Ciclismo Internacional

Opinión: El Tour de Francia ya no es país para viejos

Por Oscar Trujillo Marín

El telón ha caído un año más en los Campos Elíseos, la ronda gala 2021 ya es historia. Una vez más un estratosférico nivel -sin fisuras- de Tadej Pogacar empieza a confirmar un radical cambio de paradigma en la vuelta por etapas más importante del calendario ciclista mundial.

Foto: Getty Images

Completamos tres ediciones seguidas ganadas por dos jóvenes menores de 23 años, algo inédito en sus casi 120 años de historia. No es casualidad, es una tendencia bastante evidente también en el resto de carreras donde estos brillantes chicos se presentan, pruebas en las que de la misma forma suelen arrasar.

Dos jerséis amarillos consecutivos con el mismo protagonista y uno previo, en 2019, con Egan Bernal cuando aún no cumplían los 23. Si el año pasado Tadej fue grata sorpresa arrebatándole in extremis el título a su compatriota Primoz Roglic en la crono final, en este trazado de 2021 se dio un paseo exhibiendo un poderío insultante, muy superior a todos sus rivales. Bueno, excepto el debutante danés y también jovencito Jonas Vingegaard (24 años). El resto de favoritos más experimentados y “veteranos” -de escasos treinta-, nunca tuvieron el más mínimo chance.

La Grande Boucle ahora es asunto de corredores sub 23, a lo sumo sub 25 que exhiben condiciones demoledoras. En cualquier caso, chicos voraces y ultra preparados que pertenecen a una generación con un nivel de base, fondo y condiciones superiores, demasiado completos en sus prestaciones, que es debutar en el profesionalismo de élite, llegar y besar el santo.

Malos tiempos corren para ciclistas que hasta hace poco eran las grandes figuras del pelotón, producto de generaciones anteriores de evolución y resultados paulatinos, quemando etapas, donde sus mejores registros y logros los empezaban a dar después de los 26 o 27años. Los actuales vueltómanos habituales al podio o top 10 desde hace unos 8 años, que teniendo condiciones no lograron ganar su Tour cuando se les presentaron chances, ven alejarse un tren sin retorno. Siempre ha habido naturales relevos generacionales en el ciclismo, pero nunca uno tan abrupto y radical como este.

La Vuelta a España o el Giro de Italia los puede ganar un excelente escalador puro inspirado, (sin buenas condiciones para las pruebas contra reloj) ha ocurrido con cierta frecuencia: Lucho Herrera, Heras, Simoni, Yates, Carapaz, Quintana…) en un gran momento de forma, con una pizca de suerte, un recorrido favorable y desgracia o fallo del crack versátil de turno. En cambio, en la ronda francesa si antes era difícil subirse al primer cajón del podio en Paris ostentando una sola cualidad, -en este caso la escalada-, ahora sí parece casi imposible con estos superdotados estrenando la veintena que están entre los mejores sobre la cabra y son también los dominadores a su antojo cuesta arriba en muros, media y alta montaña.

Países de vueltómanos con mayoritaria tradición escaladora como España y Colombia (en los últimos años Ecuador también con Carapaz) tendrán que mirarse el ombligo y ver en qué están fallando. Siguen sacando corredores de admirable calidad escaladora, pero limitada, con muy poco fondo y se circunscribe tan solo a la alta montaña. Esto ya no alcanza, ni de lejos, para aspirar a triunfar en el Tour de Francia.

En el caso colombiano es aún más flagrante. Casi 40 años después del debut y primeros éxitos de sus corredores en la élite mundial, no hay manera de evolución y mejora notable en los esfuerzos contra el cronómetro. Se dejan demasiado tiempo (igual que hace unas décadas) ante sus rivales europeos que ya suben igual o mejor que ellos. Se está fallando en la formación de las categorías inferiores, en los recorridos de las pruebas y otras naciones con menos tradición ciclista -y en particular de especialistas en tres semanas- como Eslovenia, Dinamarca, Portugal o los mismos Países Bajos, hoy en día sacan corredores totales, muy completos desde juveniles. Ojalá Ayuso, que tiene pinta y perfil de este tipo de nuevos ciborgs, pueda consolidar sus cualidades en su paso al profesionalismo con los mejores, es la única esperanza de España ahora mismo para grandes vueltas y por qué no el Tour, si llega a cuajar. En Colombia tras Bernal… la noche. En Italia, mejor ni hablamos.

Los países con mayor hegemonía histórica en vueltómanos (Francia, Italia, España y desde hace diez años Colombia, habitual en el podio de las tres grandes desde entonces) atraviesan o empiezan a entrar en una sequía de grandes figuras con opciones reales de ganar el Tour. El protagonismo se ha trasladado a pequeñas naciones con menos pedigrí e historia ciclista, lo cual es muy grato para la globalización de este deporte, no tanto para los aficionados acostumbrados hasta hace poco a seguidos éxitos de sus corredores.

