Por Oscar Trujillo Marín
Se cierra el primer tercio del Tour de Francia 2023 con la sensación de estar asistiendo a un acontecimiento histórico. Hemos sido espectadores de lo que otras generaciones futuras apasionadas por el ciclismo llamarán “duelos de leyenda” o de lo que Enrique Bunbury diría “héroes de leyenda” que pertenecerán al sueño de un destino.
Se nos viene a la cabeza rivalidades míticas en la historia del deporte entre genios de poderío muy parejo: Alain Prost contra Ayrton Senna, Larry Bird contra Magic Jhonson, Bjorg contra MacEnroe, Coppi y Bartali, Steffi Graf versus Mónica Seles, Muhammad Ali y Joe Frazier, Furiosa contra Inmortan Joe…
Tan huérfanos que andábamos de una rivalidad auténtica e igualada en la ronda francesa, de cracks de época, completos y muy superiores a los demás, Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard cada vez que se empina la carretera nos regalan una montaña rusa de emociones. Un día eleva a uno y al otro día a su rival: deliciosa bipolaridad, ciclotimia deportiva sin sales de litio que la apacigüe. Desde hacía tiempo que los apostadores profesionales no depositaban su dinero con tantas dudas, con tanto justificado temor de que su elegido sea vencido in extremis y le pueda apagar la fiesta y castigar el bolsillo en el último momento.
Ya en el nuevo milenio, después de la primera década del siglo XX, -casi borrada de la historia por culpa del uso indiscriminado de la farmacopea fraudulenta en el pelotón-, lo que estamos viendo es oro puro. Después de un segundo decenio de este siglo 21 (“problemático y febril” como el anterior) padeciendo soporíferos Tours de Francia donde el Sky -con su líder de turno- ponía las condiciones y ganaba con escasa oposición de los demás aspirantes, cuesta creer –ya en plena tercera década) tanta dicha en tal despliegue de espectacular y parejo intercambio de golpes que nos ofrecen Vingegaard y Pogacar.
Los amantes de ciclismo sin banderas a nivel global, estamos que no nos creemos tanta emoción, hace falta que nos pellizquen para saber que es verdad. Tan acostumbrados a sufrir tanto ciclismo reservón, all igual que en la melodramática canción del sensei romántico azteca Juan Gabriel “el día que me acaricies lloraré” toca frotarnos los ojos para comprobar que efectivamente ver el Tour de Francia ha vuelto a ser un deleite. Bueno, salvo un par de tostones llanos que es mejor archivar en las neuronas muertas que el alcohol nos invalida. Impagable la prodigalidad de calidad y ambición que nos ofrecen este par de monstruos.
Desde que se enfrentaban a palo limpio y parejo en los años ochenta Hinault contra Fignon primero y luego Fignon contra Lemond después, ya nos habíamos olvidado lo que es ver al coco generacional vulnerable… pelear contra ¡alguien de su misma estatura y cualidades competitivas! De sus mismos kilates.
Entre el joven danés y el esloveno, ya no resulta tan fácil atacarse y soltarse mutuamente como lo hacen con sus demás contendores (de forma humillante) en las carreras donde no coinciden los dos. Surge un -comprensible- respeto y temor compartido. Aún así, tanto el campeón actual Jonas, como el bicampeón aspirante Tadej, tienen condiciones, agresividad y vatios de sobra para siempre proponer espectáculo en procura de tratar de hacerse morder el polvo. De esta igualada rivalidad salimos ganando los espectadores, patrocinadores y el mismo ciclismo que genera más adeptos.
Para zanjar la polémica de quién es el mejor especialista en terrenos montañosos, utilizaré un juego de palabras sarcástico al estilo de Groucho Marx: En las dos últimas llegadas en alto el mejor escalador del mundo ha dejado a la vista de todos, las costuras del mejor escalador del mundo. Que, a su vez, en Marie Blanque, primera jornada de montaña de entidad, había sacado los colores al mejor escalador del mundo. Lo más probable, si todo sigue así, entre tanta igualdad, ecuánime, simétrica y equidistante, es que el mejor escalador del mundo (en lo que queda de montaña) derrote al mejor escalador del mundo y llegue vestido de amarillo a París para tristeza del mejor escalador del mundo.
Ya ven, todo muy nítido: claro. El que no lo vea es que no sabe de este deporte. Eso es lo bonito de esta rivalidad entre gente tan extraordinaria. Ambos son demasiado buenos e infinitamente superiores al resto de participantes, que, a este nivel no clasifican siquiera a la categoría de rivales. Ellos, el resto de corredores y jefes de fila, tienen otra carrera agónica, lejana, conservadora, mucho más lenta por las migajas que deje este par de superdotados.
