Opinión: El adiós del vueltómano más humano de su generación
Por @pmpalermo
Pocos, por no decir nadie, pueden no querer a Thibaut Pinot. Ciclista tan talentoso como humano, en tiempos en los que el jefe de filas de cada escuadra es una suerte de robot que prácticamente no sufre como el resto de los mortales.
Desde su explosión al máximo nivel, allá por 2012 con un top 10 en el Tour, el francés ha dado muestras de las dos cualidades antes descritas: capacidad y falibilidad. La primera vez que llamó la atención del mundo por algún dejo de vulnerabilidad fue cuando reconoció (y solucionó) su temor para los descensos.
El pupilo de Madiot se entregó a un piloto de automovilismo que lo ayudó a perfeccionar el arte (porque lo es) de bajar las montañas. No se convirtió en un especialista, pero al menos dejó de perder tiempo cada vez que la ruta iba en descenso y pudo dejar de atacar con antelación para limitar lo que luego perdería por sus miedos.
Thibaut construyó una carrera plagada de altibajos. Con altos muy altos y bajos muy bajos. Pero fue justamente esa inconsistencia la que lo volvió un favorito del público. Este amante de las cabras podía poner contra las cuerdas a los escaladores top del momento o, de golpe, hundirse y perder toda chance en la general.
La historia se repitió una y otra vez, y siempre volvió. En alguna ocasión brillando en busca de etapas, otras brillando en pruebas de un día. Pero siempre sufriendo, para bien o para mal.
Ese vueltómano “terrestre” fue -junto a Bardet- el encargado de dar la cara por un país ciclista como Francia cuando se produjo el recambio generacional ante la salida de los Rinero, Bouchard, Moureau o Virenque, por citar algunos.
Buque insignia de FDJ, Madiot se enamoró de él y formó el proyecto deportivo a su alrededor, con excepciones para beneficiar a Démare. Y su ascenso fue meteórico hasta llegar al podio del Tour en 2014, cuando a su nivel se sumaron circunstancias que lo auparon hasta el cajón.
Lamentablemente para él, después de eso aparecieron los toboganes, con buenas y malas por igual. Y fue en ese entonces que se hizo con el cariño de todos, especialmente cuando se produjo su estrepitoso abandono en el Tour que más cerca tenía, el de 2019, cuando era el único capaz de acercarse al mejor Egan Bernal.
Antes y después, lo humanizaron bronquitis, dolores de espalda o el calor extremo. Sus imágenes dolientes escalando en la grupetta son casi exclusivas, porque la mayoría de sus colegas laborales con responsabilidad similar siempre se bajaron o se dedicaron a rodar ante adversidades del género.
Su amor al ciclismo, sus logros y sus fallos son el legado que Pinot deja en el deporte. Festejó y lloró en tiempos de Froome, Roglič, Dumoulin, Nairo, Pogacar o Vingegaard, todos ejemplos -casi sin excepciones – de dominio casi robótico.
Nunca, y eso dice mucho, estuvo siquiera mencionado en una investigación de dopaje o similar, algo tristemente usual en la historia del ciclismo y todo un lauro para alguien que pudo estar muy próximo a las gestas máximas de la disciplina de las dos ruedas.
Se va Pinot. El último vueltómano terrestre y uno de los modelos a seguir por los jóvenes galos que vienen detrás e intentarán lo que nuestro protagonista y sus compañeros de era no pudieron: romper la sequía que Francia arrastra en el Tour desde que Bernard Hinault colgó la bici hace cuatro décadas.
Ojalá la nueva etapa en la vida de este novel desempleado (a partir de 2024) traiga consigo más alegrías que penurias, porque haciendo algunas salvedades, los últimos cursos de ‘Tibó’ han sobrado las penas.
Pablo Palermo¿Te gusta lo que hacemos? Puedes seguirnos en Instagram y TwitterSúmate en Facebook: Ciclismo Internacional
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Pinot gran escalador uno de los pocos ciclistas franceses creíbles al igual que Bardet que son terrenales y que están por fuera de los extra planetarios , que hicieron sus logros frente a una jauría aplastante que va a otra marcha. Buenas actuaciones en monumentos como una victoria y pódium del Giro de Lombardía, un pódium de una GV_TDF , segundos puestos en vueltas menores como Cr. Dauphiné, Tour de Romandía y Tirreno Adriático. Tuvo chispazos y jornadas memorables en la alta montaña, en algunos momentos hizo que otra buena crono, pero su declive empezó hace unos cuatro años atrás, y
va a tomar una buena decisión al final de esta temporada , porque enfrentarse a una nueva ola que arrasa a los de su generación, es razonable colgar la bici.