Por @pmpalermo
Si algo caracterizó siempre a Nairo Quintana fue su explosivo modo de correr, permanentemente al ataque en su terreno sin importar la entidad de los rivales o de la carrera en cuestión. Así, se cansó de sumar victorias a su palmarés, por demás prestigioso pese a su juventud, pero también de ganar adeptos, fanáticos del deporte pedal enamorados de su desparpajo, totalmente contrapuesto al ciclismo calculador de gente como Chris Froome.
Pero todo indica que esas gestas del tunjano se verán cada vez más reducidas, ya que el sueño de ganar el Tour de Francia puede más y tanto él como su equipo han optado por enfocar sus esfuerzos en julio, dejando de lado el resto del calendario, donde el virtuoso atleta igualmente deja huella debido a su talento innato, pero ya no del modo al que tenía acostumbrados a los aficionados.
En ciclismointernacional.com somos del ´palo´ y entendemos que ganar la Grande Boucle es lo más relevante que le puede pasar a un corredor pero, en tiempos en los que escasea la improvisación y los métodos científicos se comen al ciclismo romántico que todos los miembros de este ambiente aman, es casi igual de importante ser competitivo y rebelde durante gran parte de la temporada.
Sin embargo, cada vez hay más reserva entre los miembros del pelotón y, por ejemplo, el otrora aguerrido Vincenzo Nibali pasó de ser un canto a la agresividad desde comienzo del año a guardarse por completo, soltando toda su ira en julio. Experimento arriesgado que le salió bien en 2014 pero que nunca queda exento de algún imprevisto que termine con todas las ilusiones abruptamente y casi sin margen de acción, puesto que para entonces, sólo queda la Vuelta a España como posible punto de revancha.
Pues bien, el mismo “bicho” ha picado a Quintana y, especialmente, a Eusebio Unzué, que se sabe frente a una de las pocas chances que le queda de volver a imponerse en un Tour de Francia, gesta antes conseguida por “Perico” Delgado, Miguel Indurain y Oscar Pereiro en lo que a su estructura refiere.
Esa es la realidad, pero no por ello se puede negar que es raro y hasta molesto ver a un corredor ofensivo por naturaleza limitándose a rodar cuando tiene piernas para más, como sucedió hace unos días en la Route du Sud, donde se mantuvo al lado del siempre generoso Contador, como si de un obediente robot se tratara.
Por otra parte, antes de que los más pragmáticos salgan en su defensa, sería bueno que se despojen de los nacionalismos y preferencias, ya que Nairo va encaminado (con determinadas diferencias propias de su idiosincrasia) a hacer lo mismo que Froome, quien por cierto se ha cansado de levantar los brazos una y otra vez mirando su potenciómetro, siempre bajo un aluvión de críticas.
Con apenas 25 años, Quintana tiene una década por delante para asaltar el amarillo en París, es decir que, salvo cambio de planes, estaremos durante los próximos diez años mendigando sus brutales arrancadas, antes tan habituales y ahora parte del archivo, ya que el cafetero tiene prohibido hacer un mínimo gesto de más que le provoque algún gasto extra de energías.
Ese no es el Nairo Quintana que saltó a la fama en el Tour de 2013 atacando y descolgando a Froome o, incluso, cediendo terreno por moverse antes de tiempo en el Ventoux, derrota igual de valiosa para los espectadores, que tuvieron unos minutos de frescura de la mano del escarabajo, el único que se atrevió a desafiar la tiranía del Sky y sus autómatas.
Por todo eso es que desde esta redacción se critica y reclama por el colombiano, un soplo de aire fresco en un pelotón cada vez más mezquino, necesitado de la cuota de espontaneidad que el atleta en cuestión solía aportar sin discriminar el escenario.
A modo de muestra, se pueden hacer comparaciones de sus prestaciones durante los últimos tres años, período en el que Unzué y compañía lo han ido modelando a su gusto. En 2013, festejó en etapas de Catalunya, País Vasco (y la general), Tour de Francia y Vuelta a Burgos (general). Al año siguiente, añadió el Tour de San Luis a la colección y sólo un resfriado le impidió hacer lo propio en Catalunya y Tirreno, aunque se desquitó en el Giro y Burgos.
Por contrapartida, en 2015 sólo regaló algún destello de su capacidad en la “Carrera de los Dos Mares”, bajó la nieve del Terminillo, pero nada más. En San Luis fue superado por gente que nunca lo hubiera vencido en circunstancias normales, ni siquiera regresando tras una lesión. Ni que hablar de País Vasco y Romandía, donde parecía querer y no poder, o en Route du Sud, donde ya todos saben cómo se guardó.
Las evidencias son innegables y sólo resta esperar a que el colombiano arrase el Tour, donde deberá enfrentar a sus formidables rivales, pero también a la presión de no haberse brindado el resto del año para vencer aquí, algo que no es indispensable como ya probó Alberto Contador en 2014, clasificando 1° o 2° en todos los eventos en los que tomó la salida.
Ojalá los meses de ostracismo den resultado y Nairo se pare en lo más alto del cajón en los Campos Elíseos, justificando sus sacrificios y la mezquindad entregada, nueva faceta del atleta de Movistar a la que parece habrá que acostumbrarse.
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Pablo Martín Palermo
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