El respeto de Jumbo Visma por el fenómeno del UAE es tan grande, que ya no le interesa endurecer la carrera para evitar que Tadej los vuelva a rematar. Eso sería equiparable a servirle de tren de lanzamiento y aproximación en una etapa llana a Jasper Philipsen en su nivel actual. El respeto de Tadej por Vingegaard es tan evidente, que con él sabe, que ya no puede derrochar energías ni hacer exhibiciones lejanas como en los primeros diez días del pasado Tour 2022, donde su alarde de confianza y voracidad le costó quedarse sin fuerzas para la segunda mitad del Tour, donde Jumbo Visma y su líder, le cobraron con creces tanta impúdica exhibición de sobradez.
Crecer duele, mutila y escuece. Pogacar se ha hecho pragmático, que era algo que su fogosa juventud e inherente inmadurez necesitaba, pero ojo, sin renunciar a su instinto letal. Dosificar mejor las fuerzas (por muchas que se tengan) y leer con quien te enfrentas también es un arte y virtud en el deporte de élite. Menos derroches innecesarios. Menos querer atacar siempre a 30 kms de meta y ganar todas las etapas con llegada en alto. Más táctica, desgaste psicológico del rival. No mostrar las cartas. Reservar las fuerzas para una sola ofensiva eficaz por etapa. Ya no se enfrenta ni se juega la carrera contra Roglic, Enric Mas, Bardet, Landa o Miguel Ángel López. Se enfrenta a un tipo de nivel estratosférico también, igual de bueno a él. Solo que, con menos capacidad de hacer brutales y sostenidos cambios de ritmo en montaña, sin la misma punta de velocidad y rush en llegadas y sin una mentalidad tan fuerte, aunque abierta a los cambios en procura del botín mayor.
Solo por eso Pogacar es el mejor corredor integral en montaña para mí (muros, media montaña, encadenados y unipuertos) Su palmarés lo avala en pequeñas y grandes vueltas desde el año 2018 ante los mejores escaladores del mundo. Su versatilidad y variedad de recursos subiendo le da una ventaja que ningún otro trepador logra reunir.
Tadej, está acostumbrado a ganarle a cualquiera sin gozar de un equipo que lo lleve en volandas y lo lance hasta mitad del último puerto. Sus victorias en montaña no están supeditadas o condicionadas a un solo un tipo de etapas, clima, longitud, altitud o gradiente de la carretera. Gana en cualquier circunstancia y a cualquiera -por muy danés melancólico y superdotado que sea- con gregarios o sin ellos. Y, si sus rivales en las altas cumbres (que normalmente son “los mejores escaladores del mundo”) tienen la mala suerte de no despegarlo antes del último kilómetro… apaga y vámonos. Ya saben lo que pasa. Por ese polivalente abanico de argumentos y variadas armas es mejor escalador para mi Pogacar que cualquiera desde hace ya 5 temporadas. Incluso aunque a veces haya perdido o mostrado debilidad.
Respecto a las impresiones que dejan el resto de aspirantes al podio y top 10, se podría resumir en impotencia y resignación. Salvo genial exhibición de Jay Hindley en la quinta etapa (primera de alta montaña) con un ataque ultra lejano desde el banderazo de salida, ninguno más ha propuesto nada más allá del aguante.
Todos van al estilo Carlos Rodríguez, (la juvenil esperanza española es una versión más joven de Enric Mas) es decir a rueda (de manera admirable y tal…) esperando que sus demás rivales se derrumben. Nadie ha propuesto una sola audacia que llegue siquiera a conato de ataque: Ni Gaudu, ni Pidcock, ni Simon Yates… No nos engañemos el Tour de Francia está siendo hasta ahora el más espectacular en lo que va de siglo, pero porque este par de cracks están poniendo derroche de agresividad y ambición entre ellos dos que no se veía desde hacía casi cuarenta años. No vale el ejemplo Schleck-Contador porque Alberto era mucho más completo en montaña y todos los terrenos que su rival luxemburgués. Estos dos, danés y esloveno, si son muy muy parejos, incluso en la crono están 30 segundos arriba o abajo dependiendo de cómo amanezcan ese día. Suprimiéndolos del Tour y descontando el efímero fogonazo de suspenso que da el ultimo km de los sprints llanos…. esta carrera sería algo parecido al pasado y olvidable Giro de Italia.
Bueno, ya veremos lo que nos depara la segunda semana a ver si por fin empezamos a dilucidar de una jodida vez quien va a ser el mejor escalador del mundo que gane este Tour de Francia derrotando al mejor escalador del mundo. Yo lo veo claro… ¿Y usted?
Oscar Trujillo
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