Es una pena por los escaladores de raza, esos tipos bajos, menudos y antes sin rivales en las cumbres (estirpe legendaria y muy querida, admirada por los aficionados) hoy fagocitada y superada por excelsos croners y rodadores que a punta de entrenamiento de vanguardia, dieta, trabajo psicológico y potenciómetro aprendieron a subir mejor que los mismos especialistas.

Causa impotencia aceptar que con mucha clase y excelente nivel en buena parte de su carrera deportiva hoy son superados y relegados en tan poco tiempo, corredores como Landa, Quintana, López, el mismo Pinot o Bardet, que una o varias veces estuvieron tan cerca del primer cajón en París, pero que ante estos robots centenialls ya no son los mejores ni siquiera en su propio terreno.

No se trata solo del voraz y extraordinario bicampeón esloveno; con una capacidad de recuperación digna de Deadpool, que parece no tener días malos en tres semanas, ni en una, ni en clásicas y sin terreno que se le resista, lo que hizo Vingegaard intimida mucho de cara al futuro. Fue el único a su altura en la montaña, también en la cabra y la totalidad del tiempo que los separó en la general fue debido a la labor de sacrificado gregario la primera semana esperando y tirando de un lacerado Roglic, quien venía como su jefe de filas. Quitando esa obligada cesión de minutos, Jonas, la gran revelación escandinava, hizo el mismo tiempo que Tadej. Con lo cual, si el bueno es Pogacar, entonces Vinegaard que empezó de gregario… qué es.

Joao Almeida, (23 años) ausente aún en el Tour pero que ya ha mostrado su enorme calidad en Italia, luce también muy completo y con margen de mejora en la escalada. El año entrante, con más experiencia y mejor rodeado en la montaña en otro equipo será un temible rival más. Se espera con ansias a Evenepoel (21 años) en una gran vuelta con las lesiones superadas y la preparación adecuada para que demuestre si en las tres semanas y las alturas también puede brillar, cosa que, visto lo visto en sus contemporáneos, no sería rara. Ante el fallo de los nombrados cracks versátiles y ante la menor oportunidad que se tercie, está también Bernal que ya sabe lo que es ganar dos carreras de tres semanas ¡siendo apenas sub 23!

Sin duda, panorama sombrío para esos corredores más terrenales y “veteranos” que, teniendo clase, sus cualidades se limitan tan solo a la escalada en un frenético ciclismo de nuevos patrones precoces que no les asustan los mitos, no respetan jerarquías ni galones y no esperan a quienes no alcanzaron a evolucionar en otros terrenos que no eran el suyo. Se hace, en esas circunstancias, demasiado difícil tener chances en esta nueva era de resultados instantáneos personificados por corredores que recién debutan, pero ya excelentes en todos los terrenos.

Lo único que le pedimos al espíritu de Coppi y Bartali, es que al menos tres o cuatro de estos genios precoces alcancen un nivel similar para que se disputen en condiciones parecidas las grandes vueltas y haya algo de suspenso, se den leña pareja entre ellos y se pueda soñar con algo de competencia real. Ni la organización del Tour, ni las televisiones mundiales (salvo sus paisanos) esperan otro monólogo de un lustro (o más) humillante para sus rivales por parte del superdotado pibe esloveno.

El futuro sustentado en la evolución tecnológica, científica, médica y nutricional -que ya está aquí- va a seguir produciendo y puliendo superdotados juveniles a pares cada año. Es inevitable, ya le pillaron el truco a acelerar los procesos. Estos chicos irrumpen arrasando recién debutan en el World Tour. Esta tendencia ha llegado para quedarse y los que se formaron de otra manera y tienen cierta edad les queda muy poco margen de mejora para superarlos.

Tal y como está el patio, un buen ciclista, vueltómano mayor de 25 años -salvo Roglic, que es una rara excepción-, ya está “viejo”, sin opciones para ganar el Tour con ese nivel que ha demostrado la inmensa mayoría del top 10 en las últimas ediciones, que solo les queda defender -con mucho sufrimiento- el puestómetro a 10 o 20 minutos del crío supersónico que toque cada año. Dejad que los centennials vengan a mí, de ellos será el reino de los cielos, dijo Cristo. Lo hizo porque no sabía lo que se nos venía encima.

Esperemos que la edición 2022 con el mejor cartel posible, nos de algo más de genuina competencia. Ojalá con una organización que intente mejorar los trazados peligrosos y ratoneros de la primera semana, que en los últimos años se han cobrado por caídas a más de la mitad de las figuras llamadas a animar la victoria de los chiquillos. El Tour de Francia ya no es país para viejos.

Oscar Trujillo Marín

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