Ciclismo Internacional

Opinión: El Giro más humano

Por @pmpalermo

Pasó la etapa 16 del Giro de Italia 2017 y quedó una sensación de día desaprovechado debido a lo poco que sucedió pese a lo brutal del recorrido. El mismo, uno de esos etapones tan propios del evento, ofrecía todos los condimentos necesarios para que se librara la batalla decisiva, la que demostraría quién o quiénes lucharían por el título.

De un lado, el hasta ahora intratable líder, un sorprendente hombretón con físico de contrarrelojista que no mostró fisura alguna en su terreno, pero tampoco en las montañas. Del otro, el ejército de escaladores y vueltómanos encabezado por Nairo Quintana -por potencial-, el máximo favorito a la corona centenaria.

Y partió la caravana con tres puertos de entidad en el horizonte, empezando por el Mortirolo. Nada sucedió allí más que la conformación de la fuga, en la que se colaron algunos satélites de los gallos que llevaron a conjeturar con mil posibles tácticas.

Transitado el afamado puerto, las esperanzas recayeron en el Stelvio, un monstruo coronado de nieve debido a sus más de 2.700 metros de altura donde todos -sí, me incluyo- esperábamos el salto del pequeño Quintana, hombre criado en esas cotas de quién bien podía presumirse una comodidad superior a la de los europeos.

Pero de nuevo, nada pasó. O sí, porque el mérito de “Big Tom” era enorme, habiendo resistido sin percances hasta dicho punto. Más conjeturas, muchas críticas respecto a dos monumentales trepadas desaprovechadas y, a todo esto, Amador y Anacona adelante, esperando por el ataque de su capo que no llegaba. Y no llegaría nunca.

El reducido grupo de líderes encaró la bajada con tan sólo el Umbrailpass como juez, otra “bestia” que, al menos, tendría el esperado duelo de capitanes. Todos contra Dumoulin, por ese entonces, una maravilla que seguía sin enseñar fisuras.

Y entonces sucedió. Lo que no habían podido hacer los oponentes sobre la bici, lo concretó la madre naturaleza, que forzó a la Maglia Rosa a arrojarse en una cuneta para hacer sus necesidades escatológicas en medio de un estupor generalizado.

Las dudas abordaron a algunos, que parecieron esperar. Pero no a Nibali (en realidad empezó Zakarin), que puso a sus gregarios a tirar, preparando el asalto. Podrá parecer antipático, pero el italiano toma decisiones y las respalda con hechos.

Después de todo, es una competición deportiva y lo que sufrió el “tulipán” es parte de la misma, y de la vida misma. Imaginen un lote frenado ante cada contratiempo de alguno de los pedalistas…

Comenzaron la ascensión y el escenario quedó definido: los gallos adelante y un aislado Dumoulin persiguiendo con un ritmo que, con el correr de los kilómetros demostró que -nuevamente- tenía las mejores piernas, e incrementó el sabor a injusticia en el ambiente ante la falta de mérito de los adversarios para ponerlo contra las cuerdas dando pedales.

Tras el ‘ingreso a boxes’, el de Sunweb fue a más y limitó la sangría, en tanto que Nibali se hizo cargo y atacó, llevándose a unos pocos hombres con él. Entre ellos, Nairo Quintana, quien decidió no moverse en primera instancia para devolver la gentileza al holandés, y luego no tuvo resto para nada cuando estaba libre de todo pecado y tenía derecho a jugarse la carrera.

Con el mejor equipo, dos gregarios de lujo preparándole un puente y puertos a su medida, la inacción del ‘escarabajo’ sólo podía deberse a limitaciones propias. Porque hay que decirlo, por más que no parezca, es humano.

Tan humano como Dumoulin, quizás el mejor desde lo físico, que debió atender una necesidad como cualquiera de todos nosotros. ¿O acaso hay algo más terrenal que eso? Volviendo a Quintana, hay que decir que es tan alto su nivel de base, que logró seguir la rueda del “Tiburón” y quedó a segundos de la punta sin realizar demasiados méritos.

Nibali, el gran ganador del día, lo hizo de una manera limitada, con más ganas y decisión que otra cosa. Porque sus arreones no fueron nada del otro mundo y la brecha la abrió en la bajada, arriesgando como sólo él puede hacerlo.

En definitiva, un Giro que estaba encaminado por otro derrotero más familiar, revivió debido a fallas y limitaciones del cuerpo de los protagonistas. Que sean de otra pasta y nos tengan habituados a exhibiciones constantes no los excluye de incidencias como las narradas.

Es más, habla muy bien de este pelotón que pasen estas cosas. Que los gallos suban y bajen en la tabla según fluctuaciones de su organismo es un gran augurio de limpieza, totalmente opuesto a comportamientos robóticos de antaño. Así, sin excepciones, todos quisieron y no pudieron en algún punto de las dos semanas transitadas.

Deportivamente, quizás puede conjeturarse con un Dumoulin superior al resto y encaminado a salvar el día de hoy con solvencia, porque sus vatios en la escalada al Umbrailpass fueron constantes y sólo decayeron un poco en el final. Además, la diferencia con la que coronó respecto a los punteros fue la misma en el arribo, señal de un descenso impactante.

Si sólo tuvo un mal momento pasajero, entonces seguirá siendo la roca contra la que todos se han estrellado una y otra vez. Y con la crono del último día cada instante más cercana, Nairo y compañía deberán salir a por todas, con o sin piernas, a buscar el título.

Lo dicho, Quintana tuvo su día malo que, así y todo, le valió para estar en la selección decisiva y asestar un golpe de mano a la general. El líder del Movistar Team nunca regaló buena cara, y eso que la suya no suele decir nada.

El otro protagonista fue Nibali, con más coraje e intenciones que piernas. El siciliano, un experto en el arte de volar durante la tercera semana, tensó hacia arriba y hacia abajo, y tuvo su recompensa, postulándose como serio aspirante a retener la corona.

Los demás, para ratificar este artículo, tuvieron sus vaivenes. Así, quienes estuvieron adelante en jornadas previas hoy cedieron, mientras que otros -como Zakarin o Pozzovivo- dieron un salto en su puja por el top 5.

En conclusión, y aunque seguiremos analizando como si se tratara de algo lineal como mover peones de ajedrez porque sólo ellos saben lo que sucede en su interior, la carrera nos entregó un recordatorio de que los ciclistas son humanos y esta edición es una de las más igualadas en ese sentido.

SECCIÓN GIRO DE ITALIA

Pablo Martín Palermo

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