Por Oscar Trujillo Marín
Lance Armstrong se equivocó, es evidente. Lo hizo durante una época y generación que hizo de la equivocación y el jugar con fuego su cotidianidad como atletas, un riesgo para su salud constante y pasaporte común y aceptado para alcanzar la gloria deportiva.
Como nunca antes en la historia del deporte, utilizando sofisticados métodos suministrados por druidas y chamanes científicos posmodernos como Fuentes y Ferrari, que jugaban a ser Dios intentando hilar cada vez más fino en la recuperación milagrosa y extendiendo el umbral del cansancio hasta niveles inhumanos.
El tejano fue el que más destacó haciendo pacto con el diablo y el que más caro pagó por ello luego viendo esfumar su mito que se sustentaba, en buena parte, en alquimia fraudulenta e incomprensible permisión y corrupción dentro de las carreras y la misma UCI. Muchos como él, de su generación, que obraron parecido o igual, a pesar de compartir sus malas prácticas resultaron ilesos para la opinión pública e historia, pero eso no nos corresponde juzgarlo a nosotros.
Lo que si se puede afirmar es que en un periodo de la historia donde la EPO, las autotransfusiones, hormonas de crecimiento y testosterona etc, reinaban en buena parte del pelotón destacado, Lance, entre ellos fue el mejor: el más laureado. No se está justificando su proceder, ni el de Ullrich, Pantani y los demás, se está solo mencionando lo que todos saben ya, entre otras cosas por las propias confesiones de la mayoría de ellos aunque nunca hubiesen dado positivo en carrera, por que la tecnología aún no daba para tanto.
Lo que no se le puede negar, es que habiendo sido parte protagonista estelar del circo ambulante del ciclismo mundial de élite durante casi 15 años, no sepa de qué habla cuando afronta la problemática de este deporte. Por supuesto que es una voz autorizada para analizar el ciclismo (una cosa no quita la otra) y así lo hizo saber esta semana, en procura de exhortar a los ciclistas profesionales a unirse para defender sus condiciones laborales. En su época fue uno de los pocos que con más carácter y vehemencia se plantó y luchó para mejorar las condiciones de trabajo de los corredores. Uno puede ser tramposo en una época de su vida y tener buenos gestos nobles y admirables por otro lado, al mismo tiempo: no es incompatible.
Lance Armstrong ha pedido a sus colegas de fatigas y modo de ganarse la vida que utilicen este periodo de obligado parón para unirse y “recuperar el poder en el deporte”. El estadounidense hizo esta petición a través de Instagram mientras promocionaba su podcast ‘The Move’.
“Todos los corredores profesionales que están sentados en casa ahora, no están seguros si recibirán su pago el próximo mes y si su equipo sobrevivirá a esto: esta es su oportunidad”, dijo Armstrong. “Ahora es la oportunidad de comenzar desde cero, tomar asiento en la mesa de negociaciones y recuperar el poder. Si no aprovechan esta oportunidad ahora, es posible que nunca vuelvan a tenerla ”, añadió. “Piensen en eso. Hablen como pelotón y únanse. Ustedes son los actores de la obra, y sin los actores, la obra se cancela”, terminó su reivindicación.
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Durante el estallido de la crisis deportiva y económica provocada por la pandemia, el protagonismo absoluto del presente (y futuro incierto) del ciclismo lo han tenido organizadores de carreras, empresarios, dueños y directores de equipo, en mucho menor medida la UCI… todos opinan, todos deciden, todos proponen recortes, precarización de condiciones, fechas de retorno etcétera. Pero si hay una voz que ha estado ausente durante este tiempo han sido los corredores, que permanecen a merced de terceros, como cosificados muñecos parados, aparcados, de un espectáculo que pertenece a mucha gente menos a ellos.
Lo único que los representa y en teoría debería defender sus derechos laborales, integridad y dignidad, es la CPA (unión de corredores profesionales), que es apenas un inexperto embrión, de momento inoperante y sin influencia.
Por una vez en la vida, habrá que escuchar a este señor: sin los actores y verdaderos protagonistas de este espectáculo no hay futuro y los corredores merecen un tratamiento mejor que evite atropellos de empresarios inescrupulosos, que pueden utilizar la desgracia mundial como pretexto para no pagar un dinero que ya tienen en sus manos y no les pertenece. El ciclista debe tomar protagonismo ya, en procura de defender sus derechos laborales, peso vital en el espectáculo y dignidad.
Oscar Trujillo Marín
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