Ciclismo Internacional

¿Por qué en Colombia, país con tanta tradición ciclista, no salen corredores especialistas en clásicas?

Gaviria gana en Pocito

Foto: Franco Xavier Videla (Xavier Photo & Press)

Por Oscar Trujillo Marín

Colombia ha dejado de ser potencia emergente en el ciclismo para empezar a consolidarse -desde hace un lustro- entre las 5 o 6 naciones más poderosas del mundo en cuanto a resultados de sus corredores. Las clasificaciones UCI no mienten, y al menos en rondas de una semana y grandes vueltas, el nombre de los colombianos en forma de victoria general o parciales ya no es, ni mucho menos, una rareza: tanto en el World Tour, como en los calendarios continentales.

Pero hay una asignatura pendiente en el gran nivel promedio por lo alto del corredor colombiano que llega a la máxima categoría, casi siempre asociado a su rol de vueltómano, y en especial como escalador. Existe una carencia indudable: destacar y disputar con opciones las grandes clásicas del calendario mundial.

Excepción hecha de la irrupción de tres jóvenes velocistas de talla internacional en tiempos recientes (Molano, Hodeg y Gaviria) la inmensa mayoría de esos triunfos colombianos provienen de etapas de montaña y carreras con perfil siempre escarpado: a mayor altitud sobre el nivel del mar, mejor aún. No ha sido Colombia, históricamente, tierra de sprinters de talla mundial y menos de destacadas figuras en carreras de un día.

El clasicómano nato, hasta ahora no se ha dado en el país cafetero. No se encuentra en las estadísticas de las pruebas más emblemáticas del mundo en esta modalidad, no está en la idiosincrasia de los ciclistas colombianos, ni mucho menos en el gusto de la inmensa mayoría de los aficionados, con especial predilección por las pruebas por etapas y en concreto por las fracciones montañosas con llegadas en alto.

El seguimiento de estas competencias como las clásicas del norte, las Ardenas o monumentos, se supedita a algunos pocos apasionados con un conocimiento muy por encima de la media de este deporte. La asociación automática para una carrera ciclística en el imaginario colombiano no se concibe casi sin la presencia de mucha montaña. No se les dice “escarabajos” a los corredores por capricho.

Hay varias razones culturales, biológicas, geográficas y hasta de infraestructura vial que, en cierta forma, podrían explicar este singular déficit de ciclistas destacados o palmarés en clásicas para un país -de forma irónica- tan apasionado por el ciclismo y cuyo gusto por el mismo viene casi que tatuado en su ADN.

Los grandes logros históricos internacionales han venido casi siempre de la mano de los escaladores. Excepción de “Cochise” Rodríguez que en los setentas también destacó a nivel mundial en pista y en Europa en algunas jornadas llanas de ruta, y de los tres sprinters actuales nombrados de gran nivel: Molano, Hodeg -pero sobre todo Gaviria- y una que otra clásica clásica dura y quebrada menor del calendario italiano en manos de Quintana y Betancur (Giro de Emilia) una Milán-Turín de Urán y otra de López; además del único monumento que ha ganado el País (Giro de Lombardía, Esteban Chaves, 2016) no hay mucha más gloria en esos apartados, al menos de relevancia.

Razones históricas: Los grandes ídolos de la “prehistoria” ciclística del país, en la época del blanco y negro (50’s, 60’s y 70’s) Efraín Forero, Rubén Darío Gómez, Cochise Rodríguez* (*este fue de los pocos muy completos, pero llegó muy tarde a Europa), Ramón Hoyos, Rafael Antonio Niño, y tantos más, eran sobre todo excelentes escaladores y eso les bastaba para cosechar toda la admiración de crítica y público, y para reinar ante rivales de condiciones parecidas a nivel local o para destacar también en toda Latinoamérica. El lejano calendario ciclista europeo en esos años, para los colombianos cuando aún no había trasmisiones por televisión en directo, simplemente no existía. Se corría “al estilo colombiano” ataque incesante, anarquía total y carreras con mucha montaña.

Etapa de montaña (si, montaña inhóspita, agreste auténtica) Colombia, 1963

Los primeros triunfos internacionales de gran prestigio en Europa vinieron una vez despuntados los ochentas, también producto de buenas actuaciones en montaña: Patrocinio Jiménez, Alfonso Flórez, Pacho Rodríguez, Martín Ramírez, Fabio Parra* (*este también más completo, por encima de la media) y sobre todo Luis Herrera entre otros, cincelaron en el imaginario nacional la consciencia de que esta era una tierra de muchos y excelentes escaladores.

Así se veían ellos, así los ensalzaba la prensa, así los admiraban los niños que empezaban y así los adoraban y valoraban los aficionados que una vez se empinaba la carretera esperaban en esa década, pegados al televisor, sus ataques en alta montaña que rara vez defraudaban; aunque al otro día perdieran 10 minutos en una etapa llana con viento o cinco en una crono, se les comprendía, se les perdonaba, si brillaban en la montaña que era lo que se esperaba de ellos.

