Por Oscar Trujillo Marín
La neerlandesa Anna van der Breggen es una corredora especial, extraordinaria. Tras hacer de manera brillante el doblete ganando la medalla de oro en el mundial de contrarreloj y dos días después el de ruta en la pasada cita orbital ciclista de Imola, Italia, afianzó su palmarés como una de las mejores ciclistas de la historia a sus escasos 30 años de edad, repitiendo con la corona planetaria en la prueba de ruta que ya había ganado en 2018.
El 10 de mayo de este año, en pleno parón de las competencias ciclistas -y de la vida exterior en general para tantos-, escribí y publicamos aquí en CI un artículo donde van der Breggen y su compatriota Chantal Blaak (dos de las mejores corredoras de siempre) de manera prematura, apenas a sus 30 años, anunciaban que esta sería su penúltima temporada, que colgarían la bicicleta a una edad que muchas de sus compañeras apenas empiezan a explotar. Anuncio cuando menos insólito, curioso por ambas permanecer en la élite mundial y al más alto nivel en pleno esplendor de sus carreras deportivas.
Por supuesto el artículo no lo leyó ni Dios, casi nadie y no tuvo ningún comentario. Sabemos de sobra que a buena parte de los supuestos aficionados al ciclismo solo les interesa las noticias de sus ídolos (hombres) nacionales y de uno que otro fenómeno global tipo Evenepoel, Froome o similares. Para ser apasionados y amantes del ciclismo el marcado sesgo chauvinista demuestra más bien otra cosa, teniendo en cuenta el desdén por todo lo que no implique “color local”.
El pasado sábado en una demostración de brutal poderío, la campeona del año anterior Annemiek van Vleuten aceleró el ritmo en la penúltima cota del circuito, picó en punta a pesar de correr con una mano rota, obligando a sus rivales a perseguirla y cuando la cazaron… la perfecta jugada táctica del seleccionado de los Países bajos fue rematada de manera magistral por su compañera Anna van der Breggen, quien sin mirar atrás procedió a marcarse una formidable crono de 41 km, llegando en solitario a meta con una renta de casi dos minutos. Fantástica exhibición colectiva y mejor colofón individual de una súper clase.
Así contó en declaraciones para Cyclingnews su gesta Anna: “Tras el movimiento de Annemiek Cuando tuve la brecha, vi que aún quedaban 40 km. Pensé en que eso era incluso más largo que la contrarreloj que había ganado antes, así que sabía que iba a ser muy difícil, pero el circuito era duro, así que sabía que atrás también estarían cansadas”, dijo la holandesa. “Para mí, fue sólo un caso de mantener el ritmo y tratar de comer y beber bien y luego intentar llegar al final”. Y vaya si lo consiguió, pasaban los km y no hacía más que aumentar su ventaja.
Pero eso, y su oro olímpico en ruta también en Rio 2016 y su par de Giros de Italia, 2017, y 2020 (máxima prueba por etapas para las mujeres) y sus 5 flechas valonas, 2 Liejas, 2 oros europeos en crono, 1 Tour de Flandes, varias clásicas sobre piedras, innumerables podios y etapas ganadas, además de sus dos títulos como mejor corredora del ranking UCI en 2015, 2017 -y muy probablemente este año también-, cuesta entender para muchos que desee retirarse de forma cuando menos prematura. Sin embargo, Anna se mantiene firme en su intención de colgar la bicicleta muy joven a finales del año entrante para pasarse a la dirección técnica desde el auto del equipo, o simplemente a otras cosas.
Su última temporada como profesional a los 31 años en 2021, la hará enfundada en el maillot arcoíris, sin duda la más fotogénica despedida posible del circuito mundial. Por eso después de mostrar tan impresionante nivel en lo que se ha podido correr este curso (a principios de año ganó la Semana Valenciana y el campeonato holandés de ruta, luego el europeo de crono) tras su brutal exhibición fue interpelada acerca de si iba a reconsiderar su retiro. Anne fue enfática:
“No lo creo”, dijo sin dudarlo. “Por supuesto, también es bueno parar cuando todavía puedes ganar carreras. Creo que es diferente entre mujeres y hombres. Nosotras tenemos más cosas en las que pensar, como la familia. Hay vida más allá de esto y es bueno saber cuándo llega el momento adecuado para parar y hacer algo diferente, Supongo que podría ganar mucho aún, pero no veo logros más importantes de los que ya tengo, intentar batir récords me haría dejar mucha vida en el intento. Si realmente quieres continuar, deberías hacerlo pero ¿a qué coste?, en mi caso, solo quiero hacer el próximo año lo mejor que pueda y dejarlo. Hasta ahora, en este se ve que ha ido bastante bien”. Así lo explicó, consiguiendo -aparte de ser muy elocuente- enamorarme en el acto con su sensatez.
Hay gente que es demasiado grande y en poco tiempo de ellos caben mil vidas. Arthur Rimbaud poeta francés, nació en Francia en 1854, con tan solo 20 años ya había cambiado la historia de la poesía para siempre convirtiéndose en uno de los autores más influyentes hasta nuestro tiempo.
Teniendo el mundo en sus manos y la crítica a sus pies, en pleno esplendor creativo, cuando todo lo que salía de su pluma se convertía en oro, dejó de escribir para siempre de forma prematura y sorprendente. Se marchó a convertirse en mercader en las lejanas tierras de Yemen y Etiopía. Nadie lo entendía, nadie daba crédito a tal aparente desperdicio de talento. Su legado con tan solo un par de libros “las iluminaciones” y “una temporada en el infierno” más algunos poemas sueltos y recopilaciones le bastaron para instalarse en lo más alto del parnaso de más imitados, admirados e influyentes escritores de la historia, donde permanece impasible por muchos que vayan naciendo y muriendo poetas en cantidades industriales.
¿Sería posible que van der Breggen ganara algo más importante de lo que ya ha conseguido compitiendo? ¿Vale la pena sacrificar la vida sentimental, la formación intelectual, las relaciones familiares o la maternidad por un puñado de oros más? ¿Son los hombres tan competitivos por priorizar su obsesión por el éxito profesional en detrimento de otras importantes parcelas de la vida o más bien, gracias a que tienen una mujer en casa que se encarga del “trabajo sucio” para que ellos puedan brillar?
Cuando pasen los años y hayamos muerto todos los que nos congregamos entorno a este artículo, la gente del mundo literario seguirá recordando a Rimbaud, y los del planeta ciclístico a una mujer joven holandesa que dejó de ser ciclista estando en la cresta de la ola, por voluntad, cuando tenía el mundo en sus manos y a la crítica y público rendida a sus pies. Lo harán por su brillantez deportiva pero también por su enorme valentía de renunciar a la fama el dinero y todo ese irresistible oropel que se teje alrededor. Hay mucha gloria esperando también en la más íntima cotidianidad.
Oscar Trujillo Marín
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