Muertes en carretera en el ciclismo profesional en los últimos 60 años, tras la tragedia de Gino Mader
Por Oscar Trujillo Marín
Desde el año 1956 han muerto menos de 10 ciclistas profesionales en plena competencia dentro de las carreras tuteladas por la UCI. Y unos 43 atletas más, de esa élite mundial, fueron atropellados mientras entrenaban. Entre ellos el corredor colombiano Germán Chaves -el más reciente- o Michele Scarponi, el más famoso en lo que va de siglo. Una verdadera lástima, cada uno de ellos una tragedia con universo propio.
Los que fallecieron en plena carrera de pruebas UCI (por accidentes, no por infartos o afecciones), fueron: Stan Ockers, 1956, en una caída masiva en llano durante los 6 días de Amberes. Fabio Casartelli descendiendo el col de Portet en el año 1995, caída múltiple delante de él que no pudo evitar. El español Manuel Sanroma en el año 1999 durante la vuelta a Cataluña mientras el grupo se enfilaba en una recta para el sprint masivo. Andrey Kivilev en 2003, durante la Paris Niza. Segunda etapa, llana, un enganchón y cayó mal. El casco hace 20 años no lo llevaba nadie. Su muerte marcó un hito en la historia del ciclismo profesional, el casco se hizo obligatorio. Wouter Weylandt, giro de Italia 2011, era un sprinter. En un descenso donde no se venía jugando nada, resbaló, quizás una mancha de aceite o una ligera distracción… perdió el control y eso fue todo. Bjorg Lambrecht, en el Tour de Polonia 2019, se pasó de rosca en una curva, etapa llana pero lluviosa, ni siquiera venía tan rápido, caídas parecidas ocurren por montones cada temporada, la mala suerte fue que se golpeó la cabeza contra una alcantarilla con fatal desenlace. Quizás se me quede alguno, pero no fueron muchos más. Triste, trágico, pero estamos hablando de más de 60 años en un deporte que ha tenido cientos de miles de participantes y carreras durante el mismo periodo.
El último luto del pelotón profesional, aún reciente, fue el de la semana anterior: Gino Mader. En un descenso, carretera ancha y seca de la vuelta a Suiza. La ronda helvética es la prueba del WT -junto con el UAE Tour- que utiliza las mejores y más amplias vías en sus etapas de montaña, lejos de los caminitos de dos y tres metros de ancho tan comunes en Francia Italia y España. Aún así, sucedió lo peor. El joven, quien corría de local, arriesgó más de la cuenta, en el mismo tramo que Ayuso arriesgó para ganar la etapa. En el caso de Mader, con la ilusión de ganarse el cupo para el Tour de Francia, ya que tuvo que retirarse del Giro de Italia por causa del Covid. Como ven, las desgracias han ocurrido en todos los terrenos climas y circunstancias, con el común denominador de un accidente fatal, no necesariamente en bajada.
Accidentes, muertes todas terribles, lamentables, como las de cualquier persona joven. Quizás con un matiz colosal: estos chicos anteriormente mencionados, nacieron en algunos de los países más desarrollados -con mayor IDH del mundo- y murieron en su ley. Practicando un deporte que eligieron por gusto, de manera voluntaria, actividad de riesgo que amaban y escogieron libremente, por la que les pagaban un generoso salario, muy por encima de la media mundial. Trabajo y pasión que, no es, ni mucho menos, de los oficios ni deportes más peligrosos que existen. Aunque algunos demagogos sentimentales, aprovechándose de la trágica coyuntura, se empeñen en canonizar o sacralizar a los ciclistas por el simple hecho de enfundarse un maillot o ganarse la vida pedaleando. De la misma forma que los policías y militares no son “héroes” por el solo hecho de portar un uniforme, los ciclistas tampoco. Ambos tienen que ganarse esa consideración con sus actos y proceder. Algunos si, se elevan por encima de la media de valor, ética o calidad deportiva y lo consiguen, otros no. Los ciclistas son seres humanos que escogieron un trabajo duro -como tantos- y están supeditados a unos riesgos y azares como los demás. Ya salir a la calle rumbo a la oficina, la cantera o la fábrica en una gran capital latinoamericana es una odisea incierta y demasiado peligrosa.
12 mil mineros mueren anualmente en este planeta de manera indiscriminada. En América latina, África, Asia, pero también en el sub suelo de las naciones más ricas y con mejores medidas de seguridad laboral del planeta. No es por nada, pero a nadie parece importarle semejante despropósito. 400 muertes se producen al año tan solo en Argentina en el colectivo de obreros de la construcción, en plena actividad. 150 víctimas al año en España y una cifra similar en Colombia dentro de este mismo gremio. Hablando ya de deportes con altísimo riesgo de muerte o invalidez permanente, 1 de cada 60 saltadores de altura muere practicando la disciplina que ama, (se tiran en paracaídas desde altos edificios, montañas o acantilados). 1 de cada 100 pilotos de automovilismo o motociclismo, entre ellos el más célebre Airton Senna o el más reciente Marco Simoncelli. 1 de cada 540 practicantes de ala delta se deja la vida en competencia, y ¡40! alpinistas mueren al año intentando escalar las montañas más emblemáticas del mundo desde al Aconcagua hasta el Everest. Con todo el respeto por los caídos en desgracia, esos son deportes infinitamente más peligrosos.
