Por @pmpalermo
Mucho se habla (y hablé) respecto al poderío de Chris Froome en este Tour, cita en la que ha estado adelante allí donde se esperaba que cediera (pavé, bajadas, etc), para luego responder todos los ataques de sus rivales en la montaña, a los que doblegó con una única e incontestable ofensiva en La Pierre Saint Martin.
Sin embargo, a tres días del cierre del evento, me tomo la libertad de escribir unas líneas a título personal, ansioso por sacarme de adentro un pensamiento que me tortura como amante del ciclismo y admirador de Nairo Quintana, hasta hace muy poco, sinónimo de libertad y rebeldía, atacando y doblegando a las potencias europeas con su inigualable mezcla de talento e inconsciencia juvenil sudamericana.
Ese mismo Nairo que pasó de ser gregario en la Vuelta 2012 a portar galones poco después, en el Giro 2014, ganando sin problemas y confirmando que estaba listo para este Tour, donde se esperaba, como mínimo, una repetición del de 2013, cuando fue el único que plantó cara al imperio británico de Sky.
Pero algo extraño sucede en los días que corren. Sí, el escalador colombiano ha sido el más fuerte de los mortales a espaldas de Froome, pero las etapas pasan, muchas sin emoción alguna y, peor aún, nada cambia en la general puesto que casi no se incomoda al maillot jaune, quien incluso se da el lujo de decir en voz alta lo que mucho pensamos, en una muestra de lo atada que lleva la competencia: “Quintana y Valverde han sido conservadores porque arriesgan perder el podio”.
Y es cierto, por más que duela o que desde la estructura española digan lo contrario, los hechos marcan que Quintana corre frenado para no dañar a Valverde, quien a su vez vive pendiente de Contador, temeroso de perder el que sería su primer podio en la ronda gala. Además, y en parte es entendible, marcan a los hombres del MTN-Qhubeka Pro Continental, los únicos que han sido capaces de disputarles la general por equipos, tarea que los aparta de otras tácticas más beneficiosas para su capitán. Movistar es el conjunto más fuerte y suele tener superioridad numérica en el cierre de las etapas, pero de poco sirve.
Lecturas de carrera al margen, quiero decir que no tiene nada de malo ser 2°, al contrario, es un honor extraordinario y el 99% del lote quisiera estar en sus zapatos. Pero lo que molesta o hace ruido son otras cosas:
*los tímidos arranques con los que se dice estar “atacando” a Froome
*declaraciones en las que se avisa de un ataque masivo del Movistar que no llega
*la sensación de que Quintana tiene para más y se irá del Tour sin exprimirse
No somos ajenos a este deporte y conocemos las exigencias del ciclismo súper profesional, donde además son los patrocinadores los que ponen el dinero y, por consiguiente, una presión por resultados notable.
Sin embargo, en el caso que nos compete, se trata de un escalador puro que aún no se ha comportado como tal, uno de los pocos en el mundo capaces de romper a distancia la resistencia del Sky o, al menos, de morir en el intento. En estos momentos, si se me permite la analogía, Nairo es como tener una Ferrari guardada en el garage de casa.
Y eso es lo que fastidia, que el boyacense no salga de su estructurado plan de carrera y pretenda llenar nuestros ojos con aceleraciones pancarteras en la zona de vallas. A mí que me perdonen, pero eso no me satisface, como sí lo hizo Contador con su Giro de Italia encima y la caída del día previo a cuestas, probando fortuna a 45 kilómetros de la llegada.
Está claro que intentar puede pasar factura pero, a mi humilde entender, será mejor acabar 5° habiéndose citado con la épica, que 2° a rueda del líder y tirando un poco de la cuerda cada tanto. Por caso, aún hoy se recuerda más el ataque lejano de Andy Schleck en el Tour 2011 que al mismo campeón del evento.
Con 25 años y ya establecido como jefe de filas, este 2° puesto sabe a menos que el de 2013, cuando hizo vibrar al mundo aún en la derrota, porque el novato Nairo puso ocasionalmente contra las cuerdas al robótico campeón de origen keniata, algo que ahora no pasó ni una vez en las 18 jornadas transitadas. Además, porque se reservó toda la temporada, listo para explotar aquí, y aún nos tiene esperando.
Otra alternativa es que Nairo esté cansado o no tenga más que lo que mostró. En ese caso, no lo sabremos hasta después del final, momento en que pediremos las pertinentes disculpas públicas, del mismo modo en que hoy le reclamamos más. Porque a los buenos se les exige en consecuencia.
Y Quintana no sólo es bueno, es uno de los mejores, razón por la que, además de hacer mi tarea periodística durante horas cada día, me molesto en mirar el Tour, siempre con la esperanza de que el pequeño tunjano tire de casta y pegue un tremendo sacudón a la general, como sólo él puede hacerlo.
Pero así tachamos jornadas en el calendario, siendo testigos de una partida de ajedrez más que de una carrera de bicicletas, donde primaron las tácticas conservadoras de Movistar, cuyas verdaderas intenciones descubrió el propio colombiano en sus últimas declaraciones: “Alejandro (Valverde) tuvo una pequeña crisis y estuve más tranquilo para que él se recuperara”.
Hay tantas lecturas como individuos pero, para mí, será imperdonable si teniendo un cartucho en la recámara, no se juega el todo por el todo de aquí al Alpe d´Huez. Nadie, y eso puedo asegurarlo, recriminará al eximio atleta en caso de no conseguir título o si perdiera el cajón por gastar energías de más. Por contrapartida, si la jugada sale del modo deseado, entrará en la historia.
Y que no se mal interpreten mis palabras, porque tampoco se trata de lanzarse a lo tonto a 100 kilómetros del arribo. A lo que apunto es a dejar de pensar en Valverde, que si es cierto que acudió como gregario, entonces es prescindible y sólo una herramienta más para desbancar a Froome. Si después puede concluir en el podio, mejor para Unzué.
Por todo esto, sería bueno que Nairo deje de lado el acartonamiento en el que lo tienen sumido, que se quite el pinganillo y apriete de verdad en la montaña, su terreno, buscando ganar un Tour que todavía está al alcance. Que se suba a un tren que no se sabe cuándo volverá a pasar y que podría catapultarlo definitivamente al Olimpo de este deporte, sólo reservado para los campeones y valientes, pero no para los que se quedaron esperando.
Pablo Martín Palermo
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