Por Oscar Trujillo Marín
El anhelado, pospuesto y extraño Tour de Francia 2020 ya es historia. Cuando pasen unos años y seamos más viejos (y no por eso más sabios necesariamente) solo se recordarán dos cosas por encima de todo de esta carrera: que coincidió con el año de la infausta y ruinosa pandemia, y que un chico fuera de serie, extraordinario, rompió todos los pronósticos y protagonizó una gesta épica el penúltimo día, de esas que se guardan para siempre. Como aún está fresco, vamos a recordar como balance algunos hechos que lo marcaron antes que el olvido empiece a hacer cama.
La obsesión por la tecnología, la exhaustiva planificación y estrategia marcial de acumulación de destacados corredores sacrificados como peones para un solo líder -en plan demolición del enemigo por mayor fortaleza basada en superioridad numérica- fue derrotada por un solo hombre con demasiada ambición y talento. Pogačar fue el único que les respiró siempre en la nuca a los holandeses. Lo subestimaron por su evidente inexperiencia y juventud y les derrotó de manera contundente en el único día que lo dejaron solo, mano a mano con el líder.
El ciclismo podrá ser un deporte de equipo, y quien tiene más concentración de figuras entorno a un solo objetivo alberga más chances (obvio), pero los corredores valientes, súper clase, extraordinarios, están para romper los paradigmas y cambiar la historia. No ataca de manera contundente ni mete tiempo y hace daño definitivo a los más fuertes el que quiere, sino el que puede. De la misma forma, el equipo puede ser un portento, pero si el líder tan solo parpadea de más un día, se puede perder todo el trabajo en procura del máximo objetivo.
También le faltó mala sangre, mala leche a Roglic, tuvo muchas deferencias y consideraciones con Pogačar cuando este vaciló. Quizás lo vio siempre como un hermano menor al que le enseñas el oficio, los trucos y tal, ese aventajado aprendiz de monstruo que lo acompañaría en el podio para darle la mayor gloria deportiva ciclista a Eslovenia en su historia: el 1-2 en el Tour. Que ocurrió de todas formas, pero no en el orden que Roglic esperaba.
Le faltó malicia para haberlo rematado cuando el joven sufrió percances inherentes a la carrera o algo de laxitud, le faltó agudeza para haber utilizado su espectacular equipo en procura de meterle más tiempo el día de los abanicos, para haberlo molido y aislado en una jornada montañosa desde el primer puerto. No lo vio como un enemigo grande, más bien como el muchacho que era muy bueno, si, como el compatriota que apuntaba excelentes maneras y algún día lo iba a suceder en la valoración y el cariño de sus paisanos, el mismo que le iba a ayudar a poner el nombre de su país en alto. Eso sí, reservándose el papel estelar para él. Desdeñó o minusvaloró el sutil detalle que Tadej era el 2° en la general y muy cerca. Quizás de forma tácita, Primoz esperaba un ingenuo respeto (absurdo e innecesario) a sus galones y jerarquía hablando en términos de inteligencia militar calidad marcial de la cual en los tiempos que corren no me fio mucho.
Primoz tuvo insólita (para un voraz campeón) piedad de Tadej las dos veces que este flaqueó. Pero Pogačar, de la misma forma que no sabe especular, ni correr de forma conservadora, tampoco conoce la piedad en competencia: da igual que sea tu hermano, tu mentor, tu padre, tu hijo menor… para ser un grande, para entrar a la historia del Tour hay que ser voraz e implacable, cualquier enemigo que dejes cercano en tiempo y que atesore mucha calidad, cualquier fuego que dejes encendido, vivo, se puede venir arriba cuando menos lo esperas, a poco que el viento se ponga a su favor.
El chico tenía los mismos planes de darle gloria a su pequeña y modesta (en términos económicos y geopolíticos) patria, ¡solo que con él en el cajón más alto del podio! Si quieres que te comparen con Merckx y los grandes tienes que mostrarte implacable como ellos, la compasión sirve en la vida cotidiana y de andar por casa, con los animales y el medio ambiente, pero no en las competencias deportivas.
