Ciclismo Internacional

Opinión: La desgracia de los más poderosos abre el Tour y da alas a los valientes

Por Oscar Trujillo Marín

Una gran vuelta es una sucesión de sumas y restas, un reto descarado para la suerte, aún llegando en la mejor condición posible. Un sueño de gloria dentro de una caravana implacable de fieras salvajes que respiran en la nuca, que viajan siempre al lado, acechando, exactamente con la misma obsesión y objetivo en la cabeza.

Foto: @Bettiniphoto

El Tour de Francia es la más dura y cruel de ellas. Es un reto a la gravedad, la física, la psique, el sistema inmunológico y las fuerzas de la naturaleza. Cuando todo se conjuga a favor, puede llegar el ansiado botín. Cuando no, has perdido todo un año de meticuloso trabajo y solo queda volverlo a intentar una vez más. La mítica ronda gala no tiene piedad con nadie, así te hayas lucido el año anterior, seas uno de los favoritos y uno de lo más queridos corredores locales.

Thibaut Pinot y Julian Alaphilippe renunciaron hoy a cualquier sueño de hacer podio o ganar la carrera más grande del mundo: la de su casa. El segundo porque nunca ha sido vueltómano y menos escalador nato, pero es tan increíblemente bueno en casi todos los terrenos, que a veces su ímpetu lo propulsa por encima de sus pocas limitaciones, le engaña y lo monta en favoritismos que él no ha pedido y no tiene la culpa de provocar.

Julian es uno de los mejores clasicómanos y caza etapas del mundo y aunque nunca gane el Tour lo seguirá siendo para la posteridad. En cambio, para Pinot ganar el Tour sí ha sido su alimento, suceder a Hinault en el trono francés de ganadores es su obsesión. Thibaut asistió hoy de nuevo a su infaltable cita con la desgracia, no falla. Con esa enfermedad crónica que padece, la misma que en España se conoce como landismo. ¿Hay alguna duda de que Pinot, al igual que Landa, es un excelente escalador? No. Pero tampoco hay dudas que tienen contratadas las desdichas, accidentes e imprevistos. Las secuelas de su dura caída en el primer día se le rieron en la cara a sus ilusiones y le recordaron una vez más que el Tour no lo gana el que quiere: tienes que, aparte de ser muy bueno, caerle demasiado bien al cruel espíritu de la carrera para que te deje entrar al Olimpo.

Los tres que mejor pinta tienen hasta ahora.

Buena parte de lo animada que estuvo la carrera -solo hasta los 15 kilómetros finales- se la debemos a los damnificados ayer por los abanicos, sobre todo a Tadej Pogacar. Con siete km del último puerto por recorrer, el valiente joven esloveno -para el que especular es un verbo que no cabe en su diccionario-, que siempre demuestra combatividad -a poco que tenga algo de piernas-, inició las hostilidades; rompió la armonía de un grupo dispuesto a llegar juntos de no haber mediado tal osadía.

El primer intento secado por un magnífico Quintana y secundado por el impasible (pero efectivo) Roglic, sirvió para mostrar cuál es la terna que enseña mejor nivel en la montaña dura hasta ahora. En el segundo arrancón se les fue y pudo limar la mitad de la renta perdida que el viento se le llevó ayer. Pogacar en el fondo es un niño que no mide el peligro, pero eso lo hace fascinante y ojalá en eso no madure. Aunque lo rescatable también de este movimiento es que, a pesar de no tener éxito, al menos Landa, Porte y Martin lo intentaron también. Quien sabe atreviéndose más seguido en una de esas les suene la flauta.

Rigoberto Urán, que venía desahuciado por su terrible accidente del año pasado (y desde siempre), está mostrando un nivel sorprendente y amenaza con ser el mejor de nuevo en su equipo por muchas figuras jóvenes que le pongan. Este corredor mezcla de Lázaro acostumbrado a resucitar cada que le da la gana, y rebosante de coraje, respira ciclismo por todos sus poros. Donde todos sufren, Rigo se mueve como pez en el agua: es su territorio.

Enric Mas lo mismo que Yates: supieron padecer con gran dignidad, aguantar y tomar un segundo aire que los hizo llegar con los mejores. Otro punto positivo de la jornada fue que al final casi todos los favoritos se quedaron solos, sin gregarios, salvo Bernal al que Carapaz le duró bastante. La valentía se mide mejor cuando estando solo tus rivales tampoco tienen gavilla que los respalde. Por cierto, Bernal sigue sin mostrar su chispa del año pasado, pero con todo y eso, se mantiene en la élite de aspirantes y muy, muy cerca. Como le lleguen las musas en algún momento… se arrepentirán de no haberlo eliminado antes.

 Bardet, que era el corredor destacado francés que venía con más modestas ilusiones y en teoría con peor nivel, está reencontrando su mejor versión y se ha metido entre los elegidos. Y la gran noticia que todos los equipos menos ostentosos de dinero (y forma) estaban esperando: ¡Jumbo-Visma es humano! Hoy Kuss se borró muy rápido acusando las secuelas de su accidente el primer día también. Bennett más de lo mismo: tras su caída perdió el brío que traía; Van Aert, portentoso, hizo lo que pudo hasta muy lejos, pero este tipo de montaña no es su fuerte, y lo peor de todo, la escuadra holandesa ya perdió su arma táctica de dos líderes poderosos: Tom cedió.

Dumoulin podrá ser muy bueno, que lo es, y completo, eso nadie lo niega pero al igual que Froome venía de un parón de casi 15 meses y eso pasa factura hasta al más guapo. No tuvo buena pinta hoy le tocó tirar de Roglic solo un rato, muy poco, pero fue suficiente para eliminarlo. Ahora solo le queda intentar acompañar lo más lejos que se pueda a Roglic.

“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. De esta forma empieza Ana Karenina de Tolstoi y es justamente lo que está ocurriendo ahora en el Tour. Mientras Ineos, -durante otros años-, y Jumbo-Visma -hasta hace poco-, la vida les sonreía con toda su dentadura pelada, sin reparos y lucían como los mejores sin fisuras, de repente esta temporada entre el bajo nivel de algunas de sus figuras, las múltiples caídas y las dudas consecuentes en los otros, están siendo infelices a su manera y ese padecimiento se hermana con el que siempre tienen los más débiles y menos solventes.

Las desgracias los han hermanado con los demás, por lo bajo y ha terminado por igualarlos con “la plebe” en este año claramente desgraciado para la humanidad. ¡Que viva la plebe! Cuando tantos tienen opciones de ganar solo se puede hablar de justicia: poética o divina, da igual.

Oscar Trujillo Marín

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