Por @pmpalermo
Un ataque. Eso es lo que le faltó al brillante Tour de France 2017 de Rigoberto Urán, quien no sólo emergió de entre las sombras en las que estaba sumido desde sus dos subcampeonatos en el Giro, sino que dio un paso más y se coló en la fiesta más grande de este deporte.
Fiel a su estrategia, y gracias a la forma física de su vida, el colombiano ingresó al top 10 en la etapa 9 para no abandonarlo más, rodando sin fisuras en los puertos. No sólo eso, sino que a lo largo de las casi tres semanas disputadas, el de Urrao arrojó valores de potencia similares o superiores al de estrellas con las que, hasta hace un mes, nadie lo hubiera creído capaz de medirse en igualdad de condiciones.
Pero el escenario se le planteó aún mejor de lo imaginado, porque nadie, ni el mismo Froome, lució muy superior al resto, dejando la general en un pañuelo hasta la jornada conclusiva de montaña con final en el alto de Izoard. Y vale la pena recordar que, aún limitándose a secar ofensivas, el de Urrao fue el único que no exhibió debilidades cuesta arriba.
Con eso en perspectiva, y con el primer escalón de la general más al alcance que nunca para él (y todos los contrincantes de Froome en un lustro), se echó en falta un plus por su parte. Ese que sí entregó Romain Bardet, probando incansablemente y con falencias, pero haciéndolo a fin de cuentas.
Es cierto que esto es deporte profesional, aunque antes es espectáculo, y el escarabajo no ayudó al mismo. No obstante ello, lo más “grave” es que, a diferencia de Bardet, el sudamericano se marchará de la Grande Boucle con la duda, la misma que le quedó a la mayoría, respecto a sus chances de título.
Este fue un Tour único, en el que se conjugaron todos los factores para ubicarlo a menos de medio minuto de un amarillo evidentemente esquivo para los sudamericanos. Incluso gente más capacitada que él no coqueteó tan de cerca con la cima del podio parisino. Razón de sobra para probar.
El año próximo, aún suponiendo que Urán regrese en la misma condición física, no sufra percance alguno y hasta le mejoren el equipo, se topará con Froome -que por algo se encamina a su cuarta coronación-, un Quintana pletórico, Bardet con la sangre en el ojo, Porte, Aru, Chaves…
“No hubo piernas”, es el argumento que más se escucha para defenderlo. Pero, ¿acaso las tenían sus dos adversarios? Cuando un ciclista va tan justo y no logran descolgarlo, es porque los demás corren en la misma condición, y la soga puede romperse en uno u otro sentido.
Con Fabio Aru, cuarto en discordia, notablemente retrasado en el puerto y con el cajón prácticamente garantizado, “Rigo” no tenía nada que perder. En el peor de los casos, le hubieran caído unos segundos más que los que finalmente cedió, aunque al menos, se hubiera bajado de la bici con la conciencia tranquila de que no tenía con qué ganar este Tour.
Un indicativo de que sí pudo haber tensado fue la magnífica respuesta que tuvo ante el arreón de Froome, de quien nos cansamos de subrayar su vulnerabilidad. Urán, hasta hace muy poco un contrarrelojista que se defendía en la montaña, se codeó tres semanas con grimpeurs en teoría superiores que nunca ratificaron dicho estatus.
¿No le generó eso la suficiente confianza como para intentarlo, al menos, una vez? Como dijimos previamente, ante tanta paridad, nunca se sabe quién puede flaquear y esta versión del “keniata” fue de todo menos fiable.
Es más, en vez de tener que responder al líder, como retador que es, el de Urrao debió haber contragolpeado. ¿Por qué? Porque venían del asalto más serio de Bardet (a 2600 metros de la cima), que forzó al británico a exigirse. Y éste, lejos de conformarse, fue quien aplicó la táctica sugerida, saliendo nuevamente cara al viento.
Si Urán tuvo resto como para alcanzar al tricampeón, bien pudo haber empleado esas energías en poner contra las cuerdas a su contrincante, evitando así ser presionado y, de paso, quitándose la incertidumbre respecto a sus opciones reales de haberse coronado este año en Paris.
¿Más? Si este día no le pareció propicio, ¿cómo se entiende la pasividad con la que todos los gallos permitieron reingresar al maillot jaune tras su avería en la base de Peyra Taillade? Fue en la 15° fracción, y una desgracia hizo la mitad del trabajo, descolgar al patrón de la carrera. Ni así se animó el colombiano, que al menos, esa jornada compartió culpas.
Nunca, a lo largo de la presente edición del evento, exigimos a Urán que tomara las riendas. No era suya la responsabilidad por llegar tapado y casi sin equipo, y así lo entendimos. Sin embargo, la tentación de asaltar un amarillo posible era innegable, tanto como la decepción por no haber sido testigo de un solo cambio de ritmo a la ofensiva por parte del capo de Cannondale.
A fin de cuentas, los que hacen historia grande, es porque arriesgan en determinado momento. De aquí a 20 años, el público promedio no recordará quiénes ocuparon el resto del top 3, aunque sí al campeón y, más que probablemente, el ataque a 125 kilómetros de meta por parte de Contador en la etapa 17. ¿Vale más una estadística que el show por que el todos pasan horas esperando, ya sea en la cuneta o frente al TV?
Está clarísimo que este logro -reiteramos- imponente, relanzará la trayectoria del cafetero y salvará las flacas arcas de Jonathan Vaughters. Y, hay que decirlo, ese pudo haber sido el aliciente que terminó de sentenciar cualquier atisbo de agresividad por parte del atleta en cuestión.
Un hueco entre los tres punteros del máximo evento del deporte pedal, es garantía de patrocinadores interesados. Vaughters lo sabía y, cuando se encontró con su pupilo en el mismo, lo instó a defenderlo con uñas y dientes.
Las declaraciones de algunos corredores de Cannondale durante la semana conclusiva así lo ratificaron, y es entendible. Negocios son negocios, y está en cada uno aceptar que el ídolo de turno compita atado por compromisos comerciales. “Los Alpes salieron bien. Fue, más o menos, lo que esperábamos hacer”, afirmó el antioqueño, certificando nuestra teoría sobre su pasividad.
Veremos si dentro de algunas décadas, cuando mire atrás y recuerde que no intentó ni una vez quebrar la resistencia de Froome, el propio Urán no se arrepiente de haber sido conservador, por él mismo y para beneficiar a quien, temporalmente, le pagó un salario, negociando sin regatear su única chance concreta de entrar en la historia más grande del ciclismo.
Pablo Martín Palermo
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