Ciclismo Internacional

Opinión: El maravilloso derroche sin premio del Bora Hansgrohe que ha salvado el Tour

Por Oscar Trujillo Marín

Bora-Hansgrohe acudía al Tour de France 2020 con cierto halo de poderoso equipo emergente. El cuarto lugar del año pasado y la buena imagen de Buchmann, más un selecto grupo de potentes y versátiles corredores dentro de los que el nombre de Sagan, Schachmann, Kämna ya de por sí intimidaban, les concedía de entrada un lugar entre los protagonistas para el top 5 y cazar muchas etapas.

Bueno, este año la suerte y la implacable crudeza del Tour no estaba por la labor de colaborarles. La escuadra teutona muy pronto tuvo que aparcar su favoritismo tanto en la lucha por la general, la camiseta verde y los éxitos parciales.

Una serie de infortunios una semana antes de iniciar la ronda gala (en el Dauphiné y en Lombardía); duras caídas en sus principales figuras, acentuados por el mal pie en las dos primeras jornadas de esta edición de la ronda gala, donde varios de esos mismos afectados se fueron al suelo y esos accidentes lograron socavar el nivel de Buchmann, su líder para la lucha por lo general; unidas al precoz abandono de Mühlberger, las dudas de Sagan, -incapaz de imponer su extraviada velocidad-, de repente sumió al -a priori-, poderoso conjunto, en un desconcertante desmoronamiento que no estaba ni en los planes más pesimistas.

Pero a partir de la séptima etapa tomaron un segundo aire y decidieron echarse al hombro un Tour de Francia, hasta ese momento bastante parco en ambición y emociones por parte del resto de participantes. De ahí para adelante cada jornada -sobre el papel aburrida o de transición- se ha tornado en un infierno para todos. Si ellos estaban sufriendo nadie se iba a salvar, iban a vender su derrota cara y gracias a su generoso derroche hemos visto bonitas jornadas de trepidante ciclismo sin reservas. Los alemanes se han levantado con fiereza y mucha dignidad; han sido con diferencia el equipo más combativo, y si aún no cosechan parciales ni lideran la regularidad no es por falta de ambición o ganas.

En la lucha por recuperar la camiseta verde por puntos de Peter Sagan y tratar de ganar etapas, llevan ya muchas jornadas endureciendo la carrera casi desde el banderazo, echándose encima casi toda la responsabilidad de provocar un ritmo muy alto durante 150 km o más y destrozando el grupo varias veces. Como hoy, que eliminaron a los sprinters más rápidos de la posibilidad de pelearse el embalaje y le están acechando cada vez más la clasificación por puntos a Bennett y el Deceuninck

Los germanos fueron los que propiciaron los abanicos de la séptima jornada. Han provocado con esas ofensivas tempraneras y sostenidas daños colaterales en muchos equipos con su admirable actitud guerrera; han causado muchos nervios y velocidad en el lote. Forzando errores de gente para la general, han sembrado esa necesaria competitividad y anarquía que hace una gran carrera atractiva.

Están demostrando día tras día una entereza, un pundonor y un espíritu de lucha incomparable a pesar de las adversidades con las que empezaron. Ofreciendo ante la amarrada tendencia a la inercia un ritmo vertiginoso que está provocando las  mayores emociones, el mejor espectáculo en un Tour que empezó aletargado, pero con actitudes combativas como las del Bora -a las que en los últimos días se ha unido el desahuciado CCC-, la carrera ha tomado un matiz mucho más acorde con la mítica magnitud y relevancia que tiene. Si no hubiera sido por ellos, hoy (y varios días más) habría sido un muermo de paseo para el grupo y los favoritos, rematado los últimos 5 km con un predecible embalaje que no saldría de los dos o tres sprinters más en forma. Ellos han abierto el abanico para otro tipo de ciclismo más versátil apasionante y vistoso.

La etapa de hoy -que ellos trabajaron y prepararon durante toda la jornada-, aunque no les haya salido al final, fue absolutamente preciosa en su desenlace, desde el punto de vista táctico y como espectáculo deportivo. Incluso en la de ayer en la montaña, durante la jornada 13, la estuvieron luchando hasta el final a punta de agresividad y estrategia, pero solo el poderoso motor y clase de Daniel Martínez pudo con el ímpetu de Schachmann y el interesante nivel del joven Lennard Kämna.

De momento no se estrenan, siguen sin tener premio a su maravilloso derroche ofensivo y ahora que viene montaña más dura, en lo que queda de Tour, las cosas se les complican, quien sabe si lo consigan. Pero da gusto ver tal despliegue de ambición y pundonor en corredores que en su mayoría han sido vapuleados por los accidentes, caídas depresiones y desgracias; que han visto trastocadas sus expectativas y sus planes y que no le ha quedado más remedio que demostrar en la principal carrera del mundo, que si no pudieron lograr más no ha sido por reservarse y menos por falta de voluntad audacia y ganas.

Mientras otras escuadras quizás con mayor poderío -y menos traspiés- se han dedicado a seguir ruedas y especular recogiendo réditos con esfuerzos ajenos, los teutones están honrando la carrera más importante y prestigiosa del mundo con una actitud a juego. Si este Tour ha sido rescatado de su tedioso inicio en los primeros seis días, todo el mérito se lo debemos a los alemanes del Bora-Hansgrohe. La camiseta verde de los puntos y al menos una fracción serían su máximo botín posible y desde aquí haremos fuerza para que lo consigan. Los valientes que se salen del molde y luchan aunque no las tengan todas consigo, merecen reconocimiento en un mundo plagado de gente conforme incluso dentro de la misma injusticia opresión y barbarie.

Oscar Trujillo Marín

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