Ha sido un tema de idiosincrasia, un tema cultural por un lado. Para colmo el epíteto de “escarabajos” casi que terminó encasillándolos en un estereotipo del cual ha costado mucho distanciarse. Se presume que ser colombiano y excelente escalador, son sinónimos.

Vuelta a España 1987 al menos 6 “escarabajos” colombianos en cabeza de pelotón junto a Dietzen, Pedro Delgado y atrás se ve a Fignon, en plena etapa de montaña.

Factor biológico: en cuanto a las clásicas del norte y otras bastante llanas, el factor anatómico (nada desdeñable) el biotipo, es evidente que limita al menos para estas. La baja talla promedio y poco peso del corredor colombiano (mayoritariamente originarios del altiplano cundiboyacense (zona del centro del país con altura sostenida por encima de los 2500 msnm, Medellín y varios pueblos de Antioquia con alturas entre los 1500 y dos mil quinientos) les ha concedido una importante y evidente ventaja natural para la escalada de largo aliento, por lo livianos y sobre todo por nacer, crecer, vivir y entrenar siempre cerca -o muy por encima- de los dos mil metros. En estas circunstancias, no es que muchos no hayan querido ser sprinters o potentes rodadores rompeviento, es que su cuerpo no les daba para eso, pero si para ser escaladores. Tipos por encima del 1.80m como Gaviria, Molano o Hodeg son la excepción en el corredor colombiano y no la histórica regla.

Higuita (164 cm y 54 kilos ) rueda al lado de su compañero el clasicómano belga Sep Vanmarcke (190 cm y 77 kilos)

La geografía: Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo. Su orografía abarca todas las posibilidades existentes: desde desierto, nieves perpetuas, selva amazónica, extensas llanuras casi a nivel del mar y vastas mesetas andinas a casi tres mil metros de altitud. La cordillera de los Andes, al entrar por el sur del país, se divide en tres ramales separados por dos valles surcados por dos grandes ríos (Magdalena y Cauca) y cruzan el país de sur a norte con alturas que se acercan a los 6000 msnm y cientos de pueblos y algunas grandes ciudades (Bogotá, Pasto, Tunja y Manizales entre ellas) que sobrepasan con facilidad los dos mil metros sobre el nivel del mar. Esta región Andina concentra a 36 de los 48 millones de habitantes del país, y de esta misma región muy montañosa salen el 99 por ciento de los ciclistas destacados que ha dado esta nación suramericana. Hay muchos jóvenes que han nacido, vivido y formado como ciclistas entrenando ¡siempre en altura, siempre en montaña! porque no tienen nada más a mano, es el único paisaje en 100 kms (o más) a la redonda.

Páramo de Letras, puerto de montaña típico colombiano, (largos y tendidos)  80 km de longitud se sube casi de cero a 3700 msnm

La infraestructura: Colombia, a pesar de ser un país muy rico en recursos naturales, tiene una de las infraestructuras viales más vergonzosas de toda Latinoamérica, mérito absoluto de una sucesión infinita de endogámicos gobiernos ineptos cuya eficiente corrupción eso sí, está fuera de toda duda. En cualquier país desarrollado existe una red de autopistas de doble o triple sentido que comunican las principales ciudades. Luego, una red “nacional” paralela, sin peajes, con vías de un solo sentido, y después una red “comarcal” de tercera categoría con carreteras más estrechas pero asfaltadas y en buen estado que unen pequeños pueblos y zonas rurales, -que es por donde suelen transcurrir la mayoría de grandes carreras europeas y todas las clásicas más prestigiosas-.

Puerto de Montaña “La Línea” que conecta Bogotá con Armenia y Cali durante una típica congestión rutinaria.

En Colombia ni siquiera sus dos principales ciudades (Bogotá y Medellín separadas por escasos 400 km) cuentan con una vía de doble calzada completa y terminada que las una. Pero es que entre Bogotá y los dos principales puertos del país (Barranquilla y Buenaventura) tampoco se han terminado y faltan muchos tramos. Todo el tráfico pesado, particular y de pasajeros del país se produce en su inmensa  mayoría por vías de un solo sentido muy montañosas, saturadas y peligrosas, salvo los tres mil km de carreteras de doble calzada, (para un país que tiene más del doble de la extensión de España, y casi su misma población, 48 millones de habitantes). Aunque en el país ibérico esa cifra llega a los 15 mil km de vías de doble calzada, en México también a 15 mil.

