Por @pmpalermo
Parece lógico que, en un ciclismo plagado de historias nefastas sobre el dopaje, se busque por todos los medios mejorar el rendimiento con métodos limpios, novedosos y extravagantes. Y en ese marco, el Team Sky marcha a la vanguardia, con su jefe de filas como “conejillo de indias” exitoso.
Si bien se oyen historias de corredores del conjunto británico deshidratándose en un invernadero con estufas desde la época en que Wiggins saltó a escena y ganó un Tour, la situación no deja der ser llamativa, lo mismo que las más recientes declaraciones del médico que cuida (o debería) la salud de los hombres de negro.
Pero al margen de los efectos que las curiosas prácticas tengan sobre la humanidad de Froome y compañía, hay una situación alarmante sobre la que enfocarse: los aficionados. Y es que, en última instancia, el privilegiado organismo de un ciclista profesional puede soportar -en mayor o menor medida- las exigencias de una planificación extrema, pero no así un globero.
Para ser más precisos, es bueno marcar que en no pocas ocasiones un “pro” falla, aún respirando por y para el ciclismo. Todo lo contrario al resto de los mortales, trabajadores y hombres de familia que sólo quieren y pueden despuntar el vicio los fines de semana.
El problema reside en que, aún saliendo sábados y domingos, éstos sueñan con lucir una figura estilizada y rendir al nivel de sus ídolos, motivo por el que suelen imitarlos en todo sentido. ¿Se imaginan si, leyendo las controvertidas declaraciones de Roger Palfreeman, los pelotones amateurs empezaran a rodar deshidratados?
La tragedia estaría merodeando constantemente a un deporte de por si peligroso, en el que los pedalistas ya deben batallar contra los autos, los baches, el clima y los esfuerzos. Seguir el ejemplo de Froome puede ser letal, como también su particular modo de bajar la montaña, productivo para él en el pasado Tour, pero poco usual y más inestable que cualquier otro que se haya visto.
De hecho, ya circulan videos en las redes sociales en los que se aprecia a cicloturistas acostados sobre su bici dando pedales pero, a diferencia del feliz desenlace propiciado por el “keniata” en julio, yéndose al suelo aparatosamente y poniendo en riesgo sus vidas.
Y sobran los ejemplos, tales como salir a entrenar en ayunas, no usar casco porque queda mal, utilizar piñón fijo para incrementar la cadencia en carretera abierta, bajar a 100 km/h con materiales que no siempre están cuidados como los de un World Tour, aplicarse medicamentos, implementar la utilización de cámaras hiperbáricas, etc
La ciencia y el deporte no siempre deben ir de la mano, y en el demandante ciclismo menos. Lamentablemente, el afán por sacar la más mínima ventaja lleva a los protagonistas a buscar los límites, aunque en casos como el que hoy salió a la luz, eso implique jugar con la salud.
Así y todo, si a Froome le pagan millones de euros para dejarse manipular como un cobayo, allá él, porque es su trabajo y es loable el afán de superación personal que lleva dentro. Pero una vez más, y así como hemos defendido sus conquistas en el Tour alabando sus virtudes, ahora es nuestro deber señalar que es un mal ejemplo.
Inevitablemente, cada vez que se produce un cambio de paradigma, llueven las críticas del campo científico y profesional. Sucedió en su momento con las mejoras en el material, o en los diversos métodos de preparación, y está bien que así sea, porque es la lógica en el campo de la investigación.
Es posible que los de Brailsford hayan iniciado una nueva era y la historia les brindará el reconocimiento debido, pero como todo, es necesario un proceso de prueba y error que no deben ser salteados. Y hasta que eso suceda, estos controvertidos usos no pueden ser implementados.
Aquí no ponemos en entredicho que se experimente, pero todo dentro de un marco razonable que evite convertir a las ya populares “Marginal gains” de Sky en un peligro para la salud pública.
Pablo Martín Palermo
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