Ciclismo Internacional

Opinión: El silencio de Mikel Landa

Por @pmpalermo

Mucho se habló de Mikel Landa durante el Tour de France 2017. Y mucho -demasiado- lo hizo él, que lejos estuvo de respetar plenamente los galones de su compañero y capitán Chris Froome, al menos una vez acabada cada etapa y frente a los micrófonos.

Foto: TDW sport

Sin embargo, dicha situación no sorprende, porque ni es nueva en el ciclismo, ni para el “keniata” ni para el propio Mikel, quien ya salió de modo turbulento de Astana hace dos temporadas, fichando por el poderoso Sky con garantías de liderazgo en el Giro y obligaciones de gregario en el Tour.

Cuentas claras mantienen la amistad. Y, a diferencia de lo acontecido tras su sorprendente aparición en el cajón italiano durante 2015, aquí no había medias tintas: le cumplieron respecto a la Corsa Rosa, y él no podría decir lo mismo en lo referente a la Grande Boucle. Al menos no en la de 2016, y con la citada objeción a su verborragia en la recién concluida edición.

Para entender el panorama actual es oportuno compararlo con el de Astana. En aquella ocasión, todo fue nuevo para el de Murgía, Aru y los mánagers, ya que nadie esperaba semejante performance por parte del vasco, a quien debieron frenar para que no humillara al sardo en casa.

Pero en Sky hay una cosa que se sabe por sobre todo lo demás, y es que se corre por un único líder. Ese que, dicho sea de paso, ya ostenta cuatro visitas a lo más alto del podio en los Campos Elíseos y 59 jornadas vestido de amarillo. Casi nada.

Landa, que por los motivos que sean nunca brindó resultados cuando le tocó estar al mando, cometió un error muy grave al salir a declarar una y otra vez, fogoneado por la prensa de su patria, ávida de un nuevo vueltómano que suplante a Contador. “Tengo piernas, pero no galones”, encendió la polémica.

Encima, descolgó a Froome en el muro de Peyragudes bajo el pretexto de no haberlo visto sufriendo, cuando las imágenes confirman lo contrario y enseñan al escalador alavés mirando la pantalla gigante dispuesta en meta (NdR: la foto que ilustra este artículo).

Ante todo, aún si tuviera razón en sus proclamas, dichas cuestiones no se ventilan sino que se resuelven puertas adentro. Nada peor que socavar la autoridad de un jefe de filas con aseveraciones respecto a la fortaleza propia justo cuando se habla de la debilidad ajena y en plena disputa del evento.

En segundo lugar, el vasco debería repasar su contrato, porque él siempre supo a qué iba a la formación británica, por la que fichó con el oriundo de Kenia en su apogeo. Creer que le serían concedidos semejantes privilegios en el máximo evento ciclístico del planeta y sin una debacle real de Froome, es hasta estúpido, porque si algo sobra al líder de la estructura es espalda y, aún con matices, nunca demostró estar en apuros.

Incluso el propio Landa se enterró, cuándo no, verbalmente. “Froome me ganaría en la contrarreloj”, tiró, reconociendo su inferioridad en ese aspecto frente a su patrón en caso de ser rivales y, por consiguiente, ofreciendo una razón de peso para que Brailsford ni siquiera pensara en el asunto. Además, tampoco es que haya tenido piernas para meter minutos cuesta arriba, tal como quedó expuesto con sus pérdidas en La Planche des Belles Filles y Mont du Chat.

A todo esto, es imposible no volver sobre el punto de sus fracasos como capo y el desagradecimiento hacia un equipo que le tuvo mucha paciencia. Vale la pena recordar que en los meses iniciales de su contrato, aquejado por diversas dolencias, apenas debutó a fines de marzo.

Etapa en la Itzulia y recital en el Trentino, fueron el preámbulo de un mayo que se presumía mágico. Pero no lo fue, y luego de 10 fracciones, Landa acabó fuera del Giro por una gastroenteritis. Posteriormente, no rindió en su máxima expresión como parte del tren negro en julio y, apenas si disputó tres jornadas más de allí a fin de curso, afectado por una lesión en el psoas. ¿Mala fortuna, presión, ambas…?

Su 2017 no fue un camino de rosas, al menos no hasta mayo. No obstante ello, regresó con libertad a Italia (compartiendo responsabilidades con Thomas, de genial campaña) y pudo reponerse al incidente de la moto, firmando una presentación notable con una diana parcial, varios top 3 y la clasificación de la montaña. Obviamente, tuvo días “libres”.

Llegó el verano europeo, tocaba trabajar en Francia y, aprovechando las dudas generadas por un campeón defensor menos espectacular de lo esperado, no tuvo mejor idea que declarar en consecuencia.

En el colmo de la exageración, la prensa de España postuló a Landa como el nuevo gran hombre Tour y, en realidad, no ha hecho méritos como para merecer dicho título, algo que debe confirmar, al menos, con otra grande a este nivel y como punta de lanza.

No sólo eso, sino que tiene que comprobar que, ese mismo carácter del que hizo gala para gritar sus verdades ante medio mundo, puede ayudarlo a encabezar una escuadra, con todo lo que eso implica: regularidad para no tener días malos, tomar decisiones, tolerar marcajes y ataques de grandes estrellas o lidiar con la prensa en masa.

Ser un gran campeón no se traduce simplemente en mover muchos vatios cuesta arriba, sino que obliga a no fallar nunca, estar siempre adelante sin importar el terreno, perder horas de reposo en las conferencias de prensa, etc. Aspectos que minan las energías y la cabeza, como posiblemente haya experimentado en sus incursiones al Giro, que salieron como se sabe.

No sólo por el bien común, sino por el suyo propio, Landa debió permanecer callado, cumpliendo su labor del modo en que lo hizo, aunque sin salir a aclarar cada vez, que iba frenado o a desgano.

El propio Froome en su momento desafió la autoridad de Wiggins (cosas del destino, en Peyragudes) y, en la siguiente oportunidad que tuvo, no falló. Landa no puede decir lo mismo, y esa es su cruz, porque en simultáneo, se ha granjeado fama de díscolo, algo poco atractivo a la hora de conformar un grupo.

Le sobra talento, tiene margen de progresión y novias suficientes como para elegir dónde quiere correr. En su próximo destino encontrará la chance que tanto espera y anunció merecer, pero algo es seguro: tras toda esta exposición, la exigencia será mayor y vivirá con las miradas de todos posadas sobre su figura. Que no olvide que sucedió por obra y gracia suya.

A veces -la mayoría- es mejor permanecer en silencio y expresarse con hechos. Dependerá de Landa y sus piernas “regresar a Paris vestido de amarillo” o sucumbir deportivamente en el intento, aprendiendo una valiosa lección de humildad para el ciclismo y la vida.

Pablo Martín Palermo

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