Por Andrés Gómez León
Nairo Quintana alborotó a la prensa, la afición y a sus propios colegas en el presente Tour al proponer en la primera jornada de descanso una alianza nacionalista como respuesta a lo que entendió como una coalición eslovena al finalizar la 8va etapa. Sus declaraciones impactaron y diferentes grupos debaten sobre su viabilidad y legitimidad desplazando de las salas de redacción y foros internautas los temas centrales de estrategias y discusiones sobre el ciclismo mismo.
Las alianzas en el ciclismo de ruta crean polémicas, atraen la atención y el morbo, pero han sido mucho más escasas de lo que se cree a priori. Cada vez menos frecuentes, además de apócrifas, producen más ruido por fuera de la carretera que a su interior. Pero tampoco es que no hayan existido. Un caso emblemático es el de Jacques Anquetil [Bic] quien se quejó abiertamente de la edición 50 del Giro de 1967, relatando una alianza entre italianos que incluyó además al equipo español Kas, para que Felice Gimondi [Salvarini] campeonara.
La versión de Anquetil conjuga dos tipos de ayudas que atacan el mérito del ganador. De una parte, corredores italianos de otros equipos trabajaron para Gimondi, de otra, españoles con interés monetario influyeron en el resultado. Es curioso observar que el legendario francés, quien después de 1964 no volvería a ganar una grande, no se lamentó tanto de la alianza, como de la escasez de dinero de su equipo, para pujar por la ayuda del Kas. El caso ejemplifica la doble moral.
Los casos son menos rutilantes en cuanto a protagonistas, además de escasos en el presente. Pueden valer menciones al Giro de 2005 y al de 2016 en los que Savoldelli y Nibali triunfaron respectivamente, el primero con ayuda de Ardila y Van Huffel para sostenerse campeón con 28” sobre Simoni. Por su parte, el tiburón derrotó por 52” a Esteban Chaves quien encontró parcialmente en Rigoberto Urán un aliado en el combate por la rosa.
Cabe preguntarse por qué las declaraciones cultivan tanto ruido en la prensa y opiniones sobre las potenciales alianzas, convirtiéndolas en tema central. El presente portal se concentra en el análisis del acontecer de la carrera procurando obviar especulaciones y su público conocedor lo ha entendido, muestra de ello es la calidad de los comentarios en cada entrada, sin embargo, es válido indagar acerca de las razones que mueven a la opinión en Latinoamérica y que mayoritariamente apoyan estas alianzas en Colombia como país referente del ciclismo en este hemisferio.
Una primera respuesta es global y resulta de suponer que las alianzas son la moneda corriente y no la excepción en el ciclismo. Existe suspicacia de parte de muchos seguidores del deporte acerca de la limpieza de las competencias y en algunos círculos impera la idea de que sin alianzas y otras prácticas es imposible ganar. Es difícil culpar a la gente, el mundo está tan mal en tantos aspectos y en niveles tan profundos, que los espacios meritocráticos escasean. El ciclismo, afectado por el dopaje, sufre de baja credibilidad, permitiendo sospechar que es probable que haya más prácticas non sanctas en su interior.
Otra explicación parte del entorno empresarial local. Las alianzas empresariales en contextos que se suponen deben ser competitivos son pan de cada día. Quintana, Bernal, Urán y López son representantes de un país en el que grandes industrias están dominadas por pocas empresas. Estos oligopolios prefieren cooperar en lugar de competir y los carteles se presentan en mercados tan diversos como los de los pañales, cuadernos, cemento y comunicaciones determinando a los líderes y evitando el éxito de nuevos competidores.
En la memoria de mucha gente queda que este es el camino al triunfo. Las multas, si es que llegan, se presentan ex post, cuando los aliados han logrado ya su objetivo. Lo que suele olvidarse al comparar este contexto con el ciclismo es que el campeón es solo uno, por lo cual, la alianza ha de finalizar en algún momento, además, en caso de pacto, se debe determinar para quién se trabaja, tema difícil puesto que, a la fecha, son 4 colombianos entre los 10 primeros.
Un tercer razonamiento surge del contexto macro de un país con altos niveles de desempleo, pobreza y en el que el sálvese quien pueda es una constante que lejos de ser minimizada es impulsada por los distintos gobiernos de turno. Tiene lógica que el ciudadano de a pie procure una salida a la situación prefiriendo alianzas que supone seguras para el título, sobre la incertidumbre de la competencia para obtenerlo.
La experiencia del pasado constituye otra razón. Los aficionados mayores recuerdan con molestia, usualmente dejando entrever cierto ánimo revanchista la penúltima etapa de la Vuelta de 1989 que dirimiría el título por 35” a favor del “periquismo” en detrimento de Fabio Parra [Kelme]. Sin ser su compatriota ni coequipero Ivan Ivanov [Alfa Lum] ayudó a Delgado [Reynolds], quien contó también con ayuda de sus connacionales de otros equipos.
