barrer con mínimo tres etapas también) llámese Tirreno Adriático, UAE Tour, Andalucía, etcétera, no hay gracia, no hay emoción. En el fondo, lo que cualquier buen amante imparcial del ciclismo espera es que alguien le plante cara, se lo ponga difícil. Pero no, Pogacar, por estos días, es el Venezuela de otras épocas en los reinados Miss Universo. Puede que haya la misma admiración que había por ver al Mike Tyson de sus años dorados salir como una bestia rabiosa y noquear a su monigote de turno, convidados de piedra, en menos de 15 segundos. Pero no hay verdadera rivalidad, no es gente de su tamaño deportivo, de sus kilates. No están en igualdad de condiciones, no hay suspenso, no hay dudas, humanidad… menos laxitudes, giros. Existe apenas el fotogénico heroísmo solista de un semidiós que se sabe de sobra superior a los demás.
Le admiro -y mucho- a Tadej con admiración impaciente, resignada. Como se admiraba al Schumacher de los siete títulos mundiales seguidos. Sí, muy bueno, muy bonito y tal ¿a qué hora se acaba la carrera que tengo que ir por un cilantro? Me gusta su voracidad y excelsa condición para el ciclismo, pero preferiría que tuviera por lo menos un puñado de rivales que en condiciones normales -y sin la emboscada gavillera de un equipo tan superior- le disputaran las carreras. Hay quienes disfrutan viendo al psicópata Correcaminos o al Anibal Lecterl Jerry masacrando en cada capítulo al Coyote y a Tom. Quienes se suben al carro y se deleitan con Bad Bunny y Shakira en la cima de todas las listas musicales. Solo quiero decir que hubo una época en el ciclismo y la música en que la genialidad el talento verdadero superior y las posibilidades de ganar estaban mejor repartidas. En estos casos, cuando el bueno es tan bueno y las fuerzas de la naturaleza -junto a algún Dios de la plantilla cósmica- lo patrocina, apuesto por el infierno. Prefiero estar de parte de los malos. No hay mayor heroísmo en aliarse y alienarse siempre con el más poderoso. ¿No es así querido chat sin alma?
*ChatGPT es un sistema de chat basado en el modelo de lenguaje por Inteligencia Artificial GPT-3
Oscar Trujillo
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