Phinney, el mejor del inicio de temporada
Por @pmpalermo
Taylor Phinney parece estar de regreso a los primeros planos y tras concluir segundo la crono del Tour de San Luis debido a un error en la elección del plato, descolló en el prólogo del Tour de Dubai, donde sacó 14´´ a su escolta en tan sólo 9,9 kilómetros de recorrido luego de rodar a 50.290km/h.
Potente como pocos, de 23 años, producto del Trek Livestrong y reconocido pistero multicampeón para su país, se hizo popular cuando Lance Armstrong lo incorporó para el RadioShack como stagiaire.
Finalmente firmaría con BMC, y en su cuarto año en la estructura, se echaban en falta este tipo de gestas de su parte, ya que si tiene atributos para algo eso son las cronos cortas, el pavé o las escapadas, merced a sus 195 centímetros y 82 kilogramos devenidos en pura potencia rodadora.
Es que el nacido en Boulder se mostró en 2013 lejos de su versión más agraciada, esa que en 2012 ganó el Prólogo del Giro de Italia, logró el sub campeonato Mundial contra reloj a tan solo 6″ de Tony Martin o el cuarto lugar en ambas disciplinas de los Juegos Olímpicos; tal vez este sea el puntapié inicial para su recuperación definitiva y regreso al máximo nivel.
Sólo en el Tour de Polonia pasado dejó alguna pincelada de su poder, cuando en el arribo a Katowice completó los últimos 7000 metros a 51,32 km/h en 8´11´´, manteniendo a raya él solo a todo un pelotón.
Este portento de la naturaleza arrancó el año con buen tino en Argentina, donde además de subir al podio en la crono se mezcló en los sprints sorprendiendo al clasificar 7º y 10º en las dos llegadas masivas de la prueba puntana.
Aquejado por diferentes dolencias en 2013, se perdió en el anonimato en las clásicas y el Giro de Italia, donde se retiró durante la 16º jornada, enfermo y aquejado por dolores en su rodilla y molestias ocasionadas por el sillín.
Pero Phinney es un personaje sumamente particular y no sólo por su llamativo peinado, tal y como quedó en evidencia hace unos meses durante la Tirreno Adriático, cuando un mal día, una cadena rota y un constante sube y baja hicieron que quedara en medio de un grupo de sprinters que se retiró con 130 kilómetros por recorrer; él agachó la cabeza y pedaleó en solitario para concluir último y fuera de control, tras casi 6 horas y media sobre la bicicleta.
Luego explicaría que lo hizo por su padre, el ex ciclista Davis Phinney, uno de los más grandes de la historia de Estados Unidos, quién sufre Mal de Parkinson y es su fuente de inspiración diaria, según declaró en más de una oportunidad.
Parte de la nueva generación limpia del ciclismo (se jacta de no ingerir ni siquiera un calmante para el dolor) el norteamericano parece recuperado físicamente, como dejó entrever en este inicio de temporada, en el que todo indica volvió a su mejor versión y está listo para plantar cara a Martin, Cancellara y compañía pero además, para sorprender si lo descuidan, como ya avisó en los embalajes argentinos.
Por ello, tras quedarse con la novel prueba árabe, presentó sus credenciales como uno de los posibles grandes animadores de un curso que recién empieza, en el que conocerá el Tour de Francia y en el que podría recuperar el lustre perdido.
Pablo Martín Palermo