Ciclismo Internacional

Opinión: El Tour de Francia tras la segunda semana, una fiesta privada entre eslovenos

Por Oscar Trujillo Marín

Los entusiastas acérrimos de la tecnología dicen que el mundo es un lugar infinitamente mejor gracias a los adelantos en artilugios que te van a hacer la vida cada vez más fácil. Puede ser, en muchas cosas.

Puede que aparatos que sean capaces de medir los vatios consumidos por parpadeo, incluso hasta el mismo nivel de hastío o placer hagan la vida más fácil a muchos. Pero también puede ser que a este paso terminemos viviendo pronto (o ya, en muchos casos) como los sedentarios inútiles de la película -y fábula distópica- Wall-E, donde adictos a los artilugios tecnológicos -los seres humanos- ya ni siquiera necesitaban amor real, pues todas sus “emociones” sentimientos, ocio, trabajo… su vida transcurría y era posible sin necesidad de despegarse de una pantalla o apoyarse en una máquina. Sus existencias predecibles estaban controladas hasta la náusea, medidas al milímetro y reguladas por una supra tecnología idéntica para todos.

Desde luego el ciclismo a partir de que se empezaron a masificar y estandarizar los métodos de entrenamiento sustentados en ellos, y a competir bajo su dictatorial influjo, es cada vez más predecible y menos atractivo en cuanto a variables, ataques lejanos y diversidad en su desenlace. Desde hace años el equipo más fuerte, con los mejores gregarios arropando a un líder -de esta nueva camada de potentes rodadores que suben a ritmo y cadencia computarizada, mucho mejor que los escaladores-, se lleva el Tour de Francia sin mayor oposición.

Los integrantes del super equipo de rigor adormecen la carrera cuando quieren con sus cracks en plan obrero, cortan las alas a los rivales e imprimen ritmo de eliminación a placer para lanzar a su, como ninguno, fresco líder. Los ataques entre los favoritos ya son un iluso anacronismo, han ido desapareciendo. La eliminación por desgaste y disparidad en las fuerzas de todos los equipos (con respecto a la super escuadra de rigor) es la mayor fuente de diferencias. Bueno, y la desgracia propia; enfermedad, caídas, etcétera. Los sprint en grupos de una docena en alta montaña se han convertido en norma. Este año solo ha cambiado el logotipo, colores y nacionalidad del patrón y su dominador, pero la dinámica y tendencia es la misma. A falta de Sky/Ineos bueno es Jumbo-Visma para no perder la ultra predecible costumbre. Es lo que tiene la rabiosa tecnología, “le da más poder al poder”, como diría Molotov.

Había que hacer un ejercicio de ilusión y de fe muy grande para no intuir el resultado que hoy se dio: el equipo que se ha mostrado más sólido, parejo -por lo alto en sus prestaciones-, que mejores resultados ha obtenido desde hace mes y medio tras el regreso de las competencias, el que cuenta con el líder más completo y en el mejor estado de forma desde hace más de un año; y que ha demostrado más alto nivel, simplemente en coherencia con esas evidencias fácilmente medibles , demostrables, muy elocuentes, sigue dominando el Tour.

Aparte de ellos, Tadej Pogacar, el chico pelo de pincho, anárquico de 21 años, súper clase que se busca la vida sin lugartenientes, ese lobo solitario que aún no ha sido alienado por el corsé de la tecnología que corre “a la antigua” por lo general, que arriesga siempre en el momento justo y responde con resultados, ese que en las cuestas (más o menos largas, más o menos empinadas… ¡como sean!) se las apaña para llegar sin compañeros y aún así, ¡rematar al equipo y al hombre más fuerte de la carrera!; ese chico audaz y valiente sigue cosechando triunfos reconocimiento y bonificaciones. Nada que no hayamos visto y analizado aquí antes, pero no hace falta ser un genio para verlo: simplemente aparcar un poco la pasión y las filias identitarias: Pogacar y Roglic son muy, muy buenos ciclistas. Tienen algo que a la mayoría les falta. Cualquiera que ame el ciclismo lo puede advertir y reconocer.