Pero cierto es también que Parra tuvo auxilio de su gregario Omar Hernández y de Alberto Camargo [Café de Colombia], es decir, hubo alianza y fue reconocida como premeditada en los testimonios de los protagonistas, solo que no alcanzó. Una muestra del doble rasero que como sociedad estamos dispuestos a aceptar: la alianza es legítima si te permite ganar, pero condenable si te hace perder.
La idea de participar en una competencia es ganarla, todos quisiéramos ver a nuestros héroes triunfando, pero el costo moral y ético de que lo hagan trasgrediendo el espíritu deportivo es alto. De seguro en la actualidad, en este lado del charco, específicamente en Colombia, no gustaría que Jan Polanc [UAE] diera metros para Roglic [Jumbo] y/o Luka Mezgec [Mitchelton] lo hiciera para Pogacar [UAE], pero habría júbilo y gran orgullo patrio si Higuita, Chaves, López o Urán, ofrecieran su rueda para Nairo o Egan. Un tema mal entendido que se desmarca de las realidades de los patrocinadores, de intereses organizacionales y del profesionalismo en el deporte de alto nivel.
Es necesario reconocer que las alianzas circunstanciales en el ciclismo son parte del desarrollo mismo de la competencia. Por ejemplo, los equipos que no pelean la general usualmente colaboran al equipo del líder, puesto que, su interés por las etapas les ayuda a controlar la carrera. Esto es muy diferente a establecer alianzas para sostener el liderato puesto que cada uno está trabajando por su causa particular, el tema así es circunstancial, válido y diferente al pacto previo.
En la Vuelta 2019 cuando Roglic y Pogacar escaparon juntos, su colaboración fue una realidad, pero sustentada en las circunstancias puesto que peleaban por objetivos diferentes, uno era líder y otro defendía la camiseta de los jóvenes con posibilidad de podio, pero sin opción real a campeón. Recientemente en la etapa 13 lo han vuelto a hacer de manera legítima buscando extender la ventaja arriba el uno y colocarse en el podio el otro, fue evidente que eran los más fuertes. Esto podría darse también entre colombianos sin duda, no se está afirmando que sea imposible, solo que debe surgir como fruto de la competencia misma y no como plan de colusión.
Es tentador intentar saltar la fila, pero no solo no es nada fácil de realizar en el triturador Tour de Francia, sino que tiene más sentido pensar en la victoria a través de la buena preparación, la estrategia, la fuerza de las piernas y el equipo propio que a través de alianzas, sin estar al mejor nivel, por mejor voluntad que exista, sentido patrio o incentivo monetario, no hay opción de triunfo. Queda en todo caso la pregunta acerca de dónde trazar la frontera en este campo. La subjetividad existe y se debe reconocer que otra particularidad del ciclismo es la posibilidad de acuerdos entre distintos equipos y/o corredores.
La UCI puede incentivar la buena fe desde la que parte cualquier actividad. Establecer conversatorios para reforzar nociones como el respeto por el trabajo propio y el de los contrarios, o reglamentar las situaciones de carrera. Innecesario lo segundo si lo primero se hace bien, además, poner en práctica las normas no estará exento de polémica.
Nairo Quintana ha sido campeón en el Giro [2014] y la Vuelta [2016], asimismo ha estado cerca con tres podios en el Tour [2013, 2015 y 2016] sin requerir alianzas, como tampoco las necesitó para construir su palmarés en clásicas. Fabio Parra no logró campeonar, pero tiene el afecto y recordación por su alto rendimiento y constancia en todos sus años profesionales, encarnando siempre con valentía el ideal ciclista.
Algunos pensarán que no basta con esto último, pero para una sociedad que se desangra día a día y se ahoga en malas noticias y comportamientos de sus gobernantes -mal llamados líderes-. Ganar con recursos propios, tener una concepción moral y ética, conservar el espíritu deportivo, respetar la competencia y a los rivales no son temas menores. Los embajadores ciclistas siempre han sido y ojalá sigan siendo por encima de políticos y otros figurines, ejemplo y razón de orgullo, tema escaso en Latinoamérica. Esta idea trasciende ya fronteras y alienta simpatías en otros países como Ecuador, Argentina, Costa Rica, Chile, Venezuela, Uruguay, entre otros. Además, nada garantiza que pactar la alianza sea sinónimo de victoria, la preparación es la que manda y bien diferente es poner en práctica pactos con sobre aviso incluido.
Es cierto que los comportamientos de la sociedad permean al deporte, pero este también influye en la sociedad y puede rescatar valores que se requieren para construir país. Basta de hablar de alianzas y de establecer especulaciones. Que impere el profesionalismo por el bien del deporte, por la exhibición de valores que puedan ser aprehendidos por diferentes generaciones y en distintas esferas. Basta también del todo vale que poco nos deja.
¡Que nos concentremos en lo que verdaderamente es importante, la pasión por el buen ciclismo!
Andrés Gómez León
Magíster en Ciencias Económicas. Docente Universitario.
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