Ciclismo Internacional

Opinión: ¿cuánto influyó el diseño de la llegada en el triunfo de Barbier en San Juan?

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Por Oscar Trujillo Marín

Vaya por delante que se felicita a Rudy Barbier, sorpresivo vencedor de la primera etapa de la Vuelta a San Juan 2020. El corredor galo no tiene la culpa de ganarles con relativa facilidad a unos (cuando menos erráticos, nerviosos o casi desconocidos esta tarde) Sagan, Gaviria o Hodeg. Pero con importantes matices que no hay que desdeñar. Su triunfo tiene mérito, que lo disfrute. Ya tiene una hazaña para contar en el otoño de su vida. Lo logró ante al menos dos rematadores de talla mundial y uno muy joven -el colombiano del Deceuninck- pero ya con varias dianas en el World Tour y miembro del mejor equipo posible para embaladores del mundo.

Sin embargo en 7 años como profesional -antes de levantar los brazos en San Juan- la victoria más relevante que podía mostrar al sprint el francés de 27 años, (de ocho en total en pruebas menores durante toda su carrera) era un embalaje en el Tour de Estonia. En otras palabras, un especialista al sprint consumado y depredador… propiamente no es. ¿Qué sucedió entonces?

Al ver las imágenes en directo la sensación es de confusión y desconcierto. Luego, ya con calma en las repeticiones da la impresión que una curva innecesaria faltando unos doscientos metros, sumada a un incomprensible peralte que tienen que saltar los corredores sobre la misma zona, provocó un raro freno o insólita desaceleración en la primera línea de sprinters. Que, de hecho, fueron superados por sus inmediatos perseguidores con una facilidad inusual para la calidad y experiencia al menos de Hodeg y Sagan. Porque Gaviria nunca tuvo siquiera opciones.

Si examinamos el reglamento UCI para la organización de carreras profesionales en su página 167, (C.6.2 TITULADO “El Final”) dice lo siguiente: “Los kilómetros finales que conducen a la meta deben tener una excelente superficie de carretera y estar libres de todos los obstáculos, tales como baches de velocidad, rotondas, estrechamientos de la carretera, etc. En etapas planas, los últimos 500 m deben ser, en la medida de lo posible, rectos, o al menos No debe haber curvas peligrosas”

A mi juicio la avenida absolutamente llana, amplia, con una recta de más de seis kilómetros y en buenas condiciones permitía establecer la línea de meta unos quinientos metros atrás para evitar esa curva (para colmo con una especie de reductor de velocidad o relieve pintado en las inmediaciones) innecesaria, abrupta y peligrosa muy cerca de la meta. Bastante riesgo hay ya con los aficionados inconscientes o imprudentes para añadirle más. Ya de por si la caída previa a falta de 3.5 km por esta misma razón, había sumado nervios en el pelotón y eliminó a los lanzadores.

Si fuera una etapa de montaña con la poca velocidad con la que llegan y en grupos muy reducidos -o tantas veces de a uno- una curva y un peralte antes de la pancarta de llegada no afecta la seguridad en absoluto, no hay mayor problema. Pero con al menos una veintena de corredores lanzados ocupando casi el ancho de la vía, la primera avanzada se ve sorprendida por un par de peligrosos obstáculos que sobran en una etapa llana con predecible llegada masiva. Desde luego ha sido un sprint muy extraño, caótico. Desconcertante.

Oscar Trujillo Marín

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