Por @amatiz12
Culminó una primera semana del Tour de France 2023 que ha estado a la altura del espectáculo prometido y que aunque sea prematura -a la vista de algunos- para sacar conclusiones, a ojos de este servidor dejó una cosa clara: Tadej Pogacar tiene la principal opción de llegar de amarillo a París.
Por el hecho de que esté catalogado como un extraterrestre -con toda la razón- a la gente se le olvida que el esloveno aterrizó sin una preparación ideal, con un parón largo, en fisioterapia, lejos del rodaje necesario para estar en óptimas condiciones y recuperándose aún de una lesión compleja que a cualquier otro mortal le habría costado a estas alturas cualquier chance de luchar si quiera por el podio.
Un desafío cuya dificultad fue elevada por tener que rivalizar frente a un tipo que aproximó a la ronda gala como le vino en gana, completamente sano, compitiendo la cantidad de días deseados y preparado por el equipo más metódico del pelotón actual. Con todo servido en bandeja de plata para estar a su 100% en su único objetivo del año,
En ese sentido, que esté a escasos 17″ en este primer segmento y con el atenuante de haberlo superado en dos oportunidades, le permite hacer un balance más que positivo, contrario a su similar danés, que al ver que su plenitud sólo le ha permitido acomodar esa pequeña ventaja, debe estar con un serio dolor de cabeza, así como sus secuaces.
Las memorias son cortas, como seres humanos olvidamos fácil detalles que realmente son relevantes y otra que no está en el sonajero de muchos es la de 2022: el mejor Pogacar nunca fue capaz de descolgar al mejor Vingegaard en montaña. Nunca, léase bien. Sí, todos sabemos que Roglic fue el punto de desequilibrio, pero desde que el de Klanec quedó en desventaja probó hasta la saciedad, sin ahorrar un sólo gramo de fuerza y sinceramente, el amarillo no tambaleó ni se le vio en dificultades en ese embate.
Yo me pongo en los zapatos del buen Jonas y pienso en que el otro, ese que no pudo conmigo en su esplendor y que ahora sin estar pletórico ya me ha podido distanciar dos veces, a mi mente sólo martillaría la preocupación por más líder que esté.
Algunos argumentarán que el día bueno del de Jumbo fue superior a las jornadas de brillo del de UAE y que por tanto no debería estresarse por su condición. Y pues sí, el concepto es en parte cierto, lo respalda la actual clasificación. Sin embargo, el contexto ya descrito indica que era normal que ‘Vinge’ pudiera aventajar a Tadej, lo que se sale de la lógica -si es que ese término aplica para este ciclismo- es que haya acontecido al revés y por partida doble.
Y ahí otro flanco en el que la joya eslava está por delante: el psicológico. Adhiero a esta frase expresada por ‘Matxin’ tras el Puy de Dome. “Creo que esos 10 segundos han sido 10 segundos psicológicos”, señaló.
Es que lo que aumenta la magnitud de este descuento, no es la cantidad de tiempo recortada, sino el efecto emocional que ello supone en su contrincante. Es el sentar ese mensaje de que “yo, todavía lastrado, tengo con qué estar por delante tuyo”. La inyección moral y de confianza está del lado de Pogacar, que en la misma dosis, induce incertidumbre y dudas en Vingegaard.
La cabeza juega un papel definitivo en nuestro deporte y estos dos mazazos pueden influir en la forma en que el actual Maillot Jaune afronta la competencia en los parciales venideros. Quizá con menos determinación, menos arrojo e intrepidez, que para caso, lo llevaron a tratar de sentenciar el juego en el Tourmalet cuando palpó la debilidad de su oponente 24 horas atrás.
El tercer y último apartado que favorece al rutero de 24 años es el estratégico. Con el perdón de la crono -que es un 50/50 a juicio propio-, el único terreno donde el campeón defensor puede marcar la diferencia es la escalada.
¿Qué significa eso? Que, aparte de depender de tener un día de gracia absoluta cuesta arriba para voltear la torta a su favor, no posee el mismo registro del mejor joven para emplear alternativas fuerza de la montaña y la fuerza. Y eso es otro problema, porque lo hace dependiente de inspirarse en uno de los puertos para hacerse con la victoria.
Pogacar tiene todo un arsenal para lacerar al otro: las bonificaciones en subidas y meta, la media montaña, un ataque en el momento menos esperado… Indudablemente es más versátil y puede recurrir a todo tipo de armas a las que Vingegaard no tiene acceso, simplemente porque no las domina.
No vamos a esperar a que sea más veloz en un sprint o que lo saque de punto en alguna cota de 5 minutos de esfuerzo. Hasta ahora, las únicas fisuras que le ha provocado han sido en alta montaña, que no es para menos.
Pero en un Tour, que justamente escasea en esos ascensos de largo aliento, jornadas con desnivel y sube y baja que favorecen al escalador puro, no se puede apostar a cobrar el premio gordo en un perfil así. Y si no existen otras herramientas, menores serán las probabilidades de terminar en lo más alto.
La ausencia de Roglic pesa, porque está en un mano a mano donde sólo tiene una carta ganadora, mientras que su colega esloveno esconde más de un as bajo la manga.
Algo deberá inventar Jumbo, que hasta ahora, ha enseñado su única jugada a disposición: el tren de vatios. Ya se sabe que por ahí no existen garantías, así que tocará sorprender en algún abanico o trazado ratonero donde su escollo esté mal colocado o algo parecido.
Una tabla de tiempo dirá que van ganando, pero la realidad es otra. Un talento generacional los tiene en serios apuros y cada vez será más complicado sacárselo de encima, porque como si fuera poco, irá a más, pues cada etapa lo acerca a su mejor versión y a su tercera consagración en los Campos Elíseos.
Alejandro Matiz
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