Sombrío panorama para los grimpeurs aspirantes a desbancar al Jumbo-Visma, ya no solo porque cada vez les pican más segundos ¡en su propio terreno! en los últimos metros y bonificaciones, sino porque los dos eslovenos se muestran exultantes, pletóricos en la escalada y siempre les quedará la crono final en caso de emergencia o necesidad. Puede que la tercera semana le pase factura a algunos (cualquiera, como hoy sufrieron Quintana y Bernal), pero de momento los más damnificados y cansados parecen ser los que no han nacido en territorio de la ex Yugoslavia.

Gran decepción para el INEOS Grenadiers, que va camino de un año horrible e inédito en su exitosa historia como monarca del Tour desde 2012. Sería la primera ronda gala que no ganan por demérito propio. Vale aclarar que, en el excepcional Tour de 2014, Froome -en gran forma y siendo favorito- se fue al suelo muy pronto y abandonó, por lo que no cuenta. No es ni mucho menos solo porque Bernal haya sufrido una pájara monumental que, de eso, no hay grande de la historia que se haya salvado: quizás le sentó mal el parón como a tantos (Buchmann, Pinot, Thomas) y lo pagó caro ante tamaña exigencia. Quizás lo afectó la presión de un triunfo tan colosal a tan precoz edad. Puede ser.

La situación de Bernal ahora mismo es como si fueras un virtuoso joven músico rockero y en tu primer álbum lograras componer, escribir y publicar a los 22 años el “Sargent Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, por ejemplo: ¿Cómo superas eso?, y luego ¡tener la obligación de refrendarlo el curso siguiente! Sí o sí, luego de un horrible año de pandemia y con toda la presión en los hombros por parte de los medios, el público y la crítica, que esperan una obra de arte aún mejor. Su gloria prematura como más joven ganador de la ronda gala en 110 años es una pesada loza, lo es porque empezó triunfando en la más grande, la más difícil, todo lo que no sea igual a eso a muchos le sabrá a poco. Es cuestión de tranquilizarse, tiene condiciones para intentarlo de nuevo. Además hay otras vueltas también, pero ya cuenta con el cromo más codiciado en su bolsillo.

Sin embargo, el colombiano por sí solo, no es el responsable exclusivo del nivel flojo de la escuadra. Bernal es muy joven y ya ganó un Tour, se puede permitir desfondarse con 23 años en otro. Peor la tienen los que nunca lo van a ganar por más que luchen y por buenos que sean. Pero lo más inquietante es el discreto nivel general de la escuadra entera, muy por debajo de sus exhibiciones de antaño, hombre por hombre. Una dramática mengua en la forma de sus gregarios que se empezó a evidenciar no ahora, sino desde el año pasado en el Tour también. Brailsford tendrá que tomar nota e intentar salvar la temporada con las otras dos grandes vueltas que, salvo Froome en sus buenos años cuando iba, normalmente su estructura desdeña.

Mención de honor para los miembros “más humanos” del Top 10: Urán, López, Landa y Porte, que aún se mantienen con opciones de podio (o por qué no de milagro) por debajo de los dos minutos. De ellos no perdería las esperanzas incluso de la hazaña.

Pero para que eso ocurra primero los intratables eslovenos tendrían que fallar o ser castigados por la suerte a dúo. Es indudable que buena parte del éxito de Roglic se lo debe (aparte que arrastra desde hace casi dos años la forma de su vida) a su poderoso equipo, dejando claro que el ciclismo no es un deporte individual. Pero de forma irónica, el único que parece con poderío y mayores opciones para desbancarlo… ¡no ha necesitado de equipo para tenerlo a tiro de piedra! y meterle el miedo en el cuerpo. Rara que es esta vida. Lo único cierto es que cuando hay muchas piernas en el ciclismo, los lugares comunes y la excusas se acaban.

Oscar Trujillo Marín

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