Por @pmpalermo
El comedor del hotel principal donde se hospedan los corredores del Tour Colombia está abarrotado. Los protagonistas, relajados como pocas veces, deambulan por el mismo exhibiendo sus estilizadas figuras. Los pómulos chupados, las costillas marcadas bajo la ropa, las venas de las piernas a punto de explotar y el cuerpo en sintonía, sin sobrante alguno.
De no haber aclarado el ambiente cómodo y de qué evento se trataba, cualquiera hubiera pensado en un desayuno del Tour de France. Ya no importa cuándo los veas, salvo contadas excepciones, los ciclistas están delgados como nunca antes. Un hecho que dista diametralmente con las prácticas de antaño, cuando el invierno era época de descanso y engorde.
“Nadie quiere regalar nada”, comenta Oscar Sevilla, quien gracias a su longevidad deportiva ha formado parte de las dos realidades antes mencionadas. Y es cierto. El deporte pedal no escapó a la globalización, situación que abrió el juego e incrementó el número de aspirantes a formar parte del pelotón mundial. Pelotón que no necesariamente tiene más plazas disponibles.
El proceso ha sido paulatino pero incontenible. Porque al principio, era hasta curioso que un pedalista “exótico” saltara a Europa y, mucho más, que un europeo perdiera su hueco en la plantilla por dicho motivo. Ante un panorama tan competitivo, comenzar el curso con sobrepeso y lejos de una condición mínimamente competitiva, ya no es aceptable.
Y es por esa razón que, carreras como San Juan, Down Under, Omán o Colombia crecieron en importancia, tornándose auténticos objetivos para una porción considerable del lote. Como efecto rebote, dichas rondas son también escenario de acciones más entretenidas que las del calendario “grande”.
Por supuesto, hay excepciones y también detalles. Por mencionar un poco de ambas: el virtuoso Carlos Betancur es un atleta que históricamente ha tenido dificultades con la báscula, en tanto que Mikel Landa suele tener inviernos interesantes. Geraint Thomas es el último gran ejemplo, ya que su gira festiva post Tour lo llevó a engordar más de 10 kg.
En el otro extremo aparecen esos tocados por la varita mágica de la genética. Gente como Alejandro Valverde o Nairo Quintana, que siempre están finos y con una forma competitiva. Un poco más de esfuerzo les lleva a Tom Dumoulin o Chris Froome, rodadores que empujan a su organismo al límite para poder subir como sus pares escaladores.
Lo cierto es que se produjo un cambio de paradigma. Y es tan concreto que ya no se ven ciclistas gordos en enero, como que se corre a sangre y fuego. Sólo unos pocos -hijos de otra era y con cierta espalda- se regalan meses calmos de entrenamiento con dorsal. Vincenzo Nibali es la máxima expresión de ello.
Y justamente fue el “Tiburón” quien brindó otro dato importante en torno al eje del artículo. “Este nuevo ciclismo es producto de los métodos de entrenamiento actual, más precisos. Todos estamos al mismo nivel en las citas máximas y las diferencias llegan cuando alguien tiene un mal día”. Por eso, las carreras más importantes, esas que son objetivos estacionales de muchos, son tan parejas y tediosas y las demás, como Colombia, abren la ventana a la emotividad.
Párrafo aparte para una triste realidad relacionada al tema: el uso de cortisona. Con o sin TUEs (excepciones terapéuticas) es un secreto a voces que el pelotón emplea dichas drogas. Y las mismas favorecen la pérdida de peso.
Es más que evidente que, legal o ilegalmente, los métodos de manipulación de la forma y el físico han llegado a cotas altísimas. Y el resultado está a la vista, con pelotones casi anoréxicos en fechas lejanas al pináculo del calendario.
En este punto, para quién no lo sepa, se busca la relación peso/potencia ideal. Es decir, el menor peso posible que dispare el consumo de oxígeno sin afectar la producción de vatios.
En definitiva, el ciclismo se ha vuelto una feroz y pareja puja anual por mantener el empleo. Batalla condicionada por los avances tecnológicos y, en algunos casos, potenciadas por intangibles como sucedió en Colombia.
Trabajando duro para intentar tener las mismas piernas que el año pasado / Working hard to try having the same legs as last year (Foto Sigfrid Eggers) pic.twitter.com/BF8T078iU6
— Enric Mas Nicolau (@EnricMasNicolau) 21 de enero de 2019
¿Mejor o peor? Seguramente, para los amantes de las gestas del pasado, no haya sido un cambio positivo. Pero es lo que hay y, por ello, se agradece tanto cuando alguien se sale un poco del libreto aún sabiendo que en un “mundo controlado de vatios” está casi condenado al fracaso.
Afortunadamente, los corredores siguen siendo humanos. Y el ejemplo más claro de cómo encontrar premio entre tanta paridad se vio en el Giroc2018. Froome no fue alcanzado cuando atacó a 80 km de meta en la Finestre, porque Dumoulin cometió errores tácticos (esperar a Reichenbach) y López y Carapaz no colaboraron.
Las dos temporadas previas tuvieron iniciativas similares, como la de Gilbert en Flandes o la de Sagan en Roubaix. ¿Indicio de que se empieza a buscar fisuras entre tanta igualdad? ¡Qué así sea!
Pablo Martín Palermo
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