Por Oscar Trujillo Marín
Durante los inciertos y duros tres meses de confinamiento casi total en buena parte de Europa y el resto del planeta, con la crisis económica y brutal contracción en la economía mundial galopante, muchos equipos ciclistas temieron (y algunos todavía) por su continuidad y la de sus plantillas. Tanto ha afectado este parón y recesión, que el CCC simplemente va a desparecer al final de año.
Tras la masiva cancelación de carreras, correr el Tour de Francia a cualquier precio se convirtió en el único bote de salvación, -aunque fuera en septiembre y con público restringido- era la única oportunidad y vitrina que podía redimir la temporada y que no se realizara la ronda gala -según los mismos directores y corredores- podía ser la debacle para casi todos.
Pues bien, el Tour de este calamitoso 2020 agoniza ya -y con todo y la mejor intención que se puso- demasiados conjuntos y corredores con pedigrí -y mucho cartel- se irán de vacío; y lo que es peor sin mostrarse mayor cosa, o quizás intentándolo de manera angustiosa, pero sin recoger los ansiados frutos. Bahrain-McLaren Groupama-FDJ, CCC, Trek-Segafredo, Israel Start Up Nation, Mitchelton-Scott, Cofidis, NTT y los pro series (segunda división) Arkea-Samsic, Total Direct Energie, y B&B Hotels se irán sin haber conseguido victoria, ni llevarse una clasificación menor de consolación. Es decir, sin poder tranquilizar a patrocinadores y sponsors deprimidos.
Algunos pudieron meter un hombre en el Top 10: Bahrain-McLaren (Landa), Trek-Segafredo (Porte), Movistar Team (Mas y Valverde), Mitchelton-Scott (Adam Yates), pero doce equipos (varios de la parte alta) se irán sin subir al podio en ningún parcial y muchos de ellos con una actuación francamente discreta.
Lo que demuestra una vez más que el Tour de Francia, (desde hace muchos años, ya) es evidente que no es la carrera más emocionante o espectacular del mundo en términos estrictamente deportivos, de competitividad para la general, pero sí es la más difícil para figurar, para mostrarse tan solo, para vencer aunque sea una etapa.
Que aún en situaciones “normales” o de extrema necesidad como en este trastocado año, el Tour es un muro donde se estrellan la mayoría de sueños y expectativas y solo muy pocos consiguen brillar en él por su extrema dificultad y nivel en los participantes. En la carrera más estresante e implacable de todas, no basta con ser muy bueno y querer o necesitar ganar para conseguirlo; no basta con una fama o nombres de postín, tiene que juntarse todo (incluso la suerte) para un corredor poder consagrarse y muchas veces por mucho que lo intentes, ni así.
Otros como AG2R y Groupama FDJ sufrieron la baja de su líder para la general muy pronto, por desfallecimiento o caídas, y pagaron su poca versatilidad. Pero sobre todo INEOS, -por encima de todos-, fue la gran decepción de la cruel carrera que ya casi termina. El conjunto más rico en dinero puro y duro -y poderoso por plantilla del mundo- se quedó sin su líder y defensor del título, Egan Bernal -quien nunca acabó de encontrarse a sí mismo sumido en dudas exagerada presión y dolencias físicas-, y entre su infinito fondo de armario de cracks, no pudo tener en reserva a tiempo alguien con garantías para asumir la lucha por el título o al menos el top 5, algo acorde para su altísimo nivel y presupuesto. Incluso, el conjunto británico a punto estuvo también de irse de vacío. La escuadra de Brailsford en general, salvo las admirables exhibiciones postreras de Carapaz y el buen hacer medio de Kwiatkowski, nunca pareció con el nivel promedio superlativo que solían mostrar en esta carrera: lució gris, apocado, irreconocible.
Este Tour ha mostrado lo peligroso para una escuadra con ciertas ambiciones de llegar con un solo líder capacitado para llevarse la prueba. Puede que las famosas tricefalias (mal llevadas) sean contraproducentes, pero desde luego jugarse todo a una sola carta, a un solo jefe de filas, con 7 compañeros sacrificados que se quedan lejos en tiempo desde el principio, es demasiado peligroso. A poco que ocurra desgracia o falle el capo, se corre el riesgo de pasar sin pena ni gloria por la carrera más importante, taquillera y mediática de la temporada.
Este sábado en la contrarreloj que cierra de forma tácita la competencia real, solo un puñado de hombres tienen intereses menores en juego y pueden caer o subir un poco en el escalafón del tercer lugar del podio y el top 10. Algo de suspenso en la lucha por la camiseta de la montaña y eso será todo por este año. Lo que no se pudo mostrar o conseguir quedará para otra edición y las consecuencias en el balance financiero de los patrocinadores aún no se conocerán hasta finales de año. Con lo cual, el miedo a su futuro laboral en muchos participantes -que para colmo no destacaron- permanece intacto.
Sin embargo, lo que trastoca toda esta lógica de vacío en resultados (justificados con la rareza de este accidentado curso) para tantos conjuntos, sobre todos los más poderosos, es que un equipo sin mucho presupuesto, repleto de jóvenes casi anónimos, con el promedio de edad y salarios entre los más bajos de todos los participantes, con poco cartel o apenas iniciando su andadura profesional como Sunweb, logró tres etapas, dejó una impresión fantástica y consiguió ser protagonista aparte de esos, muchos más días.
Esto deja una reflexión importante, la obsesión de tantos equipos (sin opciones reales de ganar el Tour, pero sí de hacer con muhco esfuerzo Top 10) les hacen canalizar todos sus efectivos y recursos entorno a un líder único sin derecho a fallar, por eso cuando las cosas se tuercen no hay margen de reacción ni alternativa.
Se olvidan que el ciclismo es más que una conservadora lucha por el puestómetro, y que dando espectáculo en los parciales, siendo combativos en todos los terrenos se pueden seducir mejor a los patrocinadores esquivos y a los aficionados y espectadores que agradecen con más audiencia algo de emoción al menos en este apartado. Porque ya sabemos que en la lucha por el título no hay mayores sorpresas ni rivalidades reales desde hace años.
Sunweb termina el Tour como uno de los grandes triunfadores sacándole los colores a tantos conjuntos poderosos. Deja más bien con pocos argumentos para justificar el descalabro de tanto gigante -y de sus pares más proletarios- el modesto equipo alemán, no es por nada, pero destruye todas las excusas y lugares comunes e invita a la autocrítica. Hoy, como siempre, la agresividad, la ofensiva constante y la actitud ganadora sigue siendo un plus. Esa hambre que te da saber que aún “no eres nadie” y que si das lo mejor que tienes, tal vez te puedan empezar a respetar.
Oscar Trujillo Marín
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