Robert Gesink, un cúmulo de desgracias
Por @pmpalermo
Señalado como la gran promesa del ciclismo holandés, Robert Gesink se quedó en un gran proyecto que, una década más tarde, aún sueña con explotar, fundamentalmente, por los recurrentes episodios de mala suerte padecidos a lo largo de su trayectoria.
Surgido de la cantera del Rabobank, saltó tempranamente a la máxima categoría luego de un 2006 magnífico en el que fue 2° en el Tour de l´Avenir, 3° en Volta ao Algarve, campeón en Settimana Lombarda y Circuito Montañes y 6° en el Mundial sub23.
Rápidamente comenzó a hacerse un nombre en el pelotón y ya en 2008, se consagró 4° en la París Niza, Flecha Valona y Dauphiné, para redondear la campaña de su lanzamiento con el 7° escalón en la general de la Vuelta a España, su primera grande.
De allí en más, alternó más malas que buenas, en un desgraciado periplo que bien vale la pena repasar para entender por qué, y a los 28 años, sigue siendo la eterna promesa del ciclismo tulipán.
El 2009 parecía encaminado a ser brillante camino a su estreno en el Tour. Logros como el 8° en California, el 11° en Tirreno, 7° en Itzulia, 3° en Amstel y 4° en Dauphiné así lo indicaban, pero la ronda gala no perdona y Gesink rompió su muñeca durante un accidente en la etapa 5. No obstante ello, se recuperó a tiempo para la Vuelta y acabó en el 6° puesto, aunque la mala suerte lo visitó de nuevo con una caída que lastimó su rodilla, impidiéndole sostener el podio.
A la luz de los resultados, 2010 fue su gran temporada, la única en la que no registró abandonos y la suerte estuvo de su lado en el plano deportivo. Sobre la bici, Robert acabó 4° en el Tour de Francia (tras las descalificación de Contador y Menchov), además de ser 7° en Tour del Mediterráneo, 5° en Tirreno, 8° en País Vasco, 5° Tour de Suiza, 7° en San Sebastián, 3° en Quebec y 1° en Montreal y Emilia. Pero todo eso quedó opacado por la muerte de su padre debido a una caída cuando participaba en una prueba de bicicleta de montaña.
La campaña siguiente la tónica fue similar. Un comienzo magnífico que incluyó título y dos etapas en Omán, el 2° lugar en Tirreno (y otro parcial), el 3° en País Vasco y el 9° en Amstel lo colocaban nuevamente como aspirante al podio francés. Pero sus esperanzas se fueron rápidamente al tacho luego de una monstruosa montonera camino de Cap Fréhel que le dejó una contusión y cortes en la rodilla izquierda, lesiones que le impidieron alcanzar su máxima expresión.
Cuando el 2011 se despedía y sólo quedaba el mundial, nuestro atribulado protagonista se rompió la pierna (el fémur más precisamente) mientras realizaba un entrenamiento, incidente por el que debió ser operado. Regresó en 2012 y fue campeón en California, pero de nuevo, abandonó la Grande Boucle después de sufrir un accidente al principio de la etapa, de Albertville a la estación de esquí de La Toussuire, que lo dejó con fuertes dolores en las costillas.
Al menos, acabó 6° en la emocionante Vuelta de esa campaña por detrás de Contador, Valverde, Purito o Froome, revitalizando sus opciones como jefe de filas en una estructura donde comenzaban a despuntar Wilco Kelderman y Bauke Mollema.
En 2013 no padeció accidentes graves (apenas una caída en los nacionales), completó 91 días de competición y no consiguió grandes lauros, sólo el GP Montreal, pero decepcionó en el Giro de Italia. Allí se bajó a poco del final, enfermo, cuando rozaba el top 10. Eso bajó su status interno en Blanco (luego Belkin) y acudió al Tour a trabajar para Mollema.
Lejos de terminar, sus problemas siguieron en la Tirreno 2014, cuando dijo adiós con problemas urinarios después de un promisorio inicio de curso en Down Under y Omán. Pero todavía faltaba lo peor: una operación del corazón tras varios años con arritmias primero y la baja en la Vuelta cuando, recuperado de la cirugía, marchaba 7° en la tabla principal.
En esta oportunidad, se fue a casa para estar al lado de su esposa, operada dos veces y a punto de dar a luz a su hijo Bram. Éste, fue también el motivo del anónimo 2015 que lleva hasta ahora Gesink, quien tomó la salida en Algarve y se bajó dos días más tarde por problemas de salud de su retoño, afortunadamente, recién salido del hospital.
El atleta en cuestión es un virtuoso para la escalada, apartado en el que su espigada humanidad (189cm y 70kg) es una ventaja pero, al mismo tiempo, un lastre puesto que es obvia su fragilidad. Una cabeza endeble, la enorme presión que Holanda puso sobre él y falencia técnicas hicieron el resto para mermar una trayectoria que se auguraba genial.
Con 28 años todavía tiene con qué revertir la situación, más aún porque es miembro de un equipo que lo aprecia, lo respalda y le renovó contrato hasta 2016. Talento le sobra y ya probó que puede estar adelante en las grandes, pero tiene que solucionar sus inconvenientes para manejarse en el pelotón y, claro está, su debilidad sobre la cabra, disciplina que lo pone nervioso, según él mismo reconoció.
Más de dos años pasaron desde su última actuación digna en una competencia de tres semanas. En dicho lapso, el equipo encontró líderes en Kelderman y Ten Dam (además de Mollema, hoy en Trek), dos ciclistas con los que Gesink puede compartir galones camino de su recuperación.
Para ello, el “Ganso” necesita la tan ansiada continuidad que le permita centrarse sólo en correr e incluso en corregir falencias, algo que nunca pudo hacer ya que se la pasó saltando de lesión en lesión. Si así fuere, volverá a meterse en el top 10 de Giro, Tour o Vuelta como hizo en cuatro oportunidades, algo reservado para unos pocos y que medio pelotón quisiera alcanzar.
En lo inmediato, mientras piensa en la Vuelta al País Vasco y retoma los entrenamientos, su prioridad será mantenerse sano, rezar porque las dificultades lo dejen paz y así evitar que se hable de él como un proyecto fallido, confirmando de una vez, que es la estrella que el mundo del ciclismo creyó ver en sus inicios.
Pablo Martín Palermo
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