Por @pmpalermo
Para algunas cosas, la pandemia había resultado positiva. Por ejemplo, en lo que a la recuperación de ecosistemas, que derivó en la aparición de fauna donde antes sólo primaba el dañino ser humano. También, para que las bicicletas dominaran las vacías calles, puesto que es un medio de transporte que evita aglomeraciones.
Pero, allí donde se flexibilizó la cuarentena, volvieron los problemas. En el caso que nos compete, se trata de la interminable historia de mala convivencia entre automovilistas y ciclistas. Y sea porque son los que peor manejan o es que disponen de más estadísticas, Italia se mantuvo al frente en número de casos.
Desde el 4 de mayo, cuando se levantaron muchas restricciones, se produjeron 50 incidentes denunciados, que incluyeron cinco víctimas fatales entre las que se cuenta un policía y hasta un cicloturista arrollado por un tractor.
Aún así, no sólo el país de la bota tuvo problemas. En Gran Bretaña, un joven de 16 años lucha por su vida tras ser embestido en Londres. En esa misma ciudad, hace unas semanas, también perdió la vida una mujer policía.
Los ejemplos se reiteran y sólo irán en ascenso, porque todos han salido desatados y con los reflejos “oxidados”. Basta con revisar las redes sociales para encontrar reportes “no oficiales” de personas que fueron testigos de hechos que no pasaron a mayores.
Triste que una de las primeras noticias tras la reapertura de actividades sea una de larga data, magnificada y con datos parciales. Y más grave aún, desde que se fomenta desde la política y sus ministerios de salud, el transporte en bicicleta para combatir el virus. Si no toman medidas, deberán combatir otra pandemia, la de accidentados en dos ruedas.
Pablo Martín Palermo
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