Por Oscar Trujillo Marín
Uno de los primeros corredores mundiales que ha elevado su categoría de ciclista de élite a la altura de una estrella de rock, ha sido Peter Sagan. Y como tal es considerado.
El genial eslovaco no ha sido sólo un virtuoso atleta ganador más. Su magnética personalidad, enorme carisma y tantas veces vocación de showman y comediante negro, ha atraído millones de seguidores en todo el mundo que no admiran sólo al Sagan deportista, sino al personaje: libre, irreverente, siempre a contracorriente, políticamente incorrecto, bromista y por supuesto voluntarioso y espectacular en su forma de competir. Es obvio que, como toda persona que se atreve a salirse del molde, tiene muchos detractores también.
Pero las cifras no mienten y así como sus números del pasado lo ponen en el pedestal de los mejores corredores de este siglo y la historia, decir que Sagan lleva dos temporadas con resultados menguantes y dejando una sensación de estar siendo superado con facilidad en las grandes citas, no es ni mucho menos faltarle al respeto.
Es hablar de una innegable tendencia que, a los 30 años, el corredor sabrá si tiene con qué revertirla o simplemente, aunque tenga piernas, no le interesa ya y es un asunto más de motivación para continuar arriba. Para un clasicómano y hombre rápido caza etapas, los podios no les valen, las victorias son su único alimento y termómetro: 12 triunfos en 2017, 8 en 2018 y 4 etapas (y ninguna clásica) en 2019 dejan poco espacio y argumentos para negar tal bajón. Menos cuando no hay contratiempos ni accidentes de por medio.
Y no es sólo que venga ganando cada vez menos, es que deja la sensación de que ya no le alcanza. No es que no esté peleando todo lo que corre, es que ya no le está dando para estar siquiera entre los tres primeros. Sigue haciendo top 10 con relativa frecuencia, pero parece que ese insultante poderío de antaño se esté difuminando ante algunos de los mismos rivales que solía vencer con facilidad y ante una camada de voraces jóvenes aspirantes al trono.
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El caso es que bien sea por un tema mental de voluntad y falta de motivación, preparación corta asociada a lo mismo o físico, con lo que ha mostrado estos dos últimos años no parece ser suficiente para regresar a lo más alto. Algo tendría que cambiar de forma radical.
En pleno auge y explosión masiva de jóvenes talentosos cracks del pedal, Peter parece cansado siendo aún joven también. Quizás él mismo (que también empezó su carrera de forma brillante y precoz destacando con los mejores desde los 20 años, cuando eso era una rareza y aún no estaba de moda) pueda ser un importante ejemplo de lo que intentar mantenerse en la élite tanto tiempo, desde muy pronto, pueda esperarle a toda una inédita generación con tanto éxito prematuro. Puede que sea el primer espejo posmoderno “on line” y en la era de las redes sociales, en el cual mirarse.
No faltará el que diga que Gilbert y Van Avermaert siguen ganando de vez en cuando pruebas importantes con 38 y 35 años respectivamente, pero es que ellos a diferencia de Peter, no empezaron a brillar desde los 19 años y a arrasar desde los 20. Maduraron para el ciclismo mucho después.
La sensación que da en los últimos años es la de un tipo hastiado con los focos ya. De un hombre huraño que asiste a eventos publicitarios alrededor del mundo obligado, por profesionalismo resignado, por cumplir. La de un tipo que parece disfrutar más con los locos vídeos que sube a sus redes en vacaciones donde se le ve retozar en el campo y haciendo acrobacias en su bicicleta como un niño, o que antes de disfrutar con las etapas y competencias suele verse feliz mientras va entrenando o hablando dentro del pelotón con su buen amigo, el también alternativo Daniel Oss.
La de un corredor dentro del sistema a regañadientes, sin espíritu gregario para el business, que parece añorar más el casi anonimato de su antigua vida en el ciclomontañismo o a su pequeño hijo al que después de separarse de su madre hace año y medio, ve muy poco. O quizás los hermosos bosques de su Eslovaquia natal donde apenas le queda un respiro se refugia.
Un tipo que ya lleva más de 6 años con un salario promedio por encima de los 4 millones de euros, (publicidad aparte) problemas de dinero, en plan llegar a fin de mes no debe tener. Y a diferencia, por ejemplo, del prohibido Armstrong, a Sagan no parece importarle mucho el dinero, por su forma de ser austera, no aparenta tener el espíritu voraz y avaricioso de los Carlos Slim, Amancio Ortega, Paolo Rocca o Sarmiento Angulo de rigor, por solo nombrar a 4 humildes hombres de negocios multimillonarios. Si en el eslovaco se acaba el amor por competir en ruta ¿qué más podría motivar a un hombre como Peter Sagan que lleva muchos años en la cúspide y lo ha ganado casi todo?
En varias de sus últimas entrevistas el tricampeón mundial ha dejado entrever ese hastío diciendo que el ciclismo actual de carretera se ha vuelto muy predecible, aburrido y que encuentra de la misma forma aburrida la vida de un ciclista. También declaró hace un tiempo que no se trata sólo de andar en bicicleta y ganar. Que él es responsable de todo un equipo.
Pero esa responsabilidad es mucho más integral y profunda de lo que desde afuera puede parecer. La presión de ser una de las figuras mediáticas más grandes del ciclismo desde hace años y la obligación sobre sus hombros de generar buenos resultados (ingresos en marketing y publicidad) para que su equipo pueda renovar patrocinios y mantener la estructura con sus demás compañeros menos destacados, se puede hacer muy pesada, insoportable.
Mi impresión es que Sagan está harto, que no es por falta de condiciones ni de clase. Es difícil motivarse cuando no falta dinero, ni es eso lo que mueve la vida de una persona. También lo es cuando se ha ganado tanto desde tan joven poniendo el listón tan alto que cualquier buen resultado para un ciclista normal, en alguien que ha sido genio precoz sabe a poco.
Peter no necesita demostrarle nada a nadie en el ciclismo, es uno de los más destacados de la historia y lo será. Quizás pudo haber (hasta ahora) ganado más Monumentos, su asignatura pendiente. Pero siempre estuvo en la pelea, muy cerca. Si no volviera a ganar, ya está instalado entre los más grandes corredores de siempre.
Este año quizás apurando sus últimas ilusiones por recuperar esa motivación y pulmones, para esta temporada se refugió más de un mes en las montañas de Colombia y optó por añadir el Giro de Italia en su calendario que aunque parezca increíble jamás ha corrido. En pocas semanas sabremos si Sagan volverá por sus fueros, o si la tendencia decreciente simplemente se torna en constante y su pasión por la ruta se empieza a extinguir definitivamente. Por el bien el espectáculo ojalá guarde todavía algunos cartuchos.
Oscar Trujillo Marín
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