Ciclismo Internacional

Opinión: Contador no será recordado por su palmarés

Por @pmpalermo

Cada vez que se habla de determinados deportistas importantes, la mayoría cae en el facilismo de compararlos con otras estrellas y, peor aún, de hacerlo mirando el palmarés de cada uno sin considerar el contexto que les tocó vivir o si marcaron una época.

Alberto Contador anunció su retiro y ya se busca ubicarlo en algún tipo de escalafón de leyendas, junto a figuras de la talla de Miguel Indurain, Eddy Merckx o Bernard Hinault. Y no está mal que así lo hagan, al menos en parte. Pero lo que no debe perderse de vista, es el modo en que el español se catapultó hasta ese Olimpo del deporte pedal.

Contador fue excepcional. Y no es una exageración, porque fue el máximo ciclista de su generación y se lo ganó a pulso, luchando contra rivales de todo tipo, tanto dentro como fuera de sus equipos, saliendo mayormente victorioso, aunque a la vez desgastado.

No obstante ello, y para ser más concretos, el madrileño fue el único pedalista en décadas que siempre generaba esa sensación de que algo podía suceder de un momento a otro. O como dicen en España, de que podía liarla de improviso y “morir”, pero “matando”.

Sinceramente no me importa si ganó siete grandes vueltas o no, ni me pondré a hacer un recuento de sus victorias. Para eso sobran sitios con estadísticas. Lo que me vale y marcó a quienes fuimos contemporáneos del “Pistolero”, fue su forma de correr.

Siempre a la ofensiva, con o sin piernas, probando hasta el desfallecimiento en vez de conformarse con una mejor ubicación general. Y aunque pocas veces tuvo suceso, sus apariciones no cayeron en saco roto. Qué mejor ejemplo que Fuente Dé o Formigal.

Obviamente, sus tempraneros éxitos le permitieron forjar una leyenda, vivir de ella y, con el paso de los años, utilizarla para competir. Sin nada que demostrar, se soltó aún más que en sus días dorados, maquillando progresivamente una trayectoria hasta lo que es hoy.

Su ataque a 125 kilómetros del arribo (con el Galibier por delante) en la etapa 17 del Tour es sólo una muestra más de su coraje competitivo y de lo que aquí trato de exponer. Y aunque los pragmáticos insistan en que es mejor recolectar podios corriendo a rueda, la historia recordará por siempre la valentía del nacido en Pinto, algo que no es tan seguro con la mayoría de sus colegas.

Rápidamente, si tuvieran que enumerar los podios de las grandes vueltas de los últimos años, la mayoría se encontrará en dificultades. En cambio, a la hora de citar recuerdos, aparecerán hechos puntuales y con lujo de detalles, entre los que abundan las proezas ofensivas de Contador.

Fueron los modos antes que los resultados, los que le valieron para ser lo que es. Y por favor, no es tiempo de caer en objeciones ridículas sobre el dopaje o las excusas. Todo eso tuvo su momento y ya quedó atrás, como cuando los presos son liberados tras cumplir su castigo y, a diferencia de los atletas, reciben el perdón social.

Alberto Contador fue el ciclista de su era, y pese a que es imposible comprobarlo, pudo ser aún más grande. Casualidad o causalidad -porque él también tendrá sus responsabilidades- , sufrió incontables tribulaciones que mermaron su trayectoria deportiva, que así y todo, es de las más ilustres en el ciclismo.

A partir de 2018 se extrañará sobremanera su presencia. Porque aún en el declive de sus facultades, se encargó de regalar espectáculo allí donde tomó la salida, algo de lo que sus compañeros de profesión son incapaces de ufanarse.

La generación dorada de España llega a su epílogo, y la marcha de Alberto es el símbolo más notorio de ello. Ojalá los que vienen detrás tomen de ejemplo las virtudes que aquí marco y las añadan a su arsenal competitivo, aunque más no sea, para llenar un poco el vacío que dejará el escalador pinteño.

Pablo Martín Palermo

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