Por Oscar Trujillo Marín
Tras las jornadas de montaña que se han corrido hasta ahora en el Tour de France 2020, y luego de finalizar esta durísima etapa 13, se escucha una injustificada y lastimera cantinela que presume un conspiranoico pacto entre los eslovenos que los hace mostrar superiores cada vez que la carretera se empina.
Cosa bastante absurda por cierto, que más bien puede ser al contrario: el único pacto evidente entre Primoz y Tadej es que tienen muchas más piernas que los demás en las cuestas y eso los junta por simple lógica y debilidad de sus rivales. Cuando las subidas duras aparecen y los demás sufren y aflojan, el guión es calcado: ataca el joven de 21 años (suponemos que si no lo hace ningún otro es porque no le sobran alientos o no tienen el mismo nivel) y el único que puede seguirlo es… sí, su compatriota, el tantas veces subestimado o minimizado “croner”. Nadie obliga a no seguirlos, además es un movimiento predecible y anunciado hasta al hastío. Aún así, se van alejando impasibles mientras los demás favoritos se retuercen impotentes.
El resto de aspirantes al trono están en libertad de hacerlo también y si no llegan con ellos pueden estar seguros que no es por falta de ganas. Que se junten haciendo diferencia los dos nacidos en la ex Yugoslavia, porque de momento les conviene distanciar rivales comunes (más adelante se acabará la conveniencia), aparte de casualidad estratégica sobrevenida, se sustenta en el alto nivel compartido que causa una superioridad manifiesta en los dos centro-europeos. Pero no es, ni mucho menos, producto de una conspiración en la sombra para amargar a los demás escaladores que, entre otras cosas, según la valoración de los entendidos, son los mejores del mundo. Aunque francamente en este Tour no se note mucho hasta ahora. Por poner un ejemplo, por mucho que se unieran Enric Mas y Landa ahora mismo por afinidad geográfica y cultural o los colombianos para distanciar a Roglic y Pogacar, me temo que con las piernas mostradas, por más que se empeñaran, no les bastaría para soltarlos. Para hacer diferencia en montaña no basta con desearlo, hablar el mismo idioma o abrazar una bandera.
Hoy, una vez más, el líder del UAE Team Emirates mostró que es el más agresivo de la carrera en cuanto a aspirantes a la general se refiere y que solo su compatriota y líder de la general tiene pólvora suficiente y aguante para seguirlo. Puede gustar más o menos a unos y otros, pero es lo que ha mostrado el Tour hasta ahora y me temo que la dinámica no cambie tanto, salvo debacle.
El otro mantra victimista que hay que desterrar en tantos aficionados incondicionales de los escaladores promedio (y en sus propias declaraciones y excusas) es que solo tienen valor y se considera como montaña legítima las cuestas muy largas y tendidas entre el 6% y el 8%, que suben hasta más de 2500 metros de altura; y que solo triunfar ahí tiene mérito para ser considerado un especialista en montaña pura sangre, cinco estrellas non plus ultra.
Para muchos parece que saber sprintar en montaña es una minucia, que aguantar con los mejores grimpeurs del planeta y dejarlos a placer cambiando de ritmo y tener mucha explosividad sean virtudes de medio pelo, que no sean méritos dignos para cimentar una victoria final. Suponemos que, a menos que el corredor de sus afectos, región o país las tuviera, claro, que ahí si las tendrían seguro.
Por desgracia no hay ninguna carrera en el mundo que le interese, ni pueda garantizar poner 5 jornadas de montaña con llegada en alto a más de 2500 metros a punta de originales o buenas copias del Gavia, Stelvio, Iseran, Tourmalet, Galibier o La Madeleine. Los corredores nacen y se crían en países y zonas heterogéneas del mundo en su relieve, distintas, diversas. Lo justo es que haya varios tipos de llegadas. Las cuestas en el mundo no son unidimensionales, son variadas y es tan respetable y valioso ganar en un puerto a gran altura como aprender a embalar para sacar diferencia en uno corto y empinado como hoy lo hizo Martínez de forma maravillosa (o al menos aguantar y no dejarse soltar en el caso de los favoritos) en cotas más cortas y explosivas.
No se puede hacer una carrera como el Tour de Francia a la carta y en coherencia con la única cualidad de un perfil de escalador. El especialista en montaña que solo pueda hacer hueco o ganar a gran altura, tiene una limitación seria para aspirar a triunfar en grandes vueltas. Si no tiene buena crono y no ataca en otros terrenos… peor aún. El ciclismo contemporáneo demanda versatilidad extrema y sacar réditos en todos los terrenos es un arte digno de admiración.
A este paso, si los escaladores especialistas no pueden distanciar en la montaña, -su terreno- a un potente rodador completo que se defiende muy bien en las cuestas de toda altitud y tantas veces llega delante de ellos por ser más explosivo y rápido, es que: o no son tan especialistas como creen, o que el rodador aventajado ha trabajado más para superar sus carencias y simplemente ya los supera en rush, cadencia y agresividad. Es decir, tiene más y variados recursos para brillar en todos los escenarios que piquen para arriba.
Cosa que, no es por nada, pero tiene un mérito enorme. Para la muestra el precioso botón de gloria que consiguió hoy Daniel Martínez en una cuesta de cabras que, guste o no, es montaña también, y hace parte de las grandes vueltas desde hace mucho tiempo ya. Quien quiera que el Tour no se hable y celebre en lengua eslava ya no tiene excusas. A partir del domingo es a todo o nada: ataques lejanos, emboscadas o mucha agresividad es la única posibilidad si lo que se quiere es ganar. La otra opción es algo más gris: seguir cediendo tiempo en su terreno y cruzar los dedos para que otros se desfonden más o los elimine la gravedad el clima o la desgracia.
Oscar Trujillo Marín
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