El otro aspecto en que falló Roglic, dentro de un Tour muy bueno de él y su equipo, que solo se les fue por la inesperada y estratosférica crono de Pogacar (no solo con respecto a Primoz, sino a Dumoulin y van Aert, dos de los mejores del mundo en esa modalidad) es que el tren de vatios con cracks tirando a tu servicio sí funciona, por supuesto, no lo vamos a desvirtuar por la única excepción desde el 2012 (que no nos guste ese estilo acaparador e injusto es otra cosa). De hecho, el Sky es la prueba innegable hasta el 2018 de su eficacia, pero el líder tiene que ayudarle a ese tren rascando tiempo en las llegadas en alto, más allá de las simples bonificaciones. Cosa que Primoz no hizo, pensó que terminar en su terreno favorable le resultaba suficiente ante rivales de un perfil menos contrastado en las cronos largas (bueno, qué quieren que les diga, 36 km hoy en día es “larga”)
Froome siempre fue lanzado -en al menos una etapa de montaña- desde 6 o 7 km con sus pocos rivales sobrevivientes en esas instancias ahogados por el machacón ritmo de sus compañeros, ya desmoralizados y sin gregarios. Allí Chris lograba diferencias cercanas o por encima del minuto, que junto a algunos ataques puntales en cualquier terreno le hacían llegar con mejor renta a la última semana. Incluso Geraint Thomas en su Tour ganado (2018) lanzaba su ataque-sprint desde mucho más atrás a 1000 o 1500 metros, con esto, aparte de las bonificaciones pillaba decenas de más segundos vitales que ante gente tan peligrosa siempre te pueden faltar. “Nunca es suficiente para mí“, canta Natalia Lafourcade con bastante sentimiento, y nunca es suficiente tener el máximo colchón de minutos de cara a una crono final: un percance mecánico, una diminuta debilidad en carrera, y el sueño se puede esfumar. Como en efecto le ocurrió de forma dramática a Fignon en 1989 y 31 años después a Roglic.
Lejos de lo que se escucha de manera injusta y se lee por muchas partes, el papel de Jumbo-Visma como escuadra en carrera, de los ilustres gregarios en si, fue impecable: mejor no lo pudieron hacer. Dominaron la competencia día a día con más poderío y solvencia aún que los antiguos peones del Sky. Impusieron su nivel en la inmensa mayoría de las cuestas, estuvieron siempre atentos y eficientes en el llano, se llevaron dos etapas con van Aert, además de una con su líder. Para colmo hicieron una crono brillante ¡con tres hombres en el Top 5! Que los directores se hayan confiado o equivocado en el planteamiento no siendo más agresivos es otra cosa, y que Roglic haya tenido un mínimo bajón en el peor día posible -quizás por la presión fratricida-, es diferente. Que se tuviera que jugar la carrera con un “niño” de su misma tierra, de su misma sangre le pudo a Primoz. Quizás si el rival hubiera sido un curtido campeón de otras latitudes sin ningún apego emocional habría sido más fácil
En Jumbo-Visma nunca habían hecho un Tour de Francia tan bueno, nunca habían sido segundos ni dominado ninguna carrera de tres semanas y menos la ronda gala de esta forma. Por supuesto que fue una actuación impresionante. Ser segundos solo superados el último día por una hazaña deportiva no vista en muchas décadas en el ciclismo no es deshonra. El Tour de los ilustres obreros de la escuadra neerlandesa ha sido magnífico, y Roglic ha hecho una gran carrera también, solo intenten dimensionar contra quién, cómo y de qué forma perdió.
Me temo que ayer, Pogačar en estado de gracia, como estaba le habría podido arrebatar el Tour a cualquier campeón de la historia. Si no vale ser segundo en el Tour con un buen equipo respaldando, tan solo porque alguien, un crack inspirado, un fuera de serie fue superior, entonces los segundos lugares de Poulidor, Zootemelk, van Impe, Urán o Quintana tampoco valen nada. Cosa bastante absurda también, desde luego.
Cuando se lucha entre gigantes alguien por muy fuerte y bueno que sea tendrá que morder el polvo, pero eso no le quita su calidad entrega y mérito: en esos términos y a ese nivel puede ser cualquiera. No pudo dársele a Roglic, el deporte de élite es así. Este año ha sido una desagradable sorpresa en general para casi todo el mundo y Primoz teniendo a priori demasiado a su favor, no fue la excepción. Quizás Pogačar sea de los pocos que recuerde este calamitoso 2020 con mucha alegría y bien justificada. Por lo menos él.
Oscar Trujillo Marín
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