Circular como ciclista entrenando por entre una procesión de vehículos, en una carretera de una sola vía en cada sentido, no es el escenario idóneo para hacer entrenamientos en un clasicómano. Rodar siempre por vías de alta montaña tampoco es lo más recomendable: necesitan mucho llano y duros y cortos repechos también. Para un escalador subir largos puertos entrenando a poca velocidad (es lógico ascendiendo) por el arcén, por mucho tráfico que haya no es un problema: descenderlos tal vez si (quizás por eso no suelen ser grandes bajadores los corredores colombianos, salvo pocas excepciones nunca pueden entrenar esta destreza en su formación con una mínima seguridad). Un especialista en pruebas de un día necesita caminos llanos de extenso kilometraje donde encuentre viento para mejorar su potencia, salpicados con cotas cortas empinadas y explosivas para ensayar remates de esa naturaleza, que es justamente donde se producen los cortes y se definen muchas clásicas de postín. Esa explosividad y Rush  (salvo Higuita y en su mejor época Betancur) es una virtud de la que adolecen incluso hasta los mismos escaladores, que suelen ser muy buenos en puertos largos y tendidos a gran altura, pero muy poco explosivos y menos rematadores temibles en muros y cuestas cortas con mucha inclinación.

No disponer de vías rurales o intermunicipales asfaltadas, poco transitadas y adecuadas tampoco ayuda mucho. Por no hablar de que muy pocas ciudades capitales -y menos poblaciones pequeñas- cuentan al menos con un velódromo decente para formarlos en velocidad, pericia y mejorar el sprint desde jovencitos.

En estos términos los ciclistas no disponen de vías secundarias o terciarias rurales y con poco tránsito para entrenar el tipo de terreno en que se corren la mayoría de las clásicas; no se forman en esa experticia para rodar a gran velocidad y potencia en grupos grandes por vías muy técnicas pero en buen estado que les permitan simular los recorridos de clásicas como las Ardenas o Lombardía que es -siendo realistas- las que, al igual que les sucede a los españoles, más le pueden favorecer al biotipo colombiano.

Por supuesto, que tramos de pavés no existen en el país y si algún día sale de forma casi milagrosa un “piedrero” colombiano se tendría que formar en los Países Bajos, el norte de Francia o Bélgica. Pero hoy en día, ya hay muchos corredores que -con preparación especializada- podrían aspirar a brillar en Flecha Valona, San Sebastián, Lieja, Lombardía y por qué no, Milán-San Remo que ya estuvo cerca de disputar la victoria Gaviria hace unos años. Para no ir más lejos, Sergio Higuita tiene las condiciones y talento natural para triunfar en cualquiera de las anteriores, virtud que en su momento llegó a tener también Segio Henao, al que sus labores de gregario se las fueron difuminando.

Esos son algunos de los condicionantes históricos, culturales, biológicos, geográficos e incluso de infraestructura que, a pesar de la gran condición de base y fondo del ciclista colombiano promedio, y la espectacular acogida e importancia que tiene este deporte en el país, pueden explicar por qué hasta el momento se ha dificultado que surjan clasicómanos de talla mundial. Como si esto fuera poco, no se organizan en el país pruebas de nivel de un solo día, y supone uno que la Federación Nacional de Ciclismo, podría hacer algo al respecto.

Pero esto no es un axioma definitivo ni mucho menos un destino inexorable, (al igual que les sucedía en España, hasta hace tan solo 20 años antes de la aparición de Freire, Flecha, luego Valverde y Purito Rodríguez) que no se pueda cambiar. La formación de los jóvenes empieza a ser cada vez más versátil, incluyendo una buena base de pista, (los resultados se ven con Hodeg, Molano y Gaviria, pero para eso los corredores juveniles tienen que vivir o desplazarse a Cali Medellín o Bogotá) y el aficionado común ya se interesa más por seguir las clásicas, aparte de las tres grandes vueltas y pruebas montañosas de una semana que es donde los locales suelen brillar.

Incluso el presente invita a cierto optimismo, un corredor con buena punta de velocidad como Hodeg, Molano o Gaviria, con trabajo específico para mejorar el fondo y aguantar repechos, se puede tornar más versátil y aspirar a muchas clásicas de perfil llano o con cotas cortas. Ya Gaviria lo demostró hace cuatro años llevándose de forma magistral una Paris Tours y él mismo -al igual que Hodeg- se han impuesto en algunas clásicas menores. Es cuestión de que empiecen a caer victorias de ese tipo para que muchos niños no quieran ser solamente excelentes “escarabajos” como el Herrera, Quintana o Bernal de Rigor, sino que se pueda pensar en que de esta emergente potencia mundial del ciclismo, también puede salir gente del nivel de Purito, Bettini, Valverde o tantos puncheurs que han brillado en los monumentos y clásicas favorables para sus condiciones. Lo más complicado que es una base alta de calidad y fondo muchos ya la tienen, falta es que se convenzan de que allí también pueden destacar. Es la asignatura pendiente del admirable ciclismo colombiano en un panorama mundial que cada vez demanda y premia más a los corredores más completos y versátiles.

Esteban Chaves en 2016, ganando el Giro de Lombardía.

Oscar Trujillo Marín

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