Resulta evidente que el ciclismo no es, ni de lejos, una de las profesiones o deportes que cause más víctimas fatales en el mundo dentro de la competición. Entrenando, la cifra si aumenta pero por causa de atropellos producidos por conductores irresponsables o energúmenos. Circunstancia que si se puede -y debería erradicarse- con educación vial y condenas ejemplares para los conductores asesinos. Las estadísticas no mienten. La tecnología avanza, las medidas de seguridad se extreman en todos los apartados, pero en el deporte -como en las minas, como en las grandes estructuras que se levantan- o en la vida en general, es imposible tenerlo todo atado. El azar, las fuerzas de la naturaleza, las distracciones o errores propios no forzados también juegan. Quien más arriesga en los negocios, o en el deporte, quien más competitivo sea, es quien más chances tiene de ganar, pero también de perderlo todo.
Nadie va a dejar de escalar montañas en el Himalaya o los Alpes, ni de ir a 300 km por hora en una moto o coche de competencia, ni mucho menos se parará la construcción o los viajes de camiones por carretera en el mundo porque algunas personas encuentren su final allí. Estar vivo es la primera causa de muerte en la tierra.
No se pueden hacer ir los coches ni las motos a 30 km por hora en un autódromo, para evitar el más mínimo riesgo. No se pueden eliminar las etapas de montaña alternativas, las que acaban cuesta abajo (como lo pidió en caliente Evenepoel, que por cierto no es muy buen bajador) con tal de no afrontar un descenso. Sería injusto con los bajadores expertos. Nibali, por ejemplo, no hubiera ganado la mitad de su palmarés. Ni se deben quitar los esprints para evitar imprevistos y accidentes en la nerviosa definición. El que quiera vivir cien años que se haga asesor contable, cura o ajedrecista, pero eso tampoco le asegura mayor longevidad o salir ileso de este circo. Una bala perdida, un rayo, una cáscara de plátano en la calle, un desquiciado terrorista, una intoxicación alimentaria, un mal matrimonio, puede sepultar sus ilusiones y los latidos del corazón de cualquiera.
Todos lamentemos la muerte del joven deportista Gino Mader. A mí me entristeció como si le conociera de toda la vida. Me caía muy bien. Aparte de buen ciclista, excelente escalador, era un tipo humanista, altruista, que abrazaba las causas sociales. A diferencia de la mayoría de deportistas de élite que los ciega el ego, la avaricia y el consumismo superficial, Gino utilizaba su fama y visibilidad para captar recursos y ayudar de manera efectiva a los menos favorecidos.
Lamento y repudio también la demagogia emocional que se aprovecha de un hecho trágico particular, realmente excepcional, -cuando menos muy raro en el ciclismo de competición a lo largo de la historia-, poco frecuente, para intentar darle un carácter general, exagerado, que nunca ha tenido. Me duele mucho la muerte de Mader, de la misma forma que la de los miles de mineros bolivianos anónimos; choferes de camión rumanos; y albañiles mexicanos que nunca coparan titulares de prensa.
Mujeres jóvenes y hombres que llegaron a esos oficios empujados por la necesidad; ni siquiera era el sueño de su infancia jugarse la vida cada día por un sueldo precario, o morir bajo un alud de tierra, sin gloria alguna ni homenajes de nadie. Simplemente ¡No tuvieron otra opción para ganarse la vida de manera menos riesgosa! Paz en la tumba de Gino Mader, la desgracia se cebó con él, pero al menos abandonó este mundo haciendo lo que amaba.
Oscar Trujillo¿Te gusta lo que hacemos? Puedes seguirnos en Instagram y TwitterSúmate en Facebook: Ciclismo Internacional
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De los mejores artículos que he leído al respecto, gracias Oscar.
Muy acertado todo. Menos de que Remco baja mal, eso es cosa del pasado.claro no es Mohoric, Pidcok o Pogacar que rozan el límite de lo fatal…creo que como dice el dicho “cada quien reza sus muertos” por eso pesa y realmente lo de Mader porque vemos ciclismo y mucho, ya tantos años viendolo que parece familiar…si! estaba al tanto de que practicar ciclismo es mas peligroso que competir, pero no sabia que estadisticamente es un deporte no tan letal…veo muchos deportes y el ciclismos es el unico que me genera nervios ver caidas, asi como las bajadas, lluvia o casi todo. Ya que solo cuenta con cascos que cubren el 40% de la cabeza y nada mas…creo que el umbral de dolor tan grande que poseen los ciclista da la explicación científica de su supervivencia a caidas para asimilar impactos y acelerar recuperaciones.
Gran Artículo Oscar.
Cuanta razón. Desafortunadamente es algo que no se podrá evitar al 100% en las competencia, pero hay cosas evitables Hoogerland recuerdo una fuga en la que iba en un tour y cayo contra el alambrado, pero pudo ser peor, muchas veces las motos causan accidentes. Disminuir el riesgo en entrenamientos generando conciencia vial y cultura es algo que deberia lograrse. yo mismo lo sufrí el año pasado en un descenso, venía a menos de 20 km/h y un conductor imprudente por adelantar en curva me cerro, mi buena suerte es que la caída, solo me dejo con el radio fracturado. Pero cuantos no cuentan con la misma suerte.
Aunque no es tema ciclístico, me pica no meter la cucharada, en el caso de B. Lambrecht no fue “la mala suerte fue que ..”, el azar no existe, todo viene predeterminado con anterioridad, fruto de acciones pasadas, ya era su hora y cualquier otro camino, el destino hubiera sido el mismo. Recuerdo mucho a Lambretch, lo referencié por un asunto en particular, me pareció un corredor muy corajudo y sufrido y me